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Tempestades de acero

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Ernst Jünger El bosquecillo 125<br />

más enérgica. Cuando uno penetra en el amplio campo <strong>de</strong> aviación, en el cual están preparados para el<br />

combate, unos junto a otros, temblorosos y rugientes, sus po<strong>de</strong>rosos aparatos, siente, y <strong>de</strong> ello no le cabe<br />

la menor duda, que aquí sólo pue<strong>de</strong>n resistir los corazones fuertes. Jamás estuvieron aguardando a los<br />

guerreros unos corceles más fogosos que éstos. Pero no es suficiente con que el espíritu se obligue a sí<br />

mismo a domarlos; si no percibe con placer y euforia su voz <strong>de</strong> trueno, el espíritu sucumbirá.<br />

Sí, la gran pasión <strong>de</strong> estos guerreros es la lucha, el placer <strong>de</strong> <strong>de</strong>safiar al Destino, el placer <strong>de</strong> ser ellos<br />

mismos Destino. Eso es lo que sienten cuando, tras <strong>de</strong>spegar, se lanzan hacia lo incierto como si fueran<br />

una chirriante bandada <strong>de</strong> aves <strong>de</strong> rapiña. Cuando se ciernen a unas alturas tales que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ellas el frente<br />

aparece como una tenue red y los ojos <strong>de</strong> los combatientes <strong>de</strong> las trincheras consiguen divisarlos<br />

únicamente como una serie <strong>de</strong> puntos, en su aventurada empresa se celebran unas bodas <strong>de</strong> fuego entre el<br />

espíritu <strong>de</strong> la vieja caballería y la rigurosa frialdad <strong>de</strong> nuestras formas <strong>de</strong> trabajo. Estos hombres gozan <strong>de</strong><br />

la ventaja <strong>de</strong> poner a prueba su energía enfrentándose a las mejores tropas <strong>de</strong>l mundo en un reino nuevo,<br />

en la vastedad <strong>de</strong>l espacio ilimitado cubierto <strong>de</strong> bancos <strong>de</strong> nubes. Es un torneo a muerte; en ese palenque<br />

lo único que existe es la victoria o la caída. Por eso el enfrentamiento entre ellos se parece al <strong>de</strong> unos<br />

animales que se ensañasen rabiosamente unos con otros.<br />

Y sin embargo — hace falta algo más que audacia ciega para plantar cara a esos vuelos en círculo<br />

durante los cuales se les salpica con proyectiles trazadores, a esas cacerías en que se persiguen hasta<br />

llegar casi a rozar el suelo, a esos giros, caídas simuladas, vueltas <strong>de</strong> campana y <strong>de</strong>scensos en espiral.<br />

Numerosos procesos complicados se <strong>de</strong>sarrollan mientras dura ese vuelo frenético; y tal vez tenga más<br />

importancia que el lanzarse contra el adversario con la rapi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> una flecha aquella mirada <strong>de</strong> reojo,<br />

breve y preocupada, con que al mismo tiempo se rozan las temblorosas agujas <strong>de</strong> los relojes <strong>de</strong>l tablero <strong>de</strong><br />

mandos. Ello presupone una raza dotada <strong>de</strong> un cerebro frío como el hielo encima <strong>de</strong> un corazón ardiente.<br />

Por eso es <strong>de</strong> una intensidad incomparable el sentimiento <strong>de</strong> triunfo con que se ciernen sobre el enemigo<br />

que se precipita a tierra ardiendo y reducido a astillas por la presión <strong>de</strong>l aire. Esta sensación <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r que<br />

todos ellos conocen es lo que los impulsa a ascen<strong>de</strong>r una y otra vez a las nubes.<br />

Su vida es en muchos aspectos más cómoda que la nuestra. No conocen ni las marchas que duran<br />

semanas ni el revolcarse en medio <strong>de</strong> la suciedad, la putrefacción y la sangre. También les son ajenos los<br />

combates durante la noche o cuando hay niebla, así como las gran<strong>de</strong>s mutilaciones. Con manos cuidadas,<br />

vestidos con un uniforme limpio y una ropa interior blanca como la nieve, tiran el cigarrillo y suben a sus<br />

aparatos; al cabo <strong>de</strong> una hora están <strong>de</strong> vuelta.<br />

En las conversaciones posteriores a los vuelos es <strong>de</strong> buen tono el sacar a relucir los aspectos objetivos<br />

y profesionales <strong>de</strong> la aventura y el no entregarse al sentimentalismo, como una muchacha <strong>de</strong> servir que<br />

hubiera visto un fantasma. Esto hace que en sus charlas impere un tono seco; en ellas no encajan las cosas<br />

dudosas, no enteramente acabadas. Me producía placer verlos sentados juntos, con sus guerreras ligeras y<br />

abiertas, con sus cuellos blancos, con esos multicolores corbatines que suelen llevar y que tanto enojan al<br />

ejército <strong>de</strong> tierra. También es preciso señalar que no necesitan, para po<strong>de</strong>r luchar, ese estímulo <strong>de</strong> baja<br />

categoría que es el odio. Incluso existe entre ellos y el adversario una especie <strong>de</strong> comunidad que tien<strong>de</strong> un<br />

puente por encima <strong>de</strong> los frentes trazados en la tierra, una comunidad <strong>de</strong>l elemento en que se mueven y<br />

<strong>de</strong>l arte que practican; es posible incluso que sea la comunidad <strong>de</strong> una misma raza activa y acometedora.<br />

Es éste un rasgo muy significativo.<br />

Suce<strong>de</strong> a menudo —y en las zonas muy agitadas suce<strong>de</strong> casi a diario— que <strong>de</strong>jan a uno <strong>de</strong> los suyos<br />

<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las líneas enemigas. A estos percances se avienen como <strong>de</strong>ben avenirse los soldados. Existe la<br />

costumbre <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar una <strong>de</strong>terminada cantidad <strong>de</strong> dinero para los funerales <strong>de</strong> uno mismo. Ya nuestros<br />

antepasados supieron esto: las mejores honras fúnebres son una alegre francachela. A<strong>de</strong>más, ¿es que el<br />

caído no está sentado también a la mesa, a esa mesa en que lo único permanente es el cambio?<br />

Poner esto en duda es cosa que vamos a <strong>de</strong>jársela a quienes tiemblan por su vida porque no sienten<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sí más que lo en ellos es mortal. Pero cada vez que uno <strong>de</strong> estos hombres voladores cae a tierra<br />

como una antorcha encendida, se da una respuesta afirmativa a una cuestión diferente <strong>de</strong> la <strong>de</strong>l ser o el no<br />

ser.<br />

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