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jóvenes, culturas urbanas y redes digitales - Artica – Centro Cultural ...

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Jóvenes, <strong>culturas</strong> <strong>urbanas</strong> y <strong>redes</strong> <strong>digitales</strong><br />

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5. Transversalidad de saberes. Otra marca de época que signa la fi gura del trendsetter es la<br />

realización de experimentos “inter” de todo tipo: intergeneracionales, interculturales, internacionales,<br />

interdisciplinares. Ese cruce de fronteras no se produce sin controversia. Lo<br />

acompaña una deslegitimación de instancias de sanción del conocimiento, tanto institucionales<br />

(la escuela, principalmente, pero también los conservatorios, academias y parlamentos)<br />

como comerciales (los medios convencionales y otras agencias de difusión).<br />

Posee así una importante dimensión política, cuestionando las lógicas de la representación.<br />

Este aspecto se hizo evidente durante las protestas del 15M, así como en la fuerte<br />

reacción de los internautas ante la llamada “ley Sinde” en España, la cual trataba de regular<br />

las descargas en la red. Tiene también una innegable dimensión estética, alentando un<br />

ethos transgresivo y liminal. Pues eso que se viene a llamar tendencia consiste, entre<br />

otras cosas, en producir un margen, violar una expectativa, huir de las reglas, atravesar un<br />

límite, transgredir un orden establecido <strong>–</strong>aunque a estas alturas de la posmodernidad ignoremos<br />

qué queda todavía en pie de dicho orden<strong>–</strong>.<br />

Como advertimos más arriba, esto lleva a un dejà vu de la lógica de las vanguardias estéticas<br />

del siglo XX, del dadá y el futurismo al situacionismo sesentayochista. Hay además en<br />

la transversalidad una dimensión gnoseológica: frente al conocimiento certifi cado y titulado,<br />

triunfan el do-it-yourself, el saber práctico, las astucias y atajos. Y una dimensión<br />

cotidiana, al cortocircuitar en una lógica prosumidora tendente a entremezclar las cosas<br />

aquellos valores codifi cados en las separaciones higiénicas que contenían los sagrados<br />

couplets trabajo/ocio, consumir/producir y público/privado. La arqueología de cada una<br />

de estas categorías remite posiblemente a diversos momentos formativos de nuestra<br />

modernidad (los del capitalismo de producción, el capitalismo de consumo y la esfera pública,<br />

respectivamente). En esa productividad bullente del consumidor, como la llamara<br />

Michel de Certeau, lo que encontramos es, antes que una resistencia o una sumisión a los<br />

poderes que dictan tales separaciones, un ramillete de tácticas oportunistas del signo<br />

más variado. En esa medida, la noción de prosumidor resultará siempre ambivalente. No<br />

da lugar ni a celebración ni a denuncia sistemáticas. Más que verla como una realización<br />

de las promesas emancipatorias del capitalismo fl exible o, a la inversa, como un espejismo<br />

donde se materializan la alienación y la dependencia, nos parece un espacio de suspensión<br />

y contradicciones <strong>–</strong>entre agencia y paciencia, entre autonomía y dependencia.

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