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Estereotipos negativos hacia la vejez y su relación con variables ...

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Fundamentación teórica<br />

mayores, e incluye el que se ofrezca a los residentes actividades parecidas a <strong>la</strong>s de los<br />

niños. También el dirigirse a ellos empleando nombres infantilizados, así como gestos y<br />

pa<strong>la</strong>bras que recuerdan <strong>la</strong> interacción <strong>con</strong> los niños pequeños (Whitbourne, Culgin y<br />

Cassidy, 1995). Estas manifestaciones de infantilización han sido atribuidas a <strong>la</strong> falta de<br />

independencia percibida, lo que justificaría un tratamiento paternalista. Autores como<br />

Hockey y James (1993) o Sa<strong>la</strong>ri y Rich, (2001) <strong>su</strong>gieren que los efectos de infantilización<br />

se manifiestan en <strong>la</strong>s personas ancianas <strong>con</strong> una disminución de <strong>la</strong> autoeficacia, <strong>con</strong> <strong>la</strong><br />

pérdida de identidad y <strong>con</strong> un sentimiento de humil<strong>la</strong>ción que puede dar lugar a<br />

respuestas agresivas. También hacen referencia a <strong>la</strong> tendencia a un menor sentido de<br />

responsabilidad en los mayores y a que adopten <strong>con</strong>ductas semejantes a <strong>la</strong>s de los niños,<br />

a modo de profecía de autocumplimiento.<br />

Asimismo, se ha comprobado <strong>la</strong> existencia de un lenguaje específico de corte<br />

paternalista que se manifiesta fundamentalmente en los profesionales de los ambientes<br />

institucionales, como una forma habitual de dirigirse a los residentes. Esta forma de<br />

lenguaje, que ha sido l<strong>la</strong>mada también baby-talk secundario (Caporael et al., 1983) se<br />

caracteriza por <strong>la</strong> presencia de estrategias de simplificación (velocidad lenta, vocabu<strong>la</strong>rio<br />

sencillo), c<strong>la</strong>rificación de estrategias (cuidadosa articu<strong>la</strong>ción y frases simples) una<br />

entonación emocional (paciente o demasiado familiar) y una baja cualificacion del hab<strong>la</strong><br />

(<strong>con</strong>versaciones <strong>su</strong>perficiales). Tal uso del lenguaje <strong>su</strong>giere en <strong>la</strong>s personas a <strong>la</strong> que<br />

está dirigido, senilidad o dependencia, y <strong>su</strong>braya el estatus infantilizado de ese adulto.<br />

Existen diversas investigaciones sobre esta forma de hab<strong>la</strong> infantil dirigida a los adultos<br />

mayores (Caporael, et al. 1983; O´Connor y Rigby, 1996; Ryan et al., 1994). Así,<br />

Caporael et al., (1983) en<strong>con</strong>traron que <strong>la</strong>s personas mayores que estaban funcionando<br />

a menores niveles cognitivos y de independencia, eran los que respondían positivamente<br />

a los mensajes de hab<strong>la</strong> infantil. Los autores <strong>su</strong>gieren que el empleo de esta forma de<br />

lenguaje por parte de los cuidadores, se re<strong>la</strong>ciona <strong>con</strong> unas bajas expectativas sobre <strong>la</strong><br />

autonomía de los residentes. Por <strong>su</strong> parte, O´Connor y Rigby (1996) han en<strong>con</strong>trado<br />

re<strong>la</strong>ción significativa entre <strong>la</strong> aceptación del lenguaje infantil por parte de los adultos<br />

mayores y una baja autoestima.<br />

Ryan et al. (1994) preguntaron a ancianos que vivían en una residencia <strong>su</strong> opinión<br />

sobre este tipo del lenguaje, y en<strong>con</strong>traron que lo <strong>con</strong>sideraban como una falta de respeto<br />

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