02.10.2012 Views

allende-i-casa-espiritus

allende-i-casa-espiritus

allende-i-casa-espiritus

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

La <strong>casa</strong> de los espíritus<br />

73<br />

Isabel Allende<br />

peligroso. En la calle hay que tener un cafiche, porque si no se arriesga mucho. Nadie<br />

la respeta a una. Pero ¿por qué darle a un hombre lo que cuesta tanto ganar?<br />

En ese sentido las mujeres son muy brutas. Son hijas del rigor. Necesitan a un<br />

hombre para sentirse seguras y no se dan cuenta que lo único que hay que temer es a<br />

los mismos hombres. No saben administrarse, necesitan sacrificarse por alguien. Las<br />

putas son las peores, patrón, créamelo. Dejan la vida trabajando para un cafiche, se<br />

alegran cuando él les pega, se sienten orgullosas de verlo bien vestido, con dientes de<br />

oro, con anillos y cuando las deja y se va con otra más joven, se lo perdonan porque<br />

«es hombre». No, patrón, yo no soy así. A mí nadie me ha mantenido, por eso ni loca<br />

me pondría a mantener a otro. Trabajo para mí, lo que gano me lo gasto como quiero.<br />

Me ha costado mucho, no crea que ha sido fácil, porque a las dueñas de prostíbulo no<br />

les gusta tratar con mujeres, prefieren entenderse con los cafiches. No la ayudan a<br />

una. No tienen consideración.<br />

-Pero parece que aquí te aprecian, Tránsito. Me dijeron que eras lo mejor de la <strong>casa</strong>.<br />

-Lo soy. Pero este negocio se iría al suelo si no fuera por mí, que trabajo como un<br />

burro -dijo ella-. Las demás ya están como estropajos, patrón. Aquí vienen puros<br />

viejos, ya no es lo que era antes. Hay que modernizar esta cuestión, para atraer a los<br />

empleados públicos, que no tienen nada que hacer a mediodía, a la juventud, a los<br />

estudiantes. Hay que ampliar las instalaciones, darle más alegría al local y limpiar.<br />

¡Limpiar a fondo! Así la clientela tendría confianza y no estaría pensando que puede<br />

agarrarse una venérea ¿verdad? Esto es una cochinada. No limpian nunca. Mire,<br />

levante la almohada y seguro le salta una chinche. Se lo he dicho a la madame, pero<br />

no me hace caso. No tiene ojo para el negocio.<br />

-¿Y tú lo tienes?<br />

-¡Claro pues, patrón! A mí se me ocurren un millón de cosas para mejorar al<br />

Cristóbal Colón. Yo le pongo entusiasmo a esta profesión. No soy como esas que andan<br />

puro quejándose y echándole la culpa a la mala suerte cuando les va mal. ¿No ve<br />

donde he llegado? Ya soy la mejor. Si me empeño, puedo tener la mejor <strong>casa</strong> del país,<br />

se lo juro.<br />

Me estaba divirtiendo mucho. Sabía apreciarla, porque de tanto ver la ambición en<br />

el espejo cuando me afeitaba en las mañanas, había terminado por aprender a<br />

reconocerla cuando la veía en los demás.<br />

-Me parece una excelente idea, Tránsito. ¿Por qué no montas tu propio negocio? Yo<br />

te pongo el capital -le ofrecí fascinado con la idea de ampliar mis intereses comerciales<br />

en esa dirección, ¡cómo estaría de borracho!<br />

-No, gracias, patrón -respondió Tránsito acariciando su serpiente con una uña<br />

pintada de laca china-. No me conviene salir de un capitalista para caer en otro. Lo que<br />

hay que hacer es una cooperativa y mandar a la madame al carajo. ¿No ha oído hablar<br />

de eso? Váyase con cuidado, mire que si sus inquilinos le forman una cooperativa en el<br />

campo, usted se jodió. Lo que yo quiero es una cooperativa de putas. Pueden ser<br />

putas y maricones, para darle más amplitud al negocio. Nosotros ponemos todo, el<br />

capital y el trabajo. ¿Para qué queremos un patrón?<br />

Hicimos el amor en la forma violenta y feroz que yo casi había olvidado de tanto<br />

navegar en el velero de aguas mansas de la seda azul. En aquel desorden de<br />

almohadas y sábanas, apretados en el nudo vivo del deseo, atornillándonos hasta<br />

desfallecer, volví a sentirme de veinte años, contento de tener en los brazos a esa<br />

hembra brava y prieta que no se deshacía en hilachas cuando la montaban, una yegua<br />

fuerte a quien cabalgar sin contemplaciones, sin que a uno las manos le queden muy<br />

pesadas, la voz muy dura, los pies muy grandes o la barba muy áspera, alguien como

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!