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Tempestades de acero

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Ernst Jünger <strong>Tempesta<strong>de</strong>s</strong> <strong>de</strong> <strong>acero</strong><br />

herborista, mi bocadillo <strong>de</strong> pan con mantequilla. Lo que ahora había visto con mis propios ojos me había<br />

dado una lección.<br />

En el camino <strong>de</strong> regreso entré a hacer unas compras en la cantina <strong>de</strong>l Segundo Batallón y allí encontré<br />

al <strong>de</strong>solado cantinero en medio <strong>de</strong> un montón <strong>de</strong> mercancías <strong>de</strong>strozadas. Una granada había perforado el<br />

techo <strong>de</strong> la tienda, estallado <strong>de</strong>ntro y transformado sus tesoros en un revoltijo <strong>de</strong> mermelada, conservas<br />

salidas <strong>de</strong> sus latas y jabón ver<strong>de</strong>. Con la típica precisión prusiana el cantinero acababa <strong>de</strong> evaluar sus<br />

pérdidas: ochenta y dos marcos y cincuenta y ocho peniques.<br />

Aquella tar<strong>de</strong> mi sección, que hasta entonces había permanecido separada <strong>de</strong> las <strong>de</strong>más en la segunda<br />

posición, fue llevada a la al<strong>de</strong>a, dada la insegura situación táctica <strong>de</strong>l combate; allí se le asignó como<br />

alojamiento la mina abandonada. Los agujeros que había <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ésta los arreglamos <strong>de</strong> tal manera que<br />

pudimos dormir en ellos; también encendimos una fogata gigantesca, cuyos humos hicimos salir a través<br />

<strong>de</strong>l pozo, con gran disgusto <strong>de</strong> algunos cocineros que arriba estaban sacando agua con cubos y que casi se<br />

asfixian. Como nos habían repartido un fuerte ponche caliente, nos sentamos alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la hoguera,<br />

sobre los bloques <strong>de</strong> greda, y allí estuvimos cantando, bebiendo y fumando.<br />

Sobre la medianoche se <strong>de</strong>sarrolló en el arco <strong>de</strong> trincheras que <strong>de</strong>fendían a Monchy un espectáculo<br />

infernal. Docenas <strong>de</strong> campanas <strong>de</strong> alarma repicaban, centenares <strong>de</strong> fusiles crepitaban y constantemente<br />

ascendían por los aires bengalas luminosas <strong>de</strong> color ver<strong>de</strong> y blanco. Inmediatamente <strong>de</strong>spués dio<br />

comienzo un tiro <strong>de</strong> barrera. Estallaban minas <strong>de</strong> grueso calibre, que arrastraban tras <strong>de</strong> sí estelas <strong>de</strong><br />

chispas incan<strong>de</strong>scentes. En todos los sitios en que, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> aquel caos <strong>de</strong> escombros, quedaba una<br />

persona viva, resonaba un largo grito:<br />

—¡Ataque <strong>de</strong> gas! ¡Ataque <strong>de</strong> gas! ¡Gas! ¡Gaaas!<br />

Una cegadora corriente <strong>de</strong> gas iba rodando, a la luz <strong>de</strong> las bengalas, sobre las negras almenas <strong>de</strong> los<br />

muros. Puesto que también <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la mina se <strong>de</strong>jó sentir un fuerte olor a cloro encendimos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />

las entradas gran<strong>de</strong>s hogueras <strong>de</strong> paja; a punto estuvo su acre humareda <strong>de</strong> expulsarnos <strong>de</strong> nuestro<br />

refugio, y nos obligó a purificar el aire agitando capotes y lonas <strong>de</strong> tienda <strong>de</strong> campaña.<br />

A la mañana siguiente pudimos ver en la al<strong>de</strong>a, estupefactos, las secuelas <strong>de</strong>jadas por el gas.<br />

Muchísimas plantas estaban marchitas, caracoles y topos yacían muertos por doquier y a los caballos<br />

acantonados en Monchy y pertenecientes a los enlaces montados el agua les fluía <strong>de</strong> la boca y <strong>de</strong> los ojos.<br />

Una hermosa pátina ver<strong>de</strong> cubría los proyectiles y los cascos <strong>de</strong> metralla que por todas partes estaban<br />

diseminados. Incluso en Douchy había <strong>de</strong>jado sentir su efecto aquella nube. El personal civil, a quien<br />

aquello le produjo mucho miedo, se concentró ante el alojamiento <strong>de</strong>l coronel von Oppen para reclamar<br />

máscaras antigás. El mando cargó a aquella gente en camiones y la trasladó a poblaciones muy alejadas<br />

en la retaguardia.<br />

La noche siguiente volvimos a pasarla en la mina; a última hora <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> se nos comunicó que a las<br />

cuatro y cuarto <strong>de</strong> la madrugada nos repartirían café, pues un <strong>de</strong>sertor inglés había dicho que a las cinco<br />

habría un ataque.<br />

En efecto, acababan apenas <strong>de</strong> <strong>de</strong>spertarnos los hombres encargados <strong>de</strong> traer el café, que volvían con<br />

él, cuando resonó el grito, bien conocido ya por nosotros, <strong>de</strong> «¡ataque <strong>de</strong> gas!». Afuera flotaba en el aire<br />

un olor dulzón; más tar<strong>de</strong> nos enteramos <strong>de</strong> que en esta ocasión el enemigo nos obsequió con fosgeno. En<br />

el arco <strong>de</strong> trincheras <strong>de</strong> Monchy se <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nó un violento fuego <strong>de</strong> tambor, cuya intensidad, sin<br />

embargo, <strong>de</strong>creció pronto.<br />

Aquella agitada noche fue seguida por una mañana reparadora. El alférez Brecht apareció en la calle <strong>de</strong><br />

la al<strong>de</strong>a saliendo <strong>de</strong>l ramal 5 <strong>de</strong> aproximación. Llevaba la mano envuelta en una venda empapada <strong>de</strong><br />

sangre y lo acompañaban un soldado con la bayoneta calada y un prisionero inglés. Brecht fue<br />

triunfalmente recibido en la se<strong>de</strong> <strong>de</strong> la plana mayor, instalada en el sector oeste, y relató lo siguiente.<br />

A las cinco <strong>de</strong> la mañana los ingleses habían lanzado nubes <strong>de</strong> gas y <strong>de</strong> humo y a continuación habían<br />

bombar<strong>de</strong>ado intensamente con minas la trinchera. Como <strong>de</strong> costumbre, nuestros hombres habían salido<br />

rápidamente <strong>de</strong> sus abrigos mientras caían los últimos proyectiles; en ese momento habían sufrido más <strong>de</strong><br />

treinta bajas. Luego habían aparecido, envueltas en las nubes <strong>de</strong> humo, dos patrullas inglesas. Una <strong>de</strong><br />

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