Recuadro 5.8Movilización contra el riesgo a desastres en CubaAl igual que otros países del Caribe, Cuba esta expuesta aimportantes amenazas de tipo climatológico. Entre 1998 y 2008,el país sufrió los efectos de 20 ciclones tropicales, de los cuales14 tuvieron categoría de huracán.Sin embargo, las medidas adoptadas desde los años setentahan permitido reducir considerablemente el impacto de esosfenómenos. Entre las acciones que han contribuido a este logrofigura su sistema de defensa civil, en el que participan todos losactores sociales (militares, funcionarios del Gobierno, empresas,cooperativas y los propios ciudadanos).La activación del sistema de alerta temprana y los preparativosrealizados antes de que el huracán Michelle azotara la isla, en2004, es lo que permitió limitar el número de víctimas. Nada másconocerse la amenaza, se puso en marcha un plan de evacuaciónen 12 sedes provinciales y 150 sedes municipales de la defensacivil. El plan movilizó a 87.000 personas y 5.000 vehículos. Entotal, fueron evacuadas 700.000 personas, de las cuales 270.000recibieron abrigo temporal. La operación incluyó 777.000animales, llevados a áreas más seguras.Fuente: PNUD (2010). EIRD/<strong>ONU</strong> (2004).Vientos de 220 kilómetros por hora azotaron Cuba entre el 4 y 5de noviembre, con un balance final de cinco muertos y 12 heridos.Los daños materiales fueron cuantiosos, especialmente por losestragos causados a la infraestructura y la agricultura, pero elbalance habría sido mucho peor de no haber sido por las medidasadoptadas.Cuba ha seguido mejorando los mecanismos disponibles parareducir el riesgo de desastres. En 2005, comenzó a instaurarCentros de Gestión para la Reducción de Riesgo (CGRR), unaimportante herramienta de prevención y toma de decisiones paralos gobiernos locales con mayor exposición a los peligros, quepermiten una mayor eficacia en la planificación y adopción demedidas de protección.Un balance de las operaciones preventivas mostró que, entre 1998y 2008, más de un millón de viviendas cubanas fueron afectadaspor ciclones, causantes también de pérdidas valoradas en 18.000millones de dólares. En ese periodo, fueron evacuadas un total de11 millones de personas, lo que ha permitido limitar el número devíctimas mortales a 35.o en zonas rurales. Esto puede estar relacionado con lacapacidad de gestión del riesgo y de inversión, que sueleser débil en las ciudades más pequeñas.Entre ciudades, y en su interior, existen diferenciasimportantes en la vulnerabilidad de los distintos barrios.Influyen factores sociales y características físico-espaciales.Una buena proporción de los asentamientos de la región,muchos de ellos surgidos de manera informal en etapasde fuerte crecimiento urbano en áreas periféricas, estánubicados en zonas de riesgo, ya sea por su proximidad aun volcán, su inestabilidad por la pendiente o el tipo desuelo, su cercanía al mar y escasa altura o por encontrarseen zonas inundables.Las poblaciones más pobres tienden a ser más vulnerablesa las consecuencias de la degradación del ambiente y a lasamenazas naturales. Altos porcentajes de población pobrehabita en zonas con una infraestructura residencial ysocial precaria, y en entornos ambientales degradados 50 , loque se traduce en un impacto desmedido de las amenazasy en una cuota desproporcionada de los desastres. Unasituación de estas características se dio en Haití en 2010,donde la conjugación de amenaza y vulnerabilidadcausaron una tragedia de grandes proporciones. El género,la edad y la etnia también influyen en la vulnerabilidad,combinándose en muchos casos 51 .La concentración demográfica, de industrias einfraestructura en las ciudades hace que estas sufranespecialmente el impacto de los fenómenos naturales, peroesa misma concentración también ofrece la oportunidadde desarrollar estrategias adecuadas para prevenir susefectos, mitigarlos y adaptarse. Las autoridades locales, lapoblación urbana y los actores económicos de las ciudadestienen un papel fundamental en su aplicación.De la misma manera que la acción del hombre puedeexacerbar los efectos de los fenómenos naturales, tambiénpuede mitigarlos. Se puede reducir la