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jóvenes, culturas urbanas y redes digitales - Artica – Centro Cultural ...

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Jóvenes, <strong>culturas</strong> <strong>urbanas</strong> y <strong>redes</strong> <strong>digitales</strong><br />

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Pero todo régimen de conocimiento es también un régimen de poder, lo que lleva a nuevas<br />

formas de política en entornos <strong>digitales</strong>. Como dice Coleman, “aunque el hacking se<br />

percibe a menudo como apolítico, siempre tiende a evocar elementos políticos debido a<br />

la naturaleza del conocimiento en nuestra sociedad. La búsqueda de conocimiento, un<br />

componente central inequívoco del hacking, es una política de la transgresión porque el<br />

'conocimiento' que se busca a menudo es inaccesible (al menos potencialmente) a un<br />

nivel tecnológico o legal” (Coleman, 2003: 297). Esto es aplicable a toda forma de práctica<br />

en torno a la creación y distribución de conocimiento.<br />

En un mundo en el que cada vez más los ámbitos del trabajo y el consumo niegan a<br />

una gran parte de los <strong>jóvenes</strong> el acceso a los progresos de la modernidad, este se consigue<br />

en parte a través de las nuevas tecnologías. Como muestra Winocur (2009), el<br />

acceso a las <strong>redes</strong> y los contenidos que circulan en ellos es mucho menos desigual que<br />

la posesión del equipamiento necesario. Que el derecho a este acceso sea reconocido<br />

es una cuestión actualmente disputada. Poniéndose en el lugar de la generación más<br />

joven, dice Margarita: “Me has legado un mundo en el que lo más que voy a tener va a<br />

ser una habitación, vale. Nunca tendré un trabajo fi jo, vale. Nunca tendré jubilación,<br />

vale. Pero quiero estar conectado, quiero acceso a la cultura, porque la cultura es abundante,<br />

y como es abundante no me apliques ahí una escasez artifi cial. Y ahí hay una<br />

lucha que no tiene una expresión ideológica de izquierdas o derechas, va por otra galaxia.<br />

Pero yo creo que es una lucha impresionante”. Que esta cuestión tiene una dimensión<br />

política se ve claramente en los confl ictos a raíz de la elaboración y aprobación<br />

de la conocida como “Ley Sinde”, que tan importantes fueron en el origen de las<br />

movilizaciones del 15M en Madrid y el resto de España. En Culturas Híbridas, García<br />

Canclini se preguntaba: “¿Es posible democratizar no sólo el acceso a los bienes, sino<br />

también la capacidad de hibridarlos, de combinar los repertorios multiculturales que<br />

expande esta época global? La respuesta depende, ante todo, de acciones políticas y<br />

económicas” (García Canclini, 2009). La idea de procomún viene precisamente a intentar<br />

dar la respuesta a esa pregunta.<br />

Así pues, el nexo entre tecnología y política digital, entre construcción técnica y construcción<br />

político-moral, aparece inevitablemente en forma de confl ictos en torno a la<br />

propiedad intelectual. Y lo hace debido a la naturaleza del conocimiento en nuestra sociedad.<br />

Esta dimensión política no depende principalmente de la motivación activista<br />

previa de los hackers o de aquellos que hacen de la relación con la tecnología una forma<br />

de vida. Surge de la relación entre las prácticas y el contexto en el que se ejercen.<br />

Los datos etnográfi cos confi rman esto. Aparece un discurso crítico con la Web 2.0 y el<br />

funcionamiento de las <strong>redes</strong> sociales. Aparecen preocupaciones sobre la circulación<br />

del conocimiento, la privacidad, la gestión de la propiedad intelectual, la neutralidad de<br />

la red o su apertura y transparencia. Son palabras clave para entender la política de la<br />

construcción de infraestructuras tecnológicas. Y este discurso aparece al hilo de sus<br />

propias prácticas. Escribe Kelty: “las técnicas y los principios de diseño usados para

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