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jóvenes, culturas urbanas y redes digitales - Artica – Centro Cultural ...

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Jóvenes y corrientes culturales emergentes<br />

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la street corner society y otros clásicos. No es casual que Simmel sea una de las referencias<br />

recurrentes en El tiempo de las tribus. Esa tradición ha mirado a la juventud moderna<br />

menos como el grupo generacional receptor de una transmisión cultural <strong>–</strong>una herencia<br />

destinada a reproducirse<strong>–</strong> que como un sujeto que responde a ese proceso de<br />

transmisión, impugnándolo y reformulándolo. Los <strong>jóvenes</strong> aparecen entonces como el<br />

colectivo creador o inventor, por vía de la rebeldía, de una cultura propia, enunciada en<br />

sus propios términos a partir de las condiciones específi cas del presente.<br />

Aunque la tribu marcó en los noventa una manera de hablar de los <strong>jóvenes</strong>, personalmente<br />

nunca le encontré utilidad para nombrar la cotidianidad de los que me quedaban<br />

más cerca. Entre mis estudiantes de clase media, este era sobre todo un lenguaje para<br />

clasifi car a otros; más raramente para incluirse uno mismo. En todo caso, no válido para<br />

toda circunstancia y lugar. Funcionaba como un sistema de referencias ideales, la lengua<br />

franca que permitía a los estudiantes construir mapas acordados de la ciudad (puntuados<br />

por locales más o menos pijos, heavies, bakalaeros, neohippies o cutres), entre<br />

los cuales se podía circular con el grupo de amigos en las noches de copas. La tribu son<br />

los otros.<br />

Hoy asistimos a un cambio de metáforas. Con el nuevo siglo, hemos pasado del tiempo<br />

de las tribus al tiempo de las tendencias. Las empresas parecen haber sido las primeras<br />

en reemplazar el lenguaje, propio de los ochenta, de la excelencia, la expertise y el rigor<br />

por el de la innovación, el talento y la creatividad. Los gobiernos locales promueven la<br />

ciudad creativa, tratando de anclarla a través de la arquitectura emblemática de obras<br />

singulares y rupturistas (torre Agbar, museo Guggenheim, rediseños del Támesis y el<br />

Gran París). Lo hacen más modestamente con la convocatoria incesante de eventos<br />

donde se mezclan sin distinción las novedades de todo tipo: el arte contemporáneo con<br />

el graffi ti, el performance con el parcour, la ciencia de barrio con el festival de DJ. En un<br />

contexto etiquetado como nueva economía la innovación se ofrece como solución casi<br />

mágica a la crisis, con la emprendeduría de los particulares y la generación de ideas cual<br />

remedios ante la precariedad. Las modas y novedades en el consumo, apariencia y expresión<br />

pública de los <strong>jóvenes</strong>, cuya mutación permanente han acelerado las NTIC y<br />

cuyo alcance amplifi ca su inserción masiva en <strong>redes</strong> sociales, se califi can en términos<br />

de “corrientes” y “tendencias”. No es una manera de hablar. Alrededor germinan profesiones<br />

e instituciones basadas en la necesidad de registrar el fl ujo vertiginoso, de fi jarlo,<br />

objetivarlo, preverlo o paquetizarlo: observatorios de tendencias, community managers,<br />

coolhunters…<br />

La categoría de tendencia adquiere su pleno sentido en el contexto de ese dominio semántico<br />

de la creatividad, la espontaneidad, la generación de ideas y la innovación permanente.<br />

Resume así el signo de esta época. En su uso sociológico convencional, se impuso<br />

como una manera de hablar de lo social alternativa al viejo determinismo positivista con<br />

sus causas, efectos y leyes, con el mensaje implícito de que la sociedad no es un contenedor<br />

cerrado de estructuras, mecanismos y clases, sino un espacio fl uido y un tanto impre-

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