Tempestades de acero
Tempestades de acero
Tempestades de acero
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Ernst Jünger El bosquecillo 125<br />
metidos en ellas <strong>de</strong>seamos no volver a incurrir jamás en ninguna ligereza. Pero apenas hemos escapado<br />
sanos y salvos, tornamos enseguida a sentirnos eufóricos y, más tar<strong>de</strong>, hasta las encontramos divertidas.<br />
Avanzamos, pues, con gran<strong>de</strong>s precauciones por aquel pasillo y pronto notamos una corriente <strong>de</strong> aire y<br />
oímos un ruido lejano que era como un zumbido.<br />
»Él azar nos había regalado un <strong>de</strong>scubrimiento importante. Hacía ya tiempo, en efecto, que<br />
sospechábamos la existencia <strong>de</strong> una central eléctrica subterránea, la cual, alimentada con el carbón que<br />
allí quedaba tan a mano, proporcionaba luz a las posiciones francesas y también la corriente necesaria<br />
para explosionar las malditas minas. El ruido que nosotros oíamos era sin duda el <strong>de</strong> aquella central. La<br />
corriente <strong>de</strong> aire se <strong>de</strong>bía probablemente a un ventilador <strong>de</strong>stinado a extraer el aire viciado <strong>de</strong> aquellos<br />
lugares subterráneos en que se trabajaba y se habitaba y que estaban bien protegidos contra cualquier<br />
clase <strong>de</strong> proyectiles.<br />
»A la luz <strong>de</strong> la linterna <strong>de</strong> bolsillo dibujé en mi libreta <strong>de</strong> partes un croquis y emprendimos el camino<br />
<strong>de</strong> vuelta. Arrastramos los dos cadáveres hasta nuestro lado y luego camuflamos con tierra el agujero, <strong>de</strong><br />
modo que pareciese que allí había habido un <strong>de</strong>rrumbamiento. Informé <strong>de</strong> todo aquello a mi capitán, al<br />
cual se le ocurrió una buena i<strong>de</strong>a. Solicitó <strong>de</strong>l parque <strong>de</strong> zapadores el envío <strong>de</strong> un buen número <strong>de</strong><br />
bombonas <strong>de</strong> <strong>acero</strong> llenas <strong>de</strong> gas comprimido; aquella misma noche llevamos las bombonas al sitio en<br />
que habíamos topado con los franceses. A la mañana siguiente, provistos <strong>de</strong> aparatos <strong>de</strong> escucha,<br />
volvimos al mismo lugar. Habíamos pedido a nuestra artillería que a partir <strong>de</strong> una <strong>de</strong>terminada hora<br />
bombar<strong>de</strong>ase las salidas <strong>de</strong> la mina <strong>de</strong> carbón. Una vez abajo, <strong>de</strong>jamos expedito otra vez el agujero,<br />
introdujimos por él las bombonas <strong>de</strong> gas y las abrimos. Por el momento no corríamos ningún peligro,<br />
pues el ventilador aspiraba el gas con mucha rapi<strong>de</strong>z; con nuestros aparatos <strong>de</strong> escucha podíamos percibir<br />
claramente su zumbido.<br />
»Al cabo <strong>de</strong> un rato sucedió lo que habíamos previsto. Durante unos breves momentos <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> oírse el<br />
ruido; luego recomenzó. Una vez pasado el primer instante <strong>de</strong> sorpresa, los franceses habían invertido la<br />
marcha <strong>de</strong>l ventilador; intentaban empujar hacia nosotros el gas para que nos asfixiase. Cerramos<br />
entonces el agujero con todo cuidado y nos pusimos tranquilamente a <strong>de</strong>sayunar, sin quitarnos los cascos<br />
<strong>de</strong> escucha. Un cuarto <strong>de</strong> hora, más o menos, estuvimos oyendo el zumbido <strong>de</strong>l ventilador; es probable<br />
que el motor siguiera funcionando sin que nadie lo vigilase. Luego el zumbido se hizo más débil y al final<br />
enmu<strong>de</strong>ció. Más tar<strong>de</strong> nos enteramos, por boca <strong>de</strong> prisioneros franceses, <strong>de</strong> que la guarnición había<br />
quedado totalmente liquidada, como si se tratara <strong>de</strong> una bandada <strong>de</strong> ratas, y que durante meses<br />
permanecieron apestadas todas las instalaciones <strong>de</strong> la mina <strong>de</strong> carbón. El fuego <strong>de</strong> nuestro artillería<br />
ocasionó también bajas entre el personal que afluía en masa por las bocas <strong>de</strong> las galerías».<br />
Así estuvimos charlando hasta que se hizo tar<strong>de</strong>. Acompañé a aquel zapador en el camino <strong>de</strong> vuelta a<br />
su sector y <strong>de</strong> ese modo pu<strong>de</strong> realizar acto seguido mi ronda nocturna por la posición.<br />
Cuando regresé, las trincheras seguían llenas <strong>de</strong>l bochorno <strong>de</strong>l día, que pesaba como plomo. Largo<br />
tiempo estuve <strong>de</strong>spierto en mi camastro, dando vueltas en la cabeza a las cosas que el zapador me había<br />
contado. Me habían hecho percatarme <strong>de</strong> que, en nuestros días, la voluntad <strong>de</strong> lucha lanza a los seres<br />
humanos unos contra otros no sólo encima <strong>de</strong> la tierra y <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l mar y allá arriba en el aire; esa<br />
voluntad <strong>de</strong> lucha llega también hasta los abismos <strong>de</strong> la tierra. ¿Es que acaso no somos una generación<br />
plutónica que, cerrada a todos los goces <strong>de</strong>l ser, está trabajando en una subterránea fragua <strong>de</strong>l futuro? Eso<br />
que nosotros creamos, y eso para lo que nosotros mismos somos creados, sin duda se revelará mucho más<br />
tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> lo que ahora po<strong>de</strong>mos sospechar. Y tal vez seamos nosotros mismos los que más asombrados nos<br />
que<strong>de</strong>mos cuando lo veamos.<br />
Primera línea<br />
Al salir esta mañana <strong>de</strong> mi abrigo exploré el tiempo que hacía con el mismo cuidado con que lo<br />
33