152Así fue como la burguesía nacional al apoderarse de los símbolos del pasado aristocrático monárquicoeuropeo y adaptándolos de un modo criollo, produjo un producto autóctono, aunque con matices extranjeros,que definieron una “identidad nacional”. Esto quedó claramente evidenciado en uno de los dormitorios dehuéspedes de la residencia de J. José de Urquiza (1801-1870), con mobiliario de influencia portuguesabrasilera(ver ficha de la matriz de datos iconográfica N° 14) y el propio dormitorio de Urquiza, con mobiliariofrancés de la Casa Jeanselme Frères de París (ver ficha de la matriz de datos iconográfica N° 21). Siendoesta mezcla o hibridación de muebles portugueses-franceses un claro ejemplo del denominado “sincretismomaterial doméstico criollo-francés”.Eduardo Gentile sostiene que la década del Ochenta experimentó un crecimiento material en medio de unaecléctica confusión estilística que aportó los “nuevos símbolos” y significados que requerían los nuevosprogramas (económicos) de esta generación; brindando una “identidad” argentina (aunque halla sido tomadaprestada de Francia). Legítima al final de cuentas en tanto había sido amalgamada en el país que laArgentina había decidido tomar como modelo en tantos aspectos.Efectivamente: “(…), las elites requerían distinción, dado que la exhibición era un rasgo del parvenu, delnuevo rico. (…) Consecuentemente, la década del Ochenta experimentó un crecimiento material en medio deuna ecléctica confusión estilística. (…), palacios de mármol donde se amontonan todas las pruebas de suopulencia.” (s/n).Por lo que lo nuevos programas económicos (capitalistas de la Generación de 1880) requerían nuevosescenarios para exhibirse (escenarios decorativos casi teatrales); así se abandonaron las viejas casonas depatios, con reminiscencias coloniales de sus padres y abuelos. Todo estos cambios tipológicos, morfológicos,estéticos y estilísticos arquitectónicos convergieron en una resemantización de la vivienda; donde a lacondición de “objeto de uso” de la casa (como eran las antiguas casonas de herencia colonial española ocasas patriarcales denominadas casas chorizo), se le agregó la de “signo” de su situación social (adinerada)que los nuevos palacios afrancesados cumplían muy bien.Entonces, la casa y sus ambientes con su mobiliario y objetos de arte, serían símbolos de clase social,prestigio y status (fiel reflejo del nivel socio-económico y cultural alcanzado por sus dueños). Así, pasándosede la sencillez al lujo ostentoso, las obras de arte eran signos de educación (conocimiento sobre arte) y delbuen gusto de sus poseedores, lo que a su vez refería a aristocracia. De este modo el arte, además de serusado para la contemplación y el goce, fue usado como signo de situación social, de quienes lo podían pagarpara exhibirlo (brindando pertenencia a un grupo social reducido).Por lo cual afirmamos que las viejas casonas de patios y galerías laterales de los padres y abuelos de laGeneración de 1880 (las antiguas casas patriarcales o casas chorizo con su mobiliario colonial), como era la
153de Tomás Manuel de Anchorena (1783-1847); referían únicamente a la «denotación» (o función a secas) ensentido estricto. Pero sus descendientes, como Aarón Anchorena 176 (1877-1965), quien supo reunir riqueza,buen gusto y exitosas empresas, incorporarían a la citada denotación-funcional la «connotación» (estéticosimbólica)de la arquitectura Beaux Arts y del mobiliario francés de los siglos XVII y XVIII.Efectivamente, Tomás Manuel de Anchorena no deseaba en su casona de viejo estilo colonial de Cangallo97, ni lujo ni aparato (dado que la casa de estilo sencillo era solo para ser usada). Estas tipologías de “casaschorizo” (tipología de patio lateral y cuartos en ristra) con galería llegaban a tener en algunos casos hasta 17habitaciones, 2 cocinas, 2 