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La <strong>casa</strong> de los espíritus<br />

218<br />

Isabel Allende<br />

a su encuentro. Se abrazaron estrechamente y ella le susurró algo al oído. Entonces el<br />

senador Trueba consiguió dominar su dignidad, levantó la cabeza y sonrió con su<br />

antigua soberbia a las luces de las máquinas fotográficas. Los periodistas lo retrataron<br />

subiendo a un automóvil negro con patente oficial y la opinión pública se preguntó<br />

durante semanas qué significaba esa bufonada, hasta que otros acontecimientos<br />

mucho más graves borraron el recuerdo del incidente.<br />

Esa noche el Presidente, que había tomado el hábito de engañar al insomnio<br />

jugando ajedrez con Jaime, comentó el asunto entre dos partidas, mientras espiaba<br />

con ojos astutos, ocultos detrás de gruesas gafas con marcos oscuros, algún signo de<br />

incomodidad en su amigo, pero Jaime siguió colocando las piezas en el tablero sin<br />

agregar palabra.<br />

-El viejo Trueba tiene los cojones bien puestos -dijo el Presidente-. Merecería estar<br />

de nuestro lado.<br />

-Usted parte, Presidente -respondió Jaime señalando el juego.<br />

En los meses siguientes la situación empeoró mucho, aquello parecía un país en<br />

guerra. Los ánimos estaban muy exaltados, especialmente entre las mujeres de la<br />

oposición, que desfilaban por las calles aporreando sus cacerolas en protesta por el<br />

desabastecimiento. La mitad de la población procuraba echar abajo al gobierno y la<br />

otra mitad lo defendía, sin que a nadie le quedara tiempo para ocuparse del trabajo.<br />

Alba se sorprendió una noche al ver las calles del centro oscuras y vacías. No se había<br />

recogido la basura en toda la semana y los perros vagabundos escarbaban entre los<br />

montones de porquería. Los postes estaban cubiertos de propaganda impresa, que la<br />

lluvia del invierno había deslavado, y en todos los espacios disponibles estaban escritas<br />

las consignas de ambos bandos. La mitad de los faroles había sido apedreada y en los<br />

edificios no había ventanas encendidas, la luz provenía de unas tristes fogatas<br />

alimentadas con periódicos y tablas, donde se calentaban pequeños grupos que<br />

montaban guardia ante los ministerios, los bancos, las oficinas, turnándose para<br />

impedir que las pandillas de extrema derecha los tomaran al asalto en las noches. Alba<br />

vio detenerse una camioneta frente a un edificio público. Se bajaron varios jóvenes con<br />

cascos blancos, tarros de pintura y brochas y cubrieron las paredes con un color claro<br />

como base. Después dibujaron grandes palomas multicolores, mariposas y flores<br />

sangrientas, versos del Poeta y llamadas a la unidad del pueblo. Eran las brigadas<br />

juveniles que creían poder salvar su revolución a punta de murales patrióticos y<br />

palomas panfletarias. Alba se acercó y les señaló el mural que había al otro lado de la<br />

calle. Estaba manchado con pintura roja y tenía escrita una sola palabra con letras<br />

enormes: Djakarta.<br />

-¿Qué significa ese nombre, compañeros? -preguntó.<br />

-No sabemos -respondieron.<br />

Nadie sabía por qué la oposición pintaba esa palabra asiática en las paredes, jamás<br />

habían oído hablar de los montones de muertos en las calles de esa lejana ciudad. Alba<br />

montó en su bicicleta y pedaleó rumbo a su <strong>casa</strong>. Desde que había racionamiento de<br />

gasolina y huelga de transporte público, había desenterrado del sótano el viejo juguete<br />

de su infancia para movilizarse. Iba pensando en Miguel y un oscuro presentimiento le<br />

cerraba la garganta.<br />

Hacía tiempo que no iba a clase y empezaba a sobrarle el tiempo. Los profesores<br />

habían declarado un paro indefinido y los estudiantes se tomaron los edificios de las<br />

Facultades. Aburrida de estudiar violoncelo en su <strong>casa</strong>, aprovechaba los ratos en que<br />

no estaba retozando con Miguel, paseando con Miguel o discutiendo con Miguel para ir<br />

al hospital del Barrio de la Misericordia a ayudar a su tío Jaime y a unos pocos médicos

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