Estereotipos negativos hacia la vejez y su relación con variables ...
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Fundamentación teórica<br />
re<strong>su</strong>ltados, que <strong>la</strong>s señales faciales pueden ser particu<strong>la</strong>rmente sobresalientes en <strong>la</strong><br />
percepción de <strong>la</strong>s mujeres mayores.<br />
La influencia del género en <strong>la</strong> evaluación de <strong>la</strong>s personas de edad avanzada,<br />
también guarda re<strong>la</strong>ción, en opinión de Hummert (1999), <strong>con</strong> el diferente rol social que<br />
se les pre<strong>su</strong>pone a hombres y mujeres. Desde esta perspectiva, se <strong>su</strong>giere que <strong>la</strong>s<br />
creencias de <strong>la</strong> gente sobre los otros derivan, al menos parcialmente, de <strong>la</strong>s atribuciones<br />
que se hacen en función de roles sociales normativos. Por ejemplo, en nuestra sociedad<br />
es habitual aún a<strong>su</strong>mir que si una persona no ha trabajado en una actividad productiva,<br />
es fácil que se piense que es una mujer, mientras que si ha desempeñado una actividad<br />
<strong>la</strong>boral retribuida, es probable que <strong>la</strong> mayoría de <strong>la</strong>s personas <strong>con</strong>sideren que se trata de<br />
un hombre, lo que ha sido comprobado empíricamente (Kite,1996).<br />
Hay, no obstante, algunos estudios, como los realizados por Canetto, Kaminski y<br />
Felicio (1995), Fiske (1993) o Rubble y Ruble (1982) en los que se ha en<strong>con</strong>trado que<br />
<strong>la</strong>s mujeres mayores eran percibidas y evaluadas más favorablemente que los hombres,<br />
si bien tal evaluación positiva ocurría en dimensiones específicas re<strong>la</strong>cionadas <strong>con</strong> el<br />
acogimiento y el cuidado de otros. Esto parece indicar que los estereotipos positivos de<br />
<strong>la</strong>s mujeres mayores podrían estar re<strong>la</strong>cionados <strong>con</strong> los roles tradicionales del ámbito<br />
doméstico y del cuidado de otros. Así, Canetto et al. (1995) <strong>su</strong>gieren a partir de estos<br />
re<strong>su</strong>ltados, que hay una expectativa social <strong>hacia</strong> <strong>la</strong>s mujeres por <strong>la</strong>s que son percibidas<br />
generalmente como dedicadas a otras personas, independientemente de <strong>su</strong>s propias<br />
necesidades. Este aspecto lleva implícito potencialmente, en opinión de los autores, una<br />
desaprobación <strong>hacia</strong> <strong>la</strong>s mujeres que expresan <strong>su</strong>s propios deseos y necesidades y los<br />
ponen en práctica. En cambio, los hombres, al ser percibidos en los roles<br />
tradicionalmente masculinos asociados al poder y a <strong>la</strong> dominancia social, podrían<br />
enfocar <strong>su</strong>s vidas <strong>hacia</strong> <strong>su</strong>s propios intereses sin <strong>su</strong>frir por ello cen<strong>su</strong>ra social (Canetto et<br />
al. 1995; Ruble y Ruble, 1982).<br />
Finalmente, hay que tener también en cuenta que <strong>la</strong>s mujeres viven más años<br />
que los hombres por término medio, lo que hace que tanto el declive biológico y <strong>la</strong><br />
dependencia debida a <strong>la</strong>s enfermedades, como los <strong>con</strong>dicionantes <strong>negativos</strong> sociales y<br />
afectivos asociados a <strong>la</strong> viudedad, sean más evidentes en el<strong>la</strong>s que en los varones. La<br />
realidad es que <strong>la</strong> mayoría de los hombres, a <strong>la</strong> misma edad que <strong>la</strong>s mujeres,<br />
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