jóvenes, culturas urbanas y redes digitales - Artica – Centro Cultural ...
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Jóvenes y corrientes culturales emergentes<br />
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ethos distinguido susceptible de expresarse a través de la indiferencia o el desdén respecto<br />
a la actualidad que se encarna en la red. Lo vemos también en el retorno del vinilo<br />
como objeto exclusivo, de colección, una vez su obsolescencia queda rearticulada en<br />
una lógica económica donde paradójicamente la generalización de lo digital llega a revalorizar<br />
lo analógico.<br />
4. Protagonismo creciente del sujeto-red. El lenguaje de la tendencia implica una representación<br />
de lo social más vectorial que reticular, imaginable en términos de fl ujos, desplazamientos<br />
o derivas, antes que de nodos y espigas. En todo caso, cuestiona la topología<br />
de sentido común de que los sujetos sociales hayan de ser siempre individuos, o<br />
grupos bien demarcados, o instituciones y organizaciones. A lo que nos enfrentamos al<br />
hablar de sujeto-red es a maneras distribuidas, centrífugas y acéfalas de actuar que revelan<br />
la ubicuidad escurridiza y volátil de este tipo de colectivo. Ciertamente se trata de<br />
una situación paradójica. Sustentada en la tradición liberal de una individuación extrema,<br />
al mismo tiempo promueve un fuerte ethos de relacionalidad. O de hiperrelacionalidad,<br />
pues sólo se existe en relación, si se está en la red. (De ahí surge el nuevo escozor<br />
de época de nuestros <strong>jóvenes</strong>, cuando se les apaga el teléfono o no tienen conexión.<br />
Estar desconectado es dejar de existir.) Acaso sea dicha paradoja <strong>–</strong>individuación extrema<br />
junto con hiperrelacionalidad<strong>–</strong> la que explique algunas de las más llamativas contradicciones<br />
a las que los informantes vuelven una y otra vez, entre la importancia del trabajo<br />
colaborativo y las apropiaciones individuales; entre las prácticas de<br />
autoorganización y la dependencia tecnológica. Si por un lado las políticas <strong>digitales</strong> conllevan<br />
la centralidad de fórmulas consensuales y emergentes de reciprocidad y compartición<br />
(no previstas ni cerradas de antemano), de otra tenemos la práctica constante del<br />
encriptado, el cierre, la solidifi cación, la apropiación y certifi cación de la autoría individual.<br />
En el caso extremo de ese cierre están los movimientos en tiempo real del capital<br />
fi nanciero a través de <strong>redes</strong> tanto públicas como privadas, así como las prácticas de<br />
oligopolio de las que algunas fortunas amasadas en el negocio de la red son paradigma.<br />
Para Sassen (2005), la red es el lugar donde se expresan contradictoriamente y en su<br />
mayor radicalidad las prácticas encriptadoras del capital junto con las utopías libertarias<br />
de una democracia de base. De ahí la urgencia intelectual de interpretar adecuadamente<br />
el surgimiento de estas formas colaborativas, sus límites y condiciones de posibilidad.<br />
En un texto inédito, por ejemplo, Dorothy Silva y Luis Reygadas se preguntan, a<br />
propósito del compartir en la Web 2.0, en qué medida estas prácticas encarnan “un nuevo<br />
Kula” (2012). Richard Sennet, en su reciente libro sobre el artesano, hace uso del<br />
desarrollo de software libre como ejemplo de mantenimiento del don y la reciprocidad<br />
en continuidad con conceptos de trabajo y transmisión muy anteriores, propios de los<br />
saberes artesanales. Hay, fi nalmente, iniciativas loables en esa dirección, como el Laboratorio<br />
del Procomún que impulsa el MediaLab-Prado de Madrid en colaboración con<br />
empresas y particulares para generar compromisos prácticos en pro del fortalecimiento<br />
del dominio público y la defensa de saberes singulares de comunidades tradicionales,<br />
campesinas y <strong>urbanas</strong> amenazados por el expolio.