Estereotipos negativos hacia la vejez y su relación con variables ...

Estudio empírico
desenvolverse en la vida cotidiana y la imposibilidad de autonomía, es un motivo de gran
intranquilidad y desazón entre esta población. Por ello, el deterioro de salud percibido,
aunque no les limite estas actividades, puede afectar a su estado de animo. Así, el
retraimiento al ámbito domestico y familiar más cercano puede llegar a ser consecuencia
de la salud percibida más que de los problemas objetivos de salud. Así, en estos
informes se ha encontrado que la percepción del estado de salud es más determinante
del riesgo de sufrir dependencia que el hecho mismo de padecer enfermedades.
No obstante, Lehr (1980) encontró que la mayor parte de los sujetos mayores son
optimistas en cuanto a su salud, lo que coincide con el informe del IMSERSO (2002),
según el cual solo uno de cada cinco sujetos percibe su salud desfavorablemente.
Por otra parte, la importancia de la percepción de la salud en el comportamiento
del sujeto resalta en los problemas relativos al aislamiento. Así, hay autores que
consideran que el riesgo principal de las personas de edad avanzada reside en el ámbito
de los contactos sociales, puesto que unas condiciones de salud desfavorables en
cuanto a la posibilidad de movilidad física favorecen la soledad social (Iglesias de Ussel,
2001). Así, la simple sensación de la pérdida paulatina de salud puede predisponer a
muchos mayores negativamente para la participación social, Si a esto se añade que la
desgana respecto a desplazarse, influenciado por el deseo de evitar esfuerzos, aumenta
de forma progresiva con la edad avanzada (Lehr, 1980), como consecuencia es fácil que
se incremente la incapacidad para moverse.
Lehr (1980) considera que el aislamiento social en que se encuentran muchos
sujetos de edad avanzada puede ser también una consecuencia de la falta de intereses
de estas personas, puesto que si permanecen fijadas en sus pensamientos a las
molestias corporales, limitan con ello su espacio vital. De esta forma, para esta autora, la
falta de contactos sociales puede considerarse también como causa concomitante de un
escaso estímulo mental. Desde esta perspectiva, la pobreza de intereses sería una
consecuencia de la pobreza mental que contribuiría a la soledad de los ancianos, sobre
todo en las capas sociales más desfavorecidas. Schmitz-Scherzer (1991) comprobó que
cuando peor percibían los sujetos la propia salud, tenían menos visitas y
comportamientos de ocio, y que desarrollaban mas pasividad general.
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