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Tempestades de acero

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Ernst Jünger <strong>Tempesta<strong>de</strong>s</strong> <strong>de</strong> <strong>acero</strong><br />

que ya nos tenía cercados. El ansia con que, durante el aburrimiento <strong>de</strong> la guerra <strong>de</strong> posiciones, había<br />

estado yo esperando una ocasión como aquélla era <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong>.<br />

Por lo <strong>de</strong>más se comprobó que, aparte <strong>de</strong>l herido, habíamos perdido un solo hombre, que había<br />

<strong>de</strong>saparecido <strong>de</strong> modo misterioso. Se trataba <strong>de</strong> un soldado que era ya casi inútil para el servicio <strong>de</strong><br />

campaña, pues una herida anterior había <strong>de</strong>jado en él la secuela <strong>de</strong> un miedo enfermizo. Hasta el día<br />

siguiente no lo echamos en falta; supuse que, lleno <strong>de</strong> miedo, habría corrido hacia uno <strong>de</strong> los trigales y<br />

que allí una bala certera lo habría <strong>de</strong>rribado.<br />

Al atar<strong>de</strong>cer <strong>de</strong>l día siguiente recibí la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> hacerme cargo otra vez <strong>de</strong> aquel puesto <strong>de</strong> vigilancia<br />

avanzado. Como cabía la posibilidad <strong>de</strong> que en el intervalo el adversario se hubiese hecho fuerte allí,<br />

ro<strong>de</strong>é el bosquecillo con dos <strong>de</strong>stacamentos, en forma <strong>de</strong> tenaza. Uno lo mandaba Kius; el otro, yo. Por<br />

vez primera utilicé aquí un modo especial <strong>de</strong> aproximación a un punto peligroso: consistía en envolver el<br />

objetivo en un amplio círculo, haciendo que los hombres marchasen en fila india. De esta manera, si se<br />

<strong>de</strong>scubría que el enemigo ocupaba el lugar, un simple giro a <strong>de</strong>recha o a izquierda nos proporcionaba un<br />

frente <strong>de</strong> tiro que cogía <strong>de</strong> flanco al adversario. Después <strong>de</strong> la guerra introduje esta táctica en el<br />

«Reglamento <strong>de</strong> combate <strong>de</strong> la infantería» con el nombre <strong>de</strong> «fila <strong>de</strong> tiradores».<br />

Nuestros dos <strong>de</strong>stacamentos se encontraron al pie <strong>de</strong> la pendiente sin haber sufrido ningún<br />

contratiempo — si prescindimos <strong>de</strong> que Kius, al montar su pistola, estuvo a punto <strong>de</strong> meterme una bala en<br />

el cuerpo.<br />

Del enemigo no quedaba el menor rastro visible; sólo en aquel camino en hondonada que yo había<br />

reconocido con el sargento Hackmann había un centinela; nos dio el alto, disparó una bengala y abrió<br />

fuego contra nosotros. Tomamos buena nota <strong>de</strong> aquel impertinente joven para darle su merecido en<br />

nuestra próxima excursión.<br />

En el sitio don<strong>de</strong> la noche anterior habíamos rechazado el ataque <strong>de</strong> flanco había tres cadáveres: dos<br />

indios y un oficial blanco. Este llevaba en las hombreras dos estrellas doradas; era, pues, un teniente. Le<br />

había entrado una bala por un ojo. El proyectil, al salir, le había perforado la sien y <strong>de</strong>strozado el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong><br />

su casco <strong>de</strong> <strong>acero</strong>; me llevé aquel casco como trofeo. Su mano <strong>de</strong>recha aferraba aún la maza, que tenía<br />

salpicaduras <strong>de</strong> su propia sangre; la izquierda empuñaba un revólver Colt <strong>de</strong> seis tiros, cuyo cargador no<br />

contenía más que dos balas no disparadas. Así pues, había hecho todo lo posible por atentar contra nuestra<br />

vida.<br />

En los días siguientes <strong>de</strong>scubrimos aún varios cadáveres ocultos en, la maleza <strong>de</strong>l bosquecillo — señal<br />

<strong>de</strong> que los atacantes habían sufrido graves pérdidas. Aquellos cadáveres hacían aún más lúgubre el lugar.<br />

En una ocasión en que iba solo abriéndome camino por la maleza me extrañó oír un ruido leve, algo que<br />

era como un siseo y un burbujeo. Me acerqué y tropecé con dos cadáveres que parecían haber resucitado a<br />

una vida fantasmal a consecuencia <strong>de</strong> las altas temperaturas. La noche era sofocante y silenciosa; largo<br />

rato estuve parado, como hechizado, ante aquel cuadro siniestro.<br />

El 18 <strong>de</strong> junio volvió el enemigo a atacar nuestro puesto <strong>de</strong> guardia avanzado. Esta vez no rodaron tan<br />

bien las cosas. La guarnición fue presa <strong>de</strong>l pánico, se dispersó y no fue posible reunirla. En la confusión<br />

uno <strong>de</strong> los hombres, el suboficial Er<strong>de</strong>lt, echó a correr directamente hacia la pendiente, cayó rodando por<br />

el otro lado y allí se encontró ro<strong>de</strong>ado por un grupo <strong>de</strong> indios que estaban al acecho. Lanzó a su alre<strong>de</strong>dor<br />

granadas <strong>de</strong> mano, pero pronto un oficial indio lo agarró por el cuello <strong>de</strong> la guerrera y le golpeó la cara<br />

con un látigo <strong>de</strong> alambre. Después le quitaron el reloj y a empujones y codazos lo obligaron a caminar;<br />

logró escabullirse, sin embargo, aprovechando un momento en que, acosados por el fuego rasante <strong>de</strong><br />

nuestras ametralladoras, los indios se tiraron al suelo. Después <strong>de</strong> haber andado vagando largo tiempo por<br />

<strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l frente enemigo regresó a nuestra línea con gruesos verdugones en el rostro.<br />

Al atar<strong>de</strong>cer <strong>de</strong>l 19 <strong>de</strong> junio, acompañado por el pequeño Schultz, diez hombres y una ametralladora<br />

ligera, salí <strong>de</strong> aquel lugar, que poco a poco empezaba a hacerse opresivo, con el propósito <strong>de</strong> realizar una<br />

pequeña patrulla; queríamos hacer una visita a aquel centinela inglés que poco antes se había hecho notar<br />

por su osadía en el camino en hondonada. Schultz avanzó con sus hombres por la <strong>de</strong>recha <strong>de</strong>l camino, yo<br />

lo hice por la izquierda; habíamos acordado que, en caso <strong>de</strong> que el enemigo abriera fuego contra uno <strong>de</strong><br />

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