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IBEROAMÉRICA

Miradas2015

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CAPÍTULO 1<br />

Durante esos primeros años de la colonia española en América prácticamente se sientan las bases<br />

de lo que serán los siguientes tres siglos de dominio por parte de la Corona, y en un principio<br />

llegó a abarcar desde las Californias, en el noroeste, hasta el centro, y la Florida en el noreste del<br />

continente, además de lo que ahora es buena parte de América Central y hasta Filipinas.<br />

Después de los primeros años de iniciada la conquista, uno de los problemas que debieron resolver<br />

los invasores fue el de la explicación sobre el origen de esas poblaciones de las cuales no<br />

habían tenido noticias. Es así que en 1537 el Papa Paulo III decretó que los indígenas americanos<br />

«eran verdaderos hombres que no podían ser privados de su libertad ni de su propiedad» 24 a partir<br />

de la intervención de Francisco de Victoria y Bartolomé de las Casas, lo que por un lado representó<br />

la posibilidad de evangelizarlos y, por otro, incorporarlos al sistema colonial implantado a través<br />

de las encomiendas. 25 No hay que olvidar que, desde el inicio, «las normas y el contenido de la<br />

educación de los indígenas americanos se entregó a la Iglesia». 26<br />

De acuerdo con Renata Meyer, en Perú<br />

[…] las escuelas, nacidas a la sombra de los conventos, tuvieron cuatro [sic] funciones: 1) enseñar<br />

a leer, escribir y contar; 2) enseñarles las verdades de la fe en las cartillas que utilizaban<br />

para aprender a leer; 3) alentar a los infantes para que fueran los evangelizadores de sus<br />

propias familias.<br />

[…] A su vez, para la administración española, [la] nobleza [incaica] resultaba de capital importancia,<br />

en primer lugar porque la mediación con el capital humano y su fuerza de trabajo era<br />

imposible hasta que se lograse el conocimiento de las lenguas y características sociales de<br />

los nuevos vasallos. Para alcanzar tales objetivos era necesario que, al menos, un sector de los<br />

europeos adquiriese tales habilidades, pero en los primeros siglos de la colonia, no había un<br />

número suficiente que tuviese la capacidad de hacerlo. Quedaba como único recurso fortalecer<br />

la lealtad de los nobles incaicos protegiendo sus recursos y educando a sus hijos para que,<br />

desde su niñez, fueran los dirigentes necesarios para el control del Estado español.<br />

«En 1621, los jesuitas fundaron el Colegio de San Borja en el Cuzco, para educar a los hijos de<br />

los caciques de este obispado, así como a los de Huamanga y Arequipa, en doctrina cristiana,<br />

leer, escribir y contar, y música» 27 (Garrett, 2009).<br />

El esfuerzo más concreto para expandir el proceso educativo más allá del estrato aristocrático<br />

que pudo asistir al colegio cuzqueño, fue el que llevó adelante el obispo de Trujillo, Baltazar<br />

Jaime Martínez Compañón, […] [quien pensó] en la eficacia de una educación mucho más generalizada<br />

que la existente y que llegase organizadamente a la mayor cantidad de indígenas.<br />

Poniendo en práctica estas ideas, el obispo diseñó un plan ambicioso en tres líneas de educación:<br />

1) escuelas de primeras letras en las comunidades indígenas; 2) colegios o internados<br />

en Trujillo y Cajamarca, y 3) seminarios para formar misioneros en Lambayeque y Piura. Asistir<br />

a las escuelas primarias era obligatorio para los niños de 5 a 10 años y niñas de 4 y 8 años, y<br />

24<br />

Warman, 2003, p. 67.<br />

25<br />

Sin embargo, la defensa jurídica, filosófica y teológica de los indios durante el siglo xvi no se dio para los africanos<br />

esclavizados, por el contrario, el mismo Fray Bartolomé solicitaba a la Corona española la introducción de esclavos<br />

africanos como un remedio para aligerar la carga de las labores exigidas a los indígenas.<br />

26<br />

Meyer, 2014.<br />

27<br />

Garrett, 2009.<br />

26

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