jóvenes, culturas urbanas y redes digitales - Artica – Centro Cultural ...
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Jóvenes y corrientes culturales emergentes<br />
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a que el tema pueda prestarse en los medios y la naturalidad con la que los propios actores<br />
la asumen, Amparo disecciona las complejidades semióticas de una situación en la<br />
que el usuario se convierte, simultáneamente, en sujeto fotografi ador, objeto fotografi ado<br />
y espectador del resultado. Accedemos así a una acepción reveladora del concepto de<br />
tendencia: no como una realidad externa que alguien pueda manipular, liderar o crear,<br />
sino como prácticas que nos atraviesan, constituyéndonos como sujetos. Hacerse retratos<br />
y compartirlos es un fenómeno de este tipo. Resulta un excelente analizador de las<br />
implicaciones subjetivas, corporales y de género de los procesos tecnológicos.<br />
La circulación de fotografías en la red habla de una doble inscripción de los cuerpos. Si<br />
por un lado la imagen queda inscrita sine díe en el espacio virtual, accesible a otros más<br />
allá de la deriva biográfi ca, por otro el propio cuerpo se disciplina, se libera, se acomoda o<br />
normaliza según las diversas modalidades de esa mirada real o imaginada que viene de<br />
la red. (Como escribió lúcidamente Paul Claval, en tanto falsa ventana, todo cuadro es al<br />
tiempo un sitio donde mirar y desde el que ser mirado. En esto, las pantallas modernas<br />
siguen funcionando como interfaces interactivas de un doble juego que probablemente<br />
ya habían iniciado, a su manera, la pintura, el fresco y el tapiz; cf. Claval, 2003: 75).<br />
Los efectos de la doble inscripción corporal se exhiben en ese catálogo contemporáneo<br />
<strong>–</strong>prolijo, fascinante y difícilmente verbalizable<strong>–</strong> de las poses, los gestos, las muecas, los<br />
espejos, las luces y los disfraces puestos en escena. El fenómeno va de los usos más banales,<br />
púramente fáticos, del intercambio de imágenes personales entre amigos y amigas<br />
a los juegos de seducción; del coqueteo a la abierta desnudez; de los experimentos<br />
sobre la identidad personal a las invenciones e inversiones estético-artísticas y otros juegos<br />
de mayor riesgo. Lasén se preocupa, en todo caso, de recortar bien los límites de<br />
esta forma de mirada frente a otras como las del espectáculo, la vigilancia o el voyerismo,<br />
donde la distancia entre el que mira y su objeto se torna máxima. Nuestra interpretación,<br />
a partir de la experiencia elocuente de los propios actores, conduce en cambio a<br />
reconocer otros perfi les más benignos: la posibilidad de reconciliación con el propio cuerpo,<br />
de gustar a otros y otras, de benefi ciarse del retoque y el Photoshop, de contemplarse<br />
bajo el halo glamuroso del fotograma. Experimentar la autenticidad: ser yo mismo. O<br />
la máscara: la libertad de no ser siempre yo mismo. La posibilidad de “currarse el cuerpo”<br />
en sus marcas, adornos y escorzos. La posibilidad (sea liberadora o vergonzante) de<br />
transgredir límites, probando nuevas formas de masculinidad y feminidad. En último<br />
análisis los cambios de los que venimos hablando son de hondo calado, resignifi can lo<br />
que a partir de ahora habremos de llamar privacidad, intimidad y subjetividad. Queda sin<br />
cerrar la cuestión de quién sea fi nalmente ese sujeto que se expresa en la pose retratada<br />
y el gesto retratador. Más allá del individuo singular, adivinamos la presencia del sujetored<br />
como protagonista de esas nuevas convenciones.<br />
El conjunto se completa con una comparación cuantitativa entre México y España<br />
con base en el cuestionario que se pasó, a fines de septiembre de 2011, a una<br />
muestra de internautas de ambos países. Contiene información sobre tres bloques