Estereotipos negativos hacia la vejez y su relación con variables ...

Discusión
asimismo por Lehr y Thomae (2003). Tal obstáculo se añadiría a las características
individuales y a los propios prejuicios de que las energías están agotadas, lo que puede
facilitar que muchas personas de edad avanzada tiendan a acomodarse en la pasividad
física. De esta forma, la conciencia del propio declive corporal podría representar, más
que un estímulo que empuje a los sujetos a esforzarse activamente para intentar
lentificar tal declive, a ser una traba que condicione a muchas personas mayores la
práctica de actividades deportivas, sobre todo en el caso de las mujeres (Lehr y
Juchtern, 1997). Hay que tener en cuenta que las mujeres que ahora tienen más de 60
años, apenas tuvieron oportunidad de practicar deportes durante la etapa escolar y en su
juventud. Así, puesto que las actividades para mantenerse en forma en la edad
avanzada parecen depender de la práctica deportiva practicada en periodos anteriores
de la vida (Lehr, 1997), es fácil que los mayores de las próximas generaciones presenten
hábitos de vida más comprometidos con la promoción de la propia salud, y que las
condiciones reales de ésta sean más positivas para ellos.
En cuanto a la falta de cualquier tipo participación social comunitaria (centros de
mayores, clubes, asociaciones, voluntariado) que manifiesta el 63% del total de la
muestra, hay que resaltar que la mayor parte de esta población corresponde a mujeres.
Estos resultados pueden guardar relación con los hábitos ligados a los roles tradicionales
de género, que han favorecido que las mujeres permanezcan más ligadas que los
hombres al ámbito exclusivo de la familia por lo que, en esta etapa, suelen mantener
menos relaciones sociales que aquellos (Lehr, 1980; IMSERSO, 2002). De igual modo
estos resultados pueden relacionarse con aspectos de motivación personal. El bajo nivel
de participación social que se ha encontrado es importante, por cuanto hay un cuerpo
abundante de estudios que han demostrado el impacto positivo que desempeña en los
adultos mayores, tanto en la percepción de la salud como en el estado anímico, un alto
grado de participación e implicación social (Graney, 1975; Leinonen et al., 2002; Oman
et al., 1997, Schmitz-Scherzer, 1975). Asimismo, es de destacar que solamente un 5%
de la muestra realiza actividades de voluntariado social, aspecto que, como se ha dicho,
se ha encontrado también asociado con sentimientos de bienestar y satisfacción con la
vida (Stevens,1993). Sin embargo, puesto que parece ser que este tipo de actividades
suelen estar relacionadas con el alto nivel educativo de los sujetos (IMSERSO, 1996),
los resultados que se han obtenido en lo que se refiere a la escasa representación de la
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