Estereotipos negativos hacia la vejez y su relación con variables ...
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Conclusión<br />
mayores. De igual modo, el presente trabajo puede aportar nuevos datos al espacio, aún<br />
muy reducido en España, de los programas de intervención psicológica <strong>con</strong> personas<br />
mayores. Así, puesto que han aparecido re<strong>la</strong>ciones significativas entre <strong>la</strong> puntuación en<br />
el CENVE y determinados hábitos de vida de los participantes que se asocian a <strong>la</strong> salud<br />
física y psicológica, parece adecuado hacer investigaciones <strong>con</strong> programas de<br />
intervención, diseñados <strong>con</strong> <strong>la</strong> finalidad de modificar <strong>la</strong>s creencias erróneas que pueden<br />
facilitar a muchas personas mayores el caer en <strong>la</strong> inactividad mental, física y social. En<br />
este sentido creemos que, puesto que el ageism implica un proceso de estereotipos y<br />
discriminación <strong>con</strong>tra <strong>la</strong>s personas, por el hecho de <strong>su</strong> edad avanzada (Butler, 1969), <strong>la</strong><br />
evaluación de uno de los componentes de que se nutre este fenómeno, como es el de<br />
<strong>la</strong>s creencias negativas que los individuos sostienen <strong>hacia</strong> <strong>la</strong> <strong>vejez</strong>, puede servir como<br />
un mecanismo a emplear que posibilite avanzar en <strong>la</strong> prevención y reducción de <strong>la</strong>s<br />
manifestaciones del ageism en nuestra sociedad. Tal evaluación puede dirigirse a<br />
diferentes grupos de <strong>su</strong>jetos, desde muestras de niños de distintas edades, pasando por<br />
<strong>la</strong>s propias personas mayores, por los cuidadores y, desde luego, por los profesionales<br />
que se encuentran implicados de cualquier forma en <strong>la</strong> atención y en el cuidado de<br />
ancianos. De esta evaluación se podría pasar posteriormente a <strong>la</strong> puesta en práctica de<br />
programas de intervención dirigidos a promover, en función de <strong>la</strong> pob<strong>la</strong>ción evaluada, un<br />
<strong>con</strong>ocimiento más objetivo y profundo de los procesos del envejecimiento humano.<br />
Como se sostiene desde <strong>la</strong> perspectiva del “envejecimiento activo” que promueve <strong>la</strong><br />
OMS (2002), se hace necesaria una toma de <strong>con</strong>ciencia por parte de <strong>la</strong>s instituciones<br />
sociales y políticas para favorecer, desde edades tempranas de <strong>la</strong> vida, una imagen<br />
positiva del envejecimiento. Este objetivo únicamente se puede <strong>con</strong>seguir fomentando <strong>la</strong><br />
participación activa de <strong>la</strong>s personas mayores en todos los ámbitos sociales,<br />
proporcionando formación y educación especializada en psicogerontología a los<br />
profesionales médicos, sanitarios y de los servicios sociales, y alentando a los grupos<br />
que representan a <strong>la</strong>s personas mayores a hacer frente a los estereotipos <strong>negativos</strong> y a<br />
<strong>la</strong> discriminación por causa de <strong>la</strong> edad.<br />
Parece c<strong>la</strong>ro que <strong>la</strong> última etapa de vida no puede separarse de los aspectos<br />
sociales y de <strong>la</strong>s circunstancias personales de los individuos, pero tampoco de <strong>la</strong>s<br />
oportunidades que se tienen para tomar parte activa y responsable en el propio proceso<br />
de envejecimiento. Así, por una parte es <strong>la</strong> sociedad, <strong>con</strong> <strong>la</strong>s expectativas de roles, <strong>la</strong><br />
que moldea a determinados grupos de <strong>su</strong>jetos en el sentido de una actividad corporal y<br />
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