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La <strong>casa</strong> de los espíritus<br />

174<br />

Isabel Allende<br />

Clara escribió pequeñas tarjetas tiara sus seres queridos. que eran muchos, y las<br />

puso sigilosamente en una caja bajo su cama. A la mañana siguiente no se levantó y<br />

cuando llegó la mucama con el desayuno, no le permitió abrir las cortinas. Había<br />

comenzado a despedirse también de la luz, para entrar lentamente en las sombras.<br />

Advertido, Jaime fue a verla y no se fue hasta que ella se dejó examinar. No pudo<br />

encontrar nada anormal en su aspecto, pero supo, sin lugar a dudas, que iba a morir.<br />

Salió de la habitación con una amplia e hipócrita sonrisa y una vez fuera de la vista de<br />

su madre, tuvo que apoyarse en la pared, porque le flaqueaban las piernas. No se lo<br />

dijo a nadie en la <strong>casa</strong>. Llamó a un especialista que había sido su profesor en la<br />

Facultad de Medicina y ese mismo día éste se presentó en el hogar de los Trueba.<br />

Después de ver a Clara confirmó el diagnóstico de Jaime. Reunieron a la familia en el<br />

sayón y sin muchos preámbulos les notificaron que no viviría más de dos o tres<br />

semanas y que lo único que se podía hacer era acompañarla, para que muriera<br />

contenta.<br />

-Creo que ha decidido morirse, y la ciencia no tiene remedio alguno contra ese mal<br />

-dijo Jaime.<br />

Esteban Trucha agarró a su hijo por el cuello y estuvo a punto de estrangularlo, sacó<br />

a empujones al especialista y luego rompió a bastonazos las lámparas y las porcelanas<br />

del salón. Finalmente cayó de rodillas al suelo gimiendo como una criatura. Alba entró<br />

en ese momento y vio a su abuelo colocado a su altura, se acercó, lo quedó mirando<br />

sorprendida y cuando vio sus lágrimas, lo abrazó. Por el llanto del viejo la niña se<br />

enteró de la noticia. La única persona en la <strong>casa</strong> que no perdió la calma fue ella,<br />

debido a sus entrenamientos para soportar el dolor y al hecho de que su abuela le<br />

había explicado a menudo las circunstancias y los afanes de la muerte.<br />

-Igual que en el momento de venir al mundo, al morir tenemos hiedo de lo<br />

desconocido. Pero el miedo es algo interior que no tiene nada que ver con la realidad.<br />

Morir es como nacer: sólo un cambio -había dicho Clara.<br />

Agregó que si ella podía comunicarse sin dificultad con las almas del Más Allá,<br />

estaba totalmente segura de que después podría hacerlo con las almas del Más Acá, de<br />

modo que en vez de lloriquear cuando ese momento llegara quería que estuviera<br />

tranquila, porque en su caso la muerte no sería una separación, sino una forma de<br />

estar rnás unidas. Alba lo comprendió perfectamente.<br />

Poco después Clara pareció entrar en un dulce sueño y sólo el visible esfuerzo por<br />

introducir aire en sus pulmones, señalaba que aún estaba viva. Sin embargo, la asfixia<br />

no parecía angustiarla, puesto<br />

que no estaba luchando por su vida. Su nieta permaneció a su lado todo el tiempo.<br />

Tuvieron que improvisarle una cama en el suelo, porque se negó a salir del cuarto y<br />

cuando quisieron sacarla a la fuerza, tuvo su primera pataleta. Insistía en que su<br />

abuela se daba cuenta de todo y la necesitaba. Así era, en efecto. Poco antes del final,<br />

Clara recuperó la conciencia y pudo hablar con tranquilidad. Lo primero que notó fue la<br />

mano de Alba entre las suyas.<br />

-Voy a morir, ¿verdad, hijita? -preguntó.<br />

-Sí, abuela, pero no importa, porque yo estoy contigo -respondió la niña.<br />

-Está bien. Saca una caja con tarjetas que hay debajo de la cama y repártelas,<br />

porque no voy a alcanzar a despedirme de todos.<br />

Clara cerró los ojos, dio un suspiro satisfecho y se marchó al otro mundo sin mirar<br />

para atrás. A su alrededor estaba toda la familia, Jaime y Blanca demacrados por las

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