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La <strong>casa</strong> de los espíritus<br />
86<br />
Isabel Allende<br />
expulsar los influjos diabólicos, pulir los ojos, fortificar el vientre, estimular la sangre.<br />
En ese terreno su sabiduría era tan grande, que el médico del hospital de las monjas<br />
iba a visitarlo para pedirle consejo. Sin embargo, toda su sabiduría no pudo curar la<br />
lipiria calambre de su hija Pancha, que la despachó al otro mundo. Le dio de comer<br />
boñiga de vaca y como eso no resultó, le dio bosta de caballo, la envolvió en mantas y<br />
la hizo sudar el mal hasta que la dejó en los huesos, le dio fricciones de aguardiente<br />
con pólvora por todo el cuerpo, pero fue inútil; Pancha se fue en una diarrea<br />
interminable que le estrujó las carnes y la hizo padecer una sed insaciable. Vencido,<br />
Pedro García pidió permiso al patrón para llevarla al pueblo en una carreta. Los dos<br />
niños lo acompañaron. El médico del hospital de las monjas examinó cuidadosamente<br />
a Pancha y dijo al viejo que estaba perdida, que si se la hubiera llevado antes y no le<br />
hubiera provocado esa sudadera, habría podido hacer algo por ella, pero que ya su<br />
cuerpo no podía retener ningún líquido y era igual que una planta con las raíces secas.<br />
Pedro García se ofendió y siguió negando su fracaso aun cuando regresó con el<br />
cadáver dé su hija envuelto en una manta, acompañado por los dos niños asustados, y<br />
lo desembarcó en el patio de Las Tres Marías refunfuñando contra la ignorancia del<br />
doctor. La enterraron en un sitio privilegiado en el pequeño cementerio junto a la<br />
iglesia abandonada, al pie del volcán, porque ella había sido, en cierta forma, mujer<br />
del patrón, pues le había dado el único hijo que llevó su nombre, aunque nunca llevó<br />
su apellido, y un nieto, el extraño Esteban García, que estaba destinado a cumplir un<br />
terrible papel en la historia de la familia.<br />
Un día el viejo Pedro García les contó a Blanca y a Pedro Tercero el cuento de las<br />
gallinas que se pusieron de acuerdo para enfrentar a un zorro que se metía todas las<br />
noches en el gallinero para robar los huevos y devorarse los pollitos. Las gallinas<br />
decidieron que ya estaban hartas de aguantar la prepotencia del zorro, lo esperaron<br />
organizadas y cuando entró al gallinero, le cerraron el paso, lo rodearon y se le fueron<br />
encima a picotazos hasta que lo dejaron más muerto que vivo.<br />
-Y entonces se vio que el zorro escapaba con la cola entre las piernas, perseguido<br />
por las gallinas -terminó el viejo.<br />
Blanca se rió con la historia y dijo que eso era imposible, porque las gallinas nacen<br />
estúpidas y débiles y los zorros nacen astutos y fuertes, pero Pedro Tercero no se rió.<br />
Se quedó toda la tarde pensativo, rumiando el cuento del zorro y las gallinas, y tal vez<br />
ése fue el instante en que el niño comenzó a hacerse hombre.