Tempestades de acero
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Ernst Jünger El bosquecillo 125<br />
Achiet<br />
Un amigo <strong>de</strong> la época escolar al que ya tenía medio olvidado y que ahora es miembro <strong>de</strong> una famosa<br />
escuadrilla <strong>de</strong> cazas se enteró <strong>de</strong> mi presencia aquí y ayer por la noche me invitó a una pequeña fiesta.<br />
Vino a Achiet a recogerme con un coche y luego me condujo a una pequeña mansión señorial cerca <strong>de</strong><br />
la cual está instalado el campo <strong>de</strong> aviación. La fiesta la daba el jefe <strong>de</strong> la escuadrilla, un joven teniente,<br />
para celebrar el <strong>de</strong>rribo por él <strong>de</strong>l vigésimo avión enemigo. Me acogieron como a un camarada más, a<br />
pesar <strong>de</strong> los peculiares celos que han surgido entre la infantería y la aviación y que en parte se basan en<br />
que cada uno consi<strong>de</strong>ra que su misión en la guerra es más peligrosa que la <strong>de</strong>l otro. Incluso nos<br />
entendimos muy bien. Sólo en una ocasión provoqué un pequeño revuelo; fue cuando hablé <strong>de</strong> «viajar a<br />
París». Esta gente no conoce la palabra «viajar»; la única que conoce es «volar». En esto se pone <strong>de</strong><br />
manifiesto lo orgullosos que están <strong>de</strong> su nuevo arte; consi<strong>de</strong>ro justificado ese orgullo. En otro aspecto<br />
hice la sorpren<strong>de</strong>nte observación <strong>de</strong> que aquí reinan una cohesión y una obvia coinci<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong><br />
pensamientos que sólo suelen encontrarse en comunida<strong>de</strong>s unidas por una larga tradición. Tiene que<br />
existir un espíritu muy fuerte en unos grupos que han logrado adquirir en tan breve espacio <strong>de</strong> tiempo un<br />
perfil tan <strong>de</strong>finido, un espíritu que sabe crearse po<strong>de</strong>rosamente sus propias formas <strong>de</strong> manifestarse.<br />
Semejante espíritu posee una energía reproductora —pienso que en la Europa <strong>de</strong>l mañana esta estirpe<br />
humana, movilizada por esta guerra, será capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>sempeñar un papel dirigente tanto en la guerra como<br />
en la paz.<br />
Me ha parecido entrever que estos hombres representan una forma hasta ahora <strong>de</strong>sconocida <strong>de</strong><br />
manifestarse el ser humano, una forma que vengo encontrando cada vez con más frecuencia durante el<br />
último año, a partir aproximadamente <strong>de</strong> la Batalla <strong>de</strong> Cambrai. Cuando contemplo ciertos rostros se me<br />
cae la venda <strong>de</strong> los ojos; es como si en ellos nos dirigiese su primer saludo una vida nueva, enigmática y<br />
más peligrosa, que aceptamos contentos y horrorizados.<br />
Sé que en el arma <strong>de</strong> aviación la vida <strong>de</strong> los hombres no suele durar más <strong>de</strong> seis meses y que, por<br />
tanto, los pertenecientes a ella no hace mucho tiempo que se conocen; justo por ello me <strong>de</strong>jaron tan<br />
sorprendido la cohesión que allí reina y la fortaleza <strong>de</strong>l proceso espiritual que sin duda está en el fondo <strong>de</strong><br />
tal cohesión.<br />
¿Qué clase <strong>de</strong> hombres son, pues, estos aviadores? Proce<strong>de</strong>n <strong>de</strong> ese ejército gigantesco que, allá<br />
<strong>de</strong>lante en las trincheras, está sometido a un fuego permanente, y constituyen una selección a la que ha<br />
congregado el afán <strong>de</strong> entregarse a formas <strong>de</strong> combate cada vez más audaces. También hay entre ellos<br />
soldados <strong>de</strong> caballería, figuras <strong>de</strong>lgadas como yóqueis, <strong>de</strong> rostros afilados y monóculos brillantes. Se han<br />
cansado <strong>de</strong> estar inactivos en las al<strong>de</strong>as y en las mansiones señoriales <strong>de</strong> la retaguardia y <strong>de</strong> esperar, sin<br />
hacer nada, a que se reanu<strong>de</strong> el avance. Se les nota que pertenecen a familias que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace siglos llevan<br />
en la sangre el espíritu <strong>de</strong> los combates ecuestres y que miran con <strong>de</strong>sdén, como poco a<strong>de</strong>cuado a su<br />
rango, ese modo <strong>de</strong> luchar que consiste en situarse <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> máquinas y <strong>de</strong> fusiles automáticos. Por ello<br />
se les acusa <strong>de</strong> que entien<strong>de</strong>n más <strong>de</strong> cazar y disparar que <strong>de</strong> manejar los motores. Pero entre los<br />
aviadores hay también otros hombres que han nacido y crecido en las zonas llenas <strong>de</strong> humo <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s<br />
industrias y que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su infancia han estado cerca <strong>de</strong> los medios y po<strong>de</strong>res propios <strong>de</strong> nuestra época.<br />
Ellos se han a<strong>de</strong>ntrado un poco más en este mundo nuestro que, por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> su superficie fría, hierve <strong>de</strong><br />
misterios y prodigios incan<strong>de</strong>scentes; estos hombres barruntan ese espíritu elemental que comienza a dar<br />
señales <strong>de</strong> vida en los átomos <strong>de</strong>l <strong>acero</strong> y <strong>de</strong> los materiales explosivos y en las crepitantes chispas <strong>de</strong>l<br />
encendido <strong>de</strong> una máquina. Y, sin embargo, sus pasos se orientan hacia lo sencillo; los aviadores dominan<br />
su avión como el australiano domina su bumerán. Hay, en fin, entre ellos, otros hombres en los que<br />
parecen haber resucitado, haber re-nacido <strong>de</strong> una manera extraña, los antiguos vikingos; apenas<br />
representa diferencia ninguna el que éstos <strong>de</strong> ahora suban a pájaros artificiales y los vikingos <strong>de</strong> otros<br />
tiempos subieran a naves piratas adornadas con escudos multicolores. Es cierto que han cambiado los<br />
tiempos y los medios, pero ha permanecido viva la audacia con que se enfrentan a la Muerte.<br />
Procedan <strong>de</strong> don<strong>de</strong> procedan, a todos ellos los une la gran tensión <strong>de</strong> la lucha, ese espíritu <strong>de</strong>l combate<br />
y <strong>de</strong>l trabajo cruento que tal vez sea en estas pequeñas comunida<strong>de</strong>s don<strong>de</strong> haya encontrado su expresión<br />
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