vulnerabilidad conun adecuado ordenamiento del territorio, con sistemas dealerta temprana, infraestructura adecuada e institucionesmás fuertes. La construcción con medidas adecuadas a lascaracterísticas de cada terreno o un mejor diseño de losedificios, como ya se hace en Ciudad de México, puedenamortiguar el impacto de un terremoto. La difusión deinformación a la población y el reconocimiento oficial delriesgo ayudan también a preparar a las comunidades aprevenir pérdidas humanas y materiales.La preservación de los ecosistemas contribuye, igualmente,a reducir los efectos de esos eventos. Por ejemplo, un usomás adecuado de la tierra y la conservación de la forestafavorece la absorción de las aguas, reduciendo el riesgoa inundaciones y deslizamientos; la conservación de losmanglares ofrece una barrera natural frente a los vientostropicales y los oleajes. En contraste, prácticas como ladeforestación, la sobreexplotación de recursos naturalesy la urbanización inadecuada aumentan el riesgo dedesastres.La vulnerabilidad al desastre es mayor en los países conbajo desarrollo 52 . Lo que es peor, los países en desarrolloson, precisamente, los que tienen menos recursoshumanos, financieros y técnicos para atender situacionesde emergencia y la reconstrucción de la zona devastada.Los eventos extremos en zonas vulnerables suelen causarla interrupción de servicios básicos y la continuidad y126 Estado de las ciudades de América Latina y el Caribe • 2012
eficiencia de las actividades económicas. No solo reducenla capacidad de generar riqueza, sino que también obligana destinar recursos para la reconstrucción. Asimismo,una secuencia de desastres puede afectar la senda deldesarrollo 53 .Ayuda humanitaria y desarrollosostenibleTras un desastre, la reconstrucción representa unaoportunidad para revertir la herencia histórica y evitarlos errores del pasado, pero, en muchas ocasiones, losprocesos son incompletos, generando una vulnerabilidadadicional que puede conducir a daños y pérdidas mayoresante el siguiente evento.En los países pobres, son las comunidades quienesaportan los esfuerzos esenciales para la reconstrucción.Por lo general, el Estado y los municipios no tienen lacapacidad para financiar, orientar y coordinar eficazmentela reconstrucción y suelen limitarse a las infraestructurasprincipales.La respuesta inmediata a desastres de grandes dimensionessuele incluir la instalación de refugios transitorios, algoque absorbe recursos importantes sin necesariamentecontribuir a la reactivación de la economía local.Desafortunadamente, los refugios raramente estándestinados a una consolidación progresiva y segura, y losbeneficiarios quedan, a veces, confinados durante años aun hábitat muy vulnerable.Un problema adicional se produce cuando hay unadistribución desigual de los recursos existentes para lareconstrucción. Los pobres no solo sufren más el impacto,sino que pueden llegar a beneficiarse mucho menos delas ayudas. Un ejemplo se vio en Honduras, donde laproporción de bienes perdidos debido al huracán Mitch,en 1998, superó el 31% entre el 25% de población máspobre, en tanto que entre el cuartil más rico fue del 7% 54 .Para la reconstrucción, este último grupo de poblaciónrecibió una ayuda promedio de 320 dólares por hogar,mientras que el más pobre recibió menos de la mitad.En ausencia de políticas apropiadas, la ocurrencia de undesastre tiende a activar un círculo vicioso 55 en el que seprofundizan las brechas sociales y socioespaciales.Una forma de combatir ese proceso es incorporar demanera sistemática criterios de reducción de riesgos enel diseño y la ejecución de los programas de preparaciónpara las situaciones de emergencia, de respuesta y derecuperación. Los países han invertido sumas importantesen la gestión de desastres, concentrándose en la respuestade emergencia, pero la factura de la reconstrucción podríadisminuir significativamente si parte de esa inversiónestuviera dedicada a la prevención.Verapaz, El Salvador. Trabajos de reconstrucción luego de la tormenta tropical “Ida” en el año 2009. © Iliana LemusMedio ambiente y gestión del riesgo 127
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