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Gómez-Ariza et al. (2000a) parten de este paralelismo
e intentan revisar de forma sistemática distintas
características de la música y su relación con los procesos de
percepción y memoria.
1) Nivel Fonológico. Igual que tenemos que conocer e
identificar los sonidos constituyentes del lenguaje, es
necesario estudiar las reglas de combinación de tonos
que van a determinar la manera en que percibimos y
recordamos una melodía. A pesar de que tanto el
contorno como el tamaño de los intervalos influye en la
representación de la melodía (Dewitt & Crowder,
1986), parece que son las relaciones tonales las que
determinan las reglas de combinación de sonidos.
Dichas relaciones aportan estabilidad a una pieza
musical y determinan las relaciones de disonancia y
consonancia de la misma. De modo que, aunque en un
primer momento se codifica el contorno de una
melodía, a largo plazo ésta se representa mediante
relaciones tonales que organizan la aparición de las
notas y el intervalo entre las mismas (Dowling, 1994).
2) Nivel sintáctico. En este nivel de representación se
incluyen aquellos estudios que intentan identificar el
sistema de reglas que organiza el conjunto de notas y
acordes que componen un fragmento musical
(Chiappe & Schmucker, 1997). Tienen cabida aquí los
estudios sobre el papel del patrón rítmico (Herbert &
Peretz, 1997), de los acentos (Boltz, 1998) o de las
reglas de formación de una pieza musical (Boltz &
Jones, 1986). El patrón rítmico junto con la estructura
tonal parecen desempeñar un papel importante en el
agrupamiento y separación de segmentos musicales.
3) Nivel semántico. Este tercer nivel de representación
incluye aquellos elementos musicales que determinan
su significado. De la tonalidad y su combinación con
otros factores expresivos como el tempo, matices, etc.,
se crean expectativas que van a determinar el
significado emocional de la música y su representación
semántica. La teoría conexionista de Bharucha (1987)
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