cuartos de baño, 3 patios (con puerta de hierro en el 2do. y el 3er. patio), 2 aljibes,aguas corrientes, y otras comodidades para la época (que nos hablan de sus dimensiones y capacidades dealbergar personas pero no para ostentar riqueza). Pero sus descendientes, como Aarón Anchorena,buscarían de sus hogares el lujo, brillo y confort (valor simbólico de clase social, prestigio, status socioeconómicoy cultural).La exhibición del rango social, a través de la ostentación de riquezas se hizo presente en la nuevaarquitectura ecléctica; dado que las nuevas generaciones de elite necesitan ser reconocidos como lo fueronsus padres y abuelos y donde los recién llegados a la cima también necesitan ser aceptados rápidamente(como Aarón Anchorena). Así las grandes mansiones afrancesadas tuvieron sobre todo una funciónpredicativa, señalar que el propietario era “gente bien”; función ausente en la casa patriarcal, donde elapellido bastaba (como el de Tomás Manuel de Anchorena). Así, estos palacios de herencia francesa (comoobjeto de símbolo de status), además de servir para vivir, servía para ostentar el prestigio de quien lohabitaba.En estos palacetes, pequeños hoteles u hoteles particulares, asume una función semántica muy fuerte (en lasantiguas casonas coloniales alguna vez se usaron los blasones o escudos de armas de cada linaje, que secolocaba sobre la portada, y era un antiguo signo hispánico). Pero el mensaje que emite el “hôtel privé” o el176“Aarón Anchorena: Representante de la alta burguesía, supo reunir riqueza, buen gusto y exitosas empresas.Apuesto, culto, refinado, seductor y heredero de una de las fortunas más grandes –si no la más grande- de la Argentina “de las vacas gordas”, AarónAnchorena parecía predestinado a llevar una vida social intensa y llena de brillos más o menos efímeros.En más de un sentido, el joven tenía todas las condiciones para convertirse en una figura emblemática de la oligarquía ganadera del país, en sumomento de máximo esplendor.Consciente tal vez de las responsabilidades que supone el haber nacido en cuna de oro, Aarón no se resistió a asumir ese papel. Por el contrario, loalimentó con sus festejadas hazañas deportivas, y sus legendarias conquistas amorosas, convirtiéndose desde muy temprana edad en el niño mimadode la alta sociedad de ambos lados del Atlántico.En su temprana juventud, no sólo estrechó vínculos, de clase y de amistad, con la flor nata de la burguesía argentina, sino que aprovechando sucondición de secretario de la Legación Argentina en parís, alternó con la más rancia aristocracia europea.Una lista de sus compañeros de aventuras –cacerías en África, en la Liberia o en Bengala; viajes en los primeros globos aerostáticos en compañía deSantos Dumont o de Jorge Newbery, yachting y auténticas regatas transatlánticas; competencias automovilísticas, turf, excursiones de pesca, viajes apaíses exóticos; expediciones no exentas de riesgos ni de dificultades, y por supuesto aventuras de “salón”, actrices y cantantes de moda, cenasopulentas a bordo del yate, bailes de máscaras con disfraces que parecen inspirados en los cuentos de Las mil y una noches-, comprendeintegrantes de varias Casas Reales europeas, incluidos los Borbones, los Hohenzollern, la familia del Zar, los príncipes de Colloredo Mansfield, loscondes de Castelbajac, Viel-Castel o Fritz james, los barones de Rothschild y una lista abrumadora –y aburrida- de nombres que representan a unaEuropa “de sangre azul”, cuyos brillos acabarían por apagarse del todo en la Primera Guerra Mundial.” Baccino de Ponce León, Napoleón. AarónAnchorena. Una vida privilegiada. Sudamericana. Buenos Aires. 1999. (Citado por Andrés Carretero. Vida cotidiana en Buenos Aires. Tomo III(1918-1970). Editorial Planeta. Buenos Aires. 2000).
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