Obras completas de SAN AGUSTÍN - 10

446 Sermón 375 B
está la muerte? ¿Acaso hay muerte en la Palabra? ¿Acaso tiene
sangre la Palabra? Si en la Palabra no hay ni muerte ni
sangre, ¿dónde está nuestro precio? ¿O es que no es nuestro
precio su sangre? ¿Cómo podría pagar ese precio de haber
permanecido siendo sólo la Palabra, de no haber asumido la
carne la Palabra? Una carne vivificada por alma humana, para
que como la Palabra no podía recibir la muerte, la recibiera
solamente la carne, a la que vivificaba su alma. Pues ni siquiera
podía recibir la muerte el alma; alma que, adherida a la
divinidad, era un solo espíritu, porque el Señor se había revestido
de ella, no porque ella hubiera creído en él, según está
escrito de nosotros: Quien se une al Señor, se hace un solo
espíritu. Cuando aún éramos infieles, nosotros no éramos dignos
de ello y estábamos alejados de Dios; mas por nuestra fe
nos adherimos a él. Aquella alma, en cambio, fue creada digna
de la unión a Dios cuando, recién creada y virgen, fue asumida
en la unidad de la persona divina. Al separarse de ella esta
unidad y singularidad de dos espíritus desiguales, murió la
carne, la cual, recibiendo su vida de un nuevo modo y de otra
clase de la misma unidad de ambos espíritus, fue abandonada
por un pequeño espacio de tiempo. Dios, que es espíritu, y el
espíritu humano, su imagen, son inmortales.
5. Así, por tanto, se dirige a nosotros, en cierta manera,
el Señor, nuestro Dios y nuestro Salvador, diciéndonos: « ¡Oh
hombres! ; yo hice al hombre derecho, y él se torció. Os apartasteis
de mí y perecisteis en vosotros. Mas yo he de buscar
Ubi sanguis? ubi mors? Numquid mors in Verbo? numquid sanguis in
Verbo? Si nec mors in Verbo, nec sanguis in Verbo, ubi [26] pretium
nostrum? Annon pretium nostrum sanguis est eius? Unde ergo daret hoc
pretium, si maneret solum Verbum, nisi carnem assumeret Verbum? Carnem
autem de anima humana viventem: ut, quoniam Verbum occidi non
poterat, occideretur sola caro, quae de sua anima vivebat. Ñeque enim vel
anima occidi poterat: quae anima divinitati adhaerendo unus spiritus erat,
ipso domino dumtaxat eam se induente, non ipsa in illo credente, sicut de
nobis scriptum est: Qui adiungit se domino, unus spiritus est (1 Cor
6,17). Nos enim, cum infideles essemus, indigni eramus, et a deo alieni;
credendo autem adhaesimus deo. Illa autem anima adhaesione dei digna
creata est, cum in personae divinae unitatem nova rudisque adsumta est.
Qua unitate ac síngularitate duorum spirituum inaequalium discedente
caro mortua est, quae de ipsa duorum spirituum unitate novo modo novoque
genere vivens, id est, geminam et admirabilem vitam habens,
parvo tantummodo tempore derelicta est. Deus enim spiritus, et imago
eius humanus spiritus, immortales sunt.
5. Sic ergo nos alloquitur quodammodo dominus deus noster, salvator
noster, dicens: O nomines, feci hominem rectum, et fecit se ipse
perversum. A me recessistis, in vobis peristis: ego autem quaesiturus
Cristo murió por nosotros 447
lo que se había perdido. Os alejasteis de mí, dijo, y perdisteis
la vida: Y la vida era la luz de los hombres. Ved lo que dejasteis
cuando perecisteis todos en Adán. La vida era la luz
de los hombres». ¿Qué vida? En el principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Ella era la vida, mientras vosotros yacíais en vuestra muerte.
La Palabra no tenía en qué morir; tú, hombre, no tenías de
qué vivir. Porque Cristo el Señor se ha dignado, recibí sus
palabras; si él recibió las mías, ¡cuánto más yo las suyas!
Hablando, por así decir, a las cosas mismas en silencio, dice
Cristo el Señor: «No tenía en qué morir; tú, hombre, no tenías
de qué vivir; asumí de ti en qué morir por ti; asume tú
de mí de qué vivir conmigo. Hagamos un contrato: yo te doy
a ti y tú me das a mí. Yo recibo de ti la muerte; recibe tú de
mí la vida. Despierta; mira lo que te doy y lo que recibo.
Siendo excelso en el cielo, he recibido de ti la humildad sobre
la tierra; soy tu Señor, y he recibido de ti la forma de siervo;
soy tu salud, y he recibido de ti tus heridas; soy tu vida, y he
recibido de ti la muerte. Siendo la Palabra, me hice carne para
poder morir. Junto al Padre no tenía carne; la tomé de tu
masa para donártela —la virgen María era de nuestra masa;
allí asumió Cristo la carne de nosotros, es decir, del género
humano—. Recibí de ti la carne en que morir por ti; recibe
de mí el espíritu vivificador de qué vivir conmigo. Para acabar,
he muerto en lo tuyo; vive tú de lo mío».
6. Por tanto, hermanos, cuando oís que nació de la vir-
sum quod perierat. A me recessistis, inquit, vitam perdidistis: Et vita
erat lux hominum (lo 1,4). Ecce quod reliquistis, quando in Adam omnes
peristis. Vita erat lux hominum. Quae vita? In principio erat Verbum,
et Verbum erat apud deum, et deus erat Verbum (ib., 1). Vita
erat: vos in morte vestra iacebatis. Verbum, unde morerer, non habebam:
homo, unde víveres, non habebas. Quia dignatur dominus Christus,
suscepi verba eius: si ipse mea, quanto magis ego eius! Quodammodo
in silentio rebus ipsis loquens dominus noster Christus dicit: Unde
morerer non habebam: homo, unde víveres non habebas. Assumsi de te
unde morerer pro te: assume de me unde vivas mecum. Commercia celebremus:
do tibi, da mihi. Accipio a te mortem: accipe a me vitam.
Expergiscere: vide quid dem, quid accipiam. Excelsus in cáelo, accepi a
te super terram humilitatem: dominus tuus, accepi a te formam servi:
sanitas tua, accepi a te vulnera: vita tua, accepi a te mortem. Verbum,
caro factus sum, ut mori possem. Carnem apud Patrem non [27] habebam:
de massa tua sumsi, unde tibi erogarem —Virgo Maria de massa
nostra erat; ibi assumsit Christus carnem a nobis, id est, a genere humano—
Accepi a te carnem, unde morerer pro te: accipe a me spiritum
vivificatorem, unde vivas mecum. Postremo mortuus sum de tuo: vive
de meo.
(833) 6. Ergo, fratres, quando auditis, Natus est de Spiritu ex vir-