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La <strong>casa</strong> de los espíritus<br />

213<br />

Isabel Allende<br />

con canela y azúcar y arropados en sus chales brindaron por la cara que pondría el<br />

abuelo cuando se diera cuenta que lo habían robado, riéndose hasta que les saltaron<br />

las lágrimas.<br />

-¡Si no fueras mi tío, me <strong>casa</strong>ría contigo! -bromeó Alba.<br />

-¿Y Miguel?<br />

-Sería mi amante.<br />

A Jaime no le pareció divertido y el resto del paseo estuvo huraño. Esa noche se<br />

metieron cada uno en su saco de dormir, apagaron la lámpara de parafina y se<br />

quedaron en silencio. Alba se durmió rápidamente, pero Jaime se quedó hasta el<br />

amanecer con los ojos abiertos en la oscuridad. Le gustaba decir que Alba era como su<br />

hija, pero esa noche se sorprendió deseando no ser su padre o su tío, sino ser<br />

simplemente Miguel. Pensó en Amanda y lamentó que ya no pudiera conmoverlo,<br />

buscó en su memoria el rescoldo de aquella pasión desmedida que una vez sintió por<br />

ella, pero no pudo encontrarlo. Se había convertido en un solitario. En un principio<br />

estuvo muy cerca de Amanda, porque se había hecho cargo de su tratamiento y la veía<br />

casi todos los días. La enferma pasó varias semanas de agonía, hasta que pudo<br />

prescindir de las drogas. Dejó también los cigarrillos y el licor y empezó a hacer una<br />

vida saludable y ordenada, ganó algo de peso, se cortó el pelo y volvió a pintarse sus<br />

grandes ojos oscuros y a colgarse collares y pulseras tintineantes, en un patético<br />

intento por recuperar la desteñida imagen que guardaba de sí misma. Estaba<br />

enamorada. De la depresión pasó a un estado de euforia permanente y Jaime era el<br />

centro de su manía. El enorme esfuerzo de voluntad que hizo para librarse de sus<br />

numerosas adicciones, se lo ofreció a él como prueba de amor. Jaime no la alentó,<br />

pero no tuvo tampoco el valor de rechazarla, porque pensó que la ilusión del amor<br />

podía ayudarla en la recuperación, pero sabía que era tarde para ellos. Apenas pudo<br />

trató de establecer distancia, con la disculpa de ser un solterón perdido para el amor.<br />

Le bastaban los encuentros furtivos con algunas enfermeras complacientes del hospital<br />

o las tristes visitas a los burdeles, para satisfacer sus urgencias más apremiantes en<br />

los raros momentos libres que le dejaba su trabajo. A pesar de él mismo, se vio<br />

envuelto en una relación con Amanda que en su juventud deseó con desesperación,<br />

pero que ya no lo conmovía ni se sentía capaz de mantener. Sólo le inspiraba un<br />

sentimiento de compasión, pero ésta era una de las emociones más fuertes que él<br />

podía sentir. En toda una vida de convivir con la miseria y el dolor, no se había<br />

endurecido su alma, sino, por el contrario, era cada vez más vulnerable a la piedad. El<br />

día que Amanda le echó los brazos al cuello y dijo que lo amaba, la abrazó<br />

maquinalmente y la besó con una pasión fingida, para que ella no percibiera que no la<br />

deseaba. Así se vio atrapado en una relación absorbente a una edad en la que se creía<br />

incapacitado para los amores tumultuosos. «Ya no sirvo para estas cuestiones»,<br />

pensaba después de aquellas agotadoras sesiones en que Amanda, para encantarlo,<br />

recurría a rebuscadas manifestaciones amorosas que dejaban a ambos aniquilados.<br />

Su relación con Amanda y la insistencia de Alba, lo pusieron a menudo en contacto<br />

con Miguel. No podía evitar encontrarlo en muchas ocasiones. Hizo lo posible por<br />

mantenerse indiferente, pero Miguel terminó por cautivarlo. Había madurado y ya no<br />

era un joven exaltado, pero no había variado ni un ápice en su línea política y seguía<br />

pensando que sin una revolución violenta, sería imposible vencer a la derecha. Jaime<br />

no estaba de acuerdo, pero lo apreciaba y admiraba su carácter valiente. Sin embargo,<br />

lo consideraba uno de esos hombres fatales, poseídos de un idealismo peligroso y una<br />

pureza intransigente, que todo lo que tocan lo tiñen de desgracia, especialmente a las<br />

mujeres que tienen la mala suerte de amarlos. No le gustaba tampoco su posición<br />

ideológica, porque estaba convencido de que los extremistas de izquierda como Miguel,

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