Año 10, t. 14, entrega 1 (1903) - Publicaciones Periódicas del Uruguay

164 Anales de la Universidad
Son inmensamente más proporcionales los derechos ad valorem.
El inconveniente que se les señala, de producir mucho cuando el
producto se encarece y de redituar poco cuando el artículo se abarata,
constituye precisamente el gran mérito del sistema, del punto
de vista de la proporcionalidad del impuesto. Verdad es que se dice
que la aduana grava el consumo y no el valor que ese consumo representa.
Hay excesivo radicalismo en la proposición. La aduana
grava el consumo, pero sobre la base del valor de ese consumo,
estableciendo cuotas bajas cuando se trata de artículos de primera
necesidad y cuotas altas para los artículos de lujo. Cuando
se sanciona un derecho específico, 6 se reforma alguno de
los existentes, lo primero que hace la aduana al formular el proyecto
y lo primero que hace la asamblea al discutirlo, es averiguar
el tanto por ciento, es decir, la cuota ad valorem, á que corresponde
el derecho específico de que se trata. Sólo así se sabe
si es un impuesto alto, bajo ó razonable. Pero el derecho ad valorem,
que es perfectamente justo en principio, no puede aplicarse
en toda su amplitud sin causar grandes y temibles trastornos en la
aduana y en el comercio. Cada mercadería debería tasarse individualmente
en el acto de su despacho. ¡Cuánto tiempo perdido, y sobre
todo, cuánta arbitrariedad en los aforos! Ha tenido que recurrirse
á las tarifas de avalúos, donde anticipadamente, cada año ó
cada seis meses, se establece el precio indeclinable de las mercancías.
Nuestra tarifa establece en materia de camisas diez clases, en
materia de gorras diez y nueve clases, en materia de sombreros
diez y siete clases. Por abundantes que sean las clasificaciones, jamás
pueden, sin embargo, tenerse en cuenta todas las oscilaciones
de valor. Las camisas de hilo están aforadas á 24 pesos la docena
y las camisas de algodón con vista de hilo á 10 pesos la docena.
Pero salta á los ojos, que en cada uno de esos rubros existen corrientemente
notables diferencias de precio, que la tarifa no podría
reproducir racionalmente ni aun duplicando ó triplicando las
cuatro mil clasificaciones que establece la nuestra. Quiere decir,
pues, que con excepción de aquellos pocos artículos en qne se
mantiene el aforo á la vista, por la imposibilidad absoluta de tarifarios,
el derecho ad valorem pierde en la práctica una buena parte
de la proporcionalidad, y por consiguiente, de la rigurosa justicia
que se le reconoce en principio.