11.05.2013 Views

Tempestades de acero

Tempestades de acero

Tempestades de acero

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Ernst Jünger <strong>Tempesta<strong>de</strong>s</strong> <strong>de</strong> <strong>acero</strong><br />

operaciones <strong>de</strong> aquel hospital. Los médicos cumplían con su sangriento oficio al lado <strong>de</strong> una hilera <strong>de</strong><br />

mesas <strong>de</strong> operar. Aquí se amputaba un miembro, allá se trepanaba un cráneo o se <strong>de</strong>sprendía un vendaje<br />

que se había adherido al cuerpo. Quejidos y gritos <strong>de</strong> dolor cruzaban resonantes el espacio, inundado por<br />

la luz implacable, mientras enfermeras vestidas <strong>de</strong> blanco iban presurosas y atareadas <strong>de</strong> mesa en mesa<br />

llevando instrumentos o vendas.<br />

Cerca <strong>de</strong> mi cama luchaba contra una grave gangrena un sargento que había perdido una pierna.<br />

Acaloramientos repentinos alternaban con escalofríos; la gráfica <strong>de</strong> su temperatura daba saltos como un<br />

caballo <strong>de</strong>sbocado. Los médicos trataban <strong>de</strong> apuntalar aquella vida mediante champán y alcanfor, pero el<br />

platillo <strong>de</strong> la balanza se inclinaba cada vez más claramente hacia la muerte. Ocurrió algo notable, y es que<br />

aquel hombre, que en los últimos días había estado ya propiamente ausente <strong>de</strong> nosotros, a la hora <strong>de</strong> la<br />

muerte recobró toda su luci<strong>de</strong>z e hizo algunos preparativos. Así, pidió a la enfermera que le leyese su<br />

capítulo preferido <strong>de</strong> la Biblia y luego se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> todos nosotros, excusándose por haber perturbado<br />

con sus accesos <strong>de</strong> calentura nuestro reposo nocturno. Por fin susurró, con una voz a la que intentó<br />

conferir un tono <strong>de</strong> broma:<br />

—¿No le queda un cachito <strong>de</strong> pan, Fritz?<br />

Pocos minutos <strong>de</strong>spués murió. La última frase que pronunció hacía referencia a Fritz, nuestro<br />

enfermero, un hombre mayor, cuyo dialecto solíamos imitar. Aquellas palabras nos conmovieron, pues en<br />

ellas se ponía <strong>de</strong> manifiesto el propósito <strong>de</strong>l moribundo <strong>de</strong> divertirnos.<br />

Durante mi permanencia en aquel hospital me hizo sufrir mucho un acceso <strong>de</strong> tristeza melancólica, al<br />

que sin duda contribuyó también el recuerdo <strong>de</strong>l paisaje cenagoso y como prehistórico en que me habían<br />

herido. Todas las mañanas caminaba, cojeando, por las orillas <strong>de</strong> un <strong>de</strong>solado canal, entre álamos sin<br />

hojas. Me atormentaba especialmente el no haber podido participar en el asalto <strong>de</strong> mi regimiento al<br />

bosque <strong>de</strong> Saint-Pierre-Vaast — un brillante hecho <strong>de</strong> armas que hizo caer en nuestras manos centenares<br />

<strong>de</strong> prisioneros.<br />

Al cabo <strong>de</strong> catorce días, tan pronto tuve medio cerradas las heridas, me incorporé a mi unidad. La<br />

división seguía <strong>de</strong>fendiendo la misma posición en que la <strong>de</strong>jé cuando me hirieron. En el momento en que<br />

el tren entraba en Epéhy resonaron afuera varias explosiones. Retorcidos restos <strong>de</strong> vagones <strong>de</strong><br />

mercancías, diseminados junto a los raíles, indicaban que allí no se bromeaba.<br />

Un capitán que estaba sentado frente a mí y que, al parecer, acababa <strong>de</strong> ser facturado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la patria,<br />

preguntó:<br />

—¿Qué ocurre?<br />

Sin <strong>de</strong>tenerme a contestarle abrí la puerta <strong>de</strong>l compartimento y me puse a cubierto <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l terraplén<br />

<strong>de</strong> la vía, mientras el tren rodaba aún un corto trecho. Por fortuna aquellas explosiones fueron las últimas.<br />

Ninguno <strong>de</strong> los viajeros resultó herido; sólo algunos caballos fueron bajados sangrando <strong>de</strong> los vagones <strong>de</strong><br />

ganado.<br />

Como aún no podía caminar bien, me encomendaron tareas <strong>de</strong> oficial <strong>de</strong> observación. El puesto <strong>de</strong><br />

observación estaba situado en la pendiente que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Nurlu <strong>de</strong>scien<strong>de</strong> hasta Moislains. Consistía en un<br />

anteojo goniométrico empotrado en un muro; con él observaba la primera línea, que conocía muy bien. Si<br />

el fuego crecía en intensidad, o si aparecían bengalas <strong>de</strong> colores, o si sucedía algo especial, había que<br />

informar telefónicamente a la división. Me pasaba días enteros <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los gemelos, tiritando, encogido<br />

en una pequeña silla, envuelto en las nieblas <strong>de</strong> noviembre, y la única pequeña distracción que me<br />

procuraba era hacer alguna llamada para comprobar si la línea funcionaba. Cuando los disparos rompían<br />

el hilo telefónico tenía que hacer que los hombres <strong>de</strong> la unidad <strong>de</strong> averías lo empalmasen. En estos<br />

soldados, cuya actividad apenas me había llamado hasta ahora la atención en el campo <strong>de</strong> batalla,<br />

<strong>de</strong>scubrí una especie particular <strong>de</strong> trabajadores <strong>de</strong>sconocidos en el espacio <strong>de</strong> la Muerte. Mientras todos<br />

los <strong>de</strong>más se apresuraban <strong>de</strong> ordinario a escapar <strong>de</strong> las zonas bombar<strong>de</strong>adas, la unidad <strong>de</strong> averías se<br />

dirigía hacia ellas sin tardanza por razones <strong>de</strong> oficio. Día y noche acudía a visitar los embudos aún<br />

calientes por la explosión para empalmar los dos cabos <strong>de</strong>l hilo roto; actividad tan peligrosa como poco<br />

llamativa.<br />

70

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!