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que ellas no tuvieron y mejoran a la vez la que será la
jubilación de sus hijas, porque al haber cotizado tendrán una
Pensión Contributiva que será igual a la que tengan los
hombres, no como ahora les pasa a ellas, las mujeres
mayores, y a la par, se consigue que sus hijas accedan al
ámbito de lo público, tradicionalmente reservado al hombre
porque la mujer estaba relegada al ámbito de lo privado.
Este enorme paso que las mujeres mayores han
propiciado con su esfuerzo y sacrificio tiene también su precio.
En los últimos años han aparecido casos que van “in
crescendo” de un malestar específico que se ha dado en
llamar síndrome de la abuela esclava que viene a ser el
resultado del agotamiento físico y mental que produce el
cuidado de uno o varios niños en una etapa de la vida que ya
no es la reproductiva.
El medio rural
El espacio físico en el que residimos tiene mucha
importancia. De residir en un lugar o en otro puede depender
el nivel de estrés, el acceso a servicios, infraestructuras,
equipamientos, incluso puede influir en nuestra manera de
pensar y de interpretar lo que sucede a nuestro alrededor
(imaginemos, por ejemplo, la reacción al ver a una chica en
top-less de una persona de Torremolinos, un pueblo costero
de Málaga donde lo extraño es que las chicas luzcan en la
playa algo más que un escueto tanga, y la de una de un
pequeño pueblo de Jaén, que no tenga ni río en el que darse
un remojón).
Así, encontramos diferencias entre ámbitos de
residencia. Si nos centramos en las que hay entre el medio
rural (entendiendo éste como pueblos de hasta 10.000
habitantes, en los que todos se conocen y no se ha perdido lo
que se ha dado en llamar la dimensión humana) y el medio
urbano, sin entrar a valorar si uno es mejor que otro y sin
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