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Tempestades de acero

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Ernst Jünger El bosquecillo 125<br />

restos <strong>de</strong> las casas <strong>de</strong> labor, los jardines, los setos. Las alucinaciones visuales son aquí especialmente<br />

intensas. La visión <strong>de</strong> este mundo <strong>de</strong> ruinas agobia el ánimo; éste intenta completar lo que falta,<br />

reconstruirlo, y llena el espacio con apariciones singulares. Y así se alzan palacios resplan<strong>de</strong>cientes,<br />

edificios claros, simétricos, o bien casas sombrías, bajas, que acechan en la oscuridad como tabernas <strong>de</strong><br />

mala fama o molinos <strong>de</strong>rruidos; las formas fluyen, ondulan, se hun<strong>de</strong>n, se transforman en otras diferentes.<br />

La pálida luz <strong>de</strong> la luna es la que, al parecer, hace surgir esa transparente música arquitectónica que<br />

envuelve los pensamientos y los atormenta. De las abandonadas moradas brota un hálito triste y<br />

fantasmal; un gran lamento parece haberse quedado rezagado entre las ruinas.<br />

Delante <strong>de</strong> la al<strong>de</strong>a se extien<strong>de</strong> un enorme campo <strong>de</strong> cráteres en el que los embudos se suce<strong>de</strong>n sin<br />

solución <strong>de</strong> continuidad. Desaparecemos en un ramal <strong>de</strong> aproximación poco profundo, que a menudo se<br />

interrumpe; en él nos cruzamos con algunos pelotones que han sido relevados. Todos llevamos prisa y, al<br />

pasar, nos apretamos unos contra otros sin intercambiar una palabra. El tejido <strong>de</strong> las trincheras se vuelve<br />

cada vez más <strong>de</strong>nso y enmarañado; <strong>de</strong> vez en cuando pasamos junto a abrigos <strong>de</strong> cuyas bocas sale una<br />

humareda producida por las fogatas encendidas en su interior. Atravesamos una trinchera enorme y bien<br />

construida, en la que se hallan <strong>de</strong> pie centinelas inmóviles — es la línea principal <strong>de</strong> resistencia. Luego<br />

viene la zona avanzada y ya hemos alcanzado nuestra meta.<br />

¡Ahí llega! ¡Nuestro gozo ha sido prematuro, todo marchaba bien hasta este momento! Y <strong>de</strong> repente<br />

me veo en cuclillas en un rincón <strong>de</strong> la trinchera, al lado <strong>de</strong>l guía, y no sé bien cómo he llegado hasta aquí.<br />

¡Otra vez! Una ráfaga <strong>de</strong> shrapnels cuya presión <strong>de</strong>sgarra el aire con un chirrido; llamaradas<br />

<strong>de</strong>slumbrantes a muy poca altura <strong>de</strong>l suelo; explosiones, enjambres <strong>de</strong> balines silbantes; objetos que se<br />

estrellan contra el barro: y todo ello al mismo tiempo. Una humareda penetrante, que huele a quemado,<br />

recorre la trinchera. A nuestras espaldas, gritos, insultos. Una figura humana que porta todo su armamento<br />

tropieza en mi cuerpo, se levanta, sigue corriendo. De lo oscuro surge Schüd<strong>de</strong>kopf y recoge <strong>de</strong>l suelo mi<br />

casco <strong>de</strong> <strong>acero</strong>. Parece que también esta vez hemos salido bien librados. Al pasar examino <strong>de</strong> nuevo el<br />

rincón protector y compruebo que los pocos segundos <strong>de</strong> que dispusimos nos bastaron para <strong>de</strong>scubrir el<br />

lugar más seguro y sacar provecho <strong>de</strong> ese <strong>de</strong>scubrimiento.<br />

Ya no faltan más que unos pocos pasos para alcanzar la meta. Mi acompañante se para <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> un<br />

agujero abierto en la tierra; una lona <strong>de</strong> tienda <strong>de</strong> campaña, <strong>de</strong>sgarrada y agujereada por los cascos <strong>de</strong><br />

metralla, hace las veces <strong>