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La <strong>casa</strong> de los espíritus<br />

49<br />

Isabel Allende<br />

Nívea le prohibió que siguiera asustando a su hija. Se dio cuenta que el estado de<br />

turbación aumentaba sus poderes mentales y producía desorden entre los aparecidos<br />

que rondaban a la niña. Además, aquel desfile de personajes truculentos estaba<br />

destrozando el sistema nervioso a Barrabás, que nunca tuvo buen olfato y era incapaz<br />

de reconocer a la Nana debajo de sus disfraces. El perro comenzó a orinarse sentado,<br />

dejando a su alrededor un inmenso charco y con frecuencia le crujían los dientes. Pero<br />

la Nana aprovechaba cualquier descuido de la madre para persistir en sus intentos de<br />

curar la mudez con el mismo remedio con que se quita el hipo.<br />

Retiraron a Clara del colegio de monjas donde se habían educado todas las<br />

hermanas Del Valle y le pusieron profesores en la <strong>casa</strong>. Severo hizo traer de Inglaterra<br />

a una institutriz, miss Agatha, alta, toda ella de color ámbar y con grandes manos de<br />

albañil, pero no resistió el cambio de clima, la comida picante y el vuelo autónomo del<br />

salero desplazándose sobre la mesa del comedor, y tuvo que regresar a Liverpool. La<br />

siguiente fue una suiza que no tuvo mejor suerte y la francesa, que llegó gracias a los<br />

contactos del embajador de ese país con la familia, resultó ser tan rosada, redonda y<br />

dulce, que quedó encinta a los pocos meses y, al hacer las averiguaciones del caso, se<br />

supo que el padre era Luis, hermano mayor de Clara. Severo los casó sin preguntarles<br />

su opinión y, contra todos los pronósticos de Nívea y sus amigas, fueron muy felices.<br />

En vista de estas experiencias, Nívea convenció a su marido de que aprender idiomas<br />

extranjeros no era importante para una criatura con habilidades telepáticas y que era<br />

mucho mejor insistir con las clases de piano y enseñarle a bordar.<br />

La pequeña Clara leía mucho. Su interés por la lectura era indiscriminado y le daban<br />

lo mismo los libros mágicos de los baúles encantados de su tío Marcos, que los<br />

documentos del Partido Liberal que su padre guardaba en su estudio. Llenaba<br />

incontables cuadernos con sus anotaciones privadas, donde fueron quedando<br />

registrados los acontecimientos de ese tiempo, que gracias a eso no se perdieron<br />

borrados por la neblina del olvido, y ahora yo puedo usarlos para rescatar su memoria.<br />

Clara clarividente conocía el significado de los sueños. Esta habilidad era natural en<br />

ella y no requería los engorrosos estudios cabalísticos que usaba el tío Marcos con más<br />

esfuerzo y menos acierto. El primero en darse cuenta de eso fue Honorio, el jardinero<br />

de la <strong>casa</strong>, que soñó un día con culebras que andaban entre sus pies y que, para<br />

quitárselas de encima, les daba de patadas hasta que conseguía aplastar a diecinueve.<br />

Se lo contó a la niña mientras podaba las rosas, sólo para entretenerla, porque la<br />

quería mucho y le daba lástima que fuera muda. Clara sacó la pizarrita del bolsillo de<br />

su delantal y escribió la interpretación del sueño de Honorio: tendrás mucho dinero, te<br />

durará poco, lo ganarás sin esfuerzo, juega al diecinueve. Honorio no sabía leer, pero<br />

Nívea le leyó el mensaje entre burlas y risas. El jardinero hizo lo que le decían y se<br />

ganó ochenta pesos en una timba clandestina que había detrás de una bodega de<br />

carbón. Se los gastó en un traje nuevo, una borrachera memorable con todos sus<br />

amigos y una muñeca de loza para Clara. A partir de entonces la niña tuvo mucho<br />

trabajo descifrando sueños a escondidas de su madre, porque cuando se supo la<br />

historia de Honorio iban a preguntarle qué quería decir volar sobre una torre con alas<br />

de cisne; ir en una barca a la deriva y que cante una sirena con voz de viuda; que<br />

nazcan dos gemelos pegados por la espalda, cada uno con una espada en la mano, y<br />

Clara anotaba sin vacilar en la pizarrita que la torre es la muerte y el que vuela por<br />

encima se salvará de morir en un accidente, el que naufraga y escucha a la sirena<br />

perderá su trabajo y pasará penurias, pero lo ayudará una mujer con la que hará un<br />

negocio; los gemelos son marido y mujer forzados en un mismo destino, hiriéndose<br />

mutuamente con golpes de espada.

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