02.10.2012 Views

allende-i-casa-espiritus

allende-i-casa-espiritus

allende-i-casa-espiritus

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

La <strong>casa</strong> de los espíritus<br />

82<br />

Isabel Allende<br />

-Que le haga llegar a mi hermana todos los meses un sobre que yo le entregaré. No<br />

quiero que tenga necesidades económicas. Y le aclaro que no lo hago por cariño sino<br />

por cumplir una promesa.<br />

El padre Antonio recibió el primer sobre con un suspiro y esbozó el gesto de dar la<br />

bendición, pero Esteban ya había dado media vuelta y salía. No dio ninguna explicación<br />

a Clara de lo que había ocurrido entre su hermana y él. Le anunció que la había echado<br />

de la <strong>casa</strong>, que le prohibía volver a mencionarla en su presencia y le sugirió que si<br />

tenía algo de decencia, tampoco la mencionara a sus espaldas. Hizo sacar su ropa y<br />

todos los objetos que pudieran recordarla y se hizo el ánimo de que había muerto.<br />

Clara comprendió que era inútil hacerle preguntas. Fue al costurero a buscar su<br />

péndulo, que le servía para comunicarse con los fantasmas y que usaba como<br />

instrumento de concentración. Extendió un mapa de la ciudad en el suelo y sostuvo el<br />

péndulo a medio metro y esperó que las oscilaciones le indicaran la dirección de su<br />

cuñada, pero después de intentarlo durante toda la tarde, se dio cuenta que el sistema<br />

no resultaría si Férula no tenía un domicilio fijo. Ante la ineficacia del péndulo para<br />

ubicarla, salió a vagar en coche, esperando que su instinto la guiara, pero tampoco<br />

esto dio resultado.<br />

Consultó la mesa de tres patas sin que ningún espíritu baqueano apareciera para<br />

conducirla donde Férula a través de los vericuetos de la ciudad, la llamó con el<br />

pensamiento y no obtuvo respuesta y tampoco las cartas del Tarot la iluminaron.<br />

Entonces decidió recurrir a los métodos tradicionales y comenzó a buscarla entre las<br />

amigas, interrogó a los proveedores y a todos los que tenían tratos con ella, pero nadie<br />

la había vuelto a ver. Sus averiguaciones la llevaron por último donde el padre<br />

Antonio.<br />

-No la busque más, señora dijo el sacerdote-. Ella no quiere verla.<br />

Clara comprendió que ésa era la causa por la cual no habían funcionado ninguno de<br />

sus infalibles sistemas de adivinación.<br />

-Las hermanas Mora tenían razón -se dijo-. No se puede encontrar a quien no quiere<br />

ser encontrado.<br />

Esteban Trueba entró en un período muy próspero. Sus negocios parecían tocados<br />

por una varilla mágica. Se sentía satisfecho de la vida. Era rico, tal como se lo había<br />

propuesto una vez. Tenía la concesión de otras minas, estaba exportando fruta al<br />

extranjero, formó una empresa constructora y Las Tres Marías, que había crecido<br />

mucho en tamaño, estaba convertida en el mejor fundo de la zona. No lo afectó la<br />

crisis económica que convulsionó al resto del país. En las provincias del Norte la<br />

quiebra de las salitreras había dejado en la miseria a miles de trabajadores. Las<br />

famélicas tribus de cesantes, que arrastraban a sus mujeres, sus hijos, sus viejos,<br />

buscando trabajo por los caminos, habían terminado por acercarse a la capital y<br />

lentamente formaron un cordón de miseria alrededor de la ciudad, instalándose de<br />

cualquier manera, entre tablas y pedazos de cartón, en medio de la basura y el<br />

abandono. Vagaban por las calles pidiendo una oportunidad para trabajar, pero no<br />

había trabajo para todos y poco a poco los rudos obreros, adelgazados por el hambre,<br />

encogidos por el frío, harapientos, desolados, dejaron de pedir trabajo y pidieron<br />

simplemente una limosna. Se llenó de mendigos. Y después de ladrones. Nunca se<br />

habían visto heladas más terribles que las de ese año. Hubo nieve en la capital, un<br />

espectáculo inusitado que se mantuvo en primera plana de los periódicos, celebrado<br />

como una noticia festiva, mientras en las poblaciones marginales amanecían los niños<br />

azules, congelados. Tampoco alcanzaba la caridad para tantos desamparados.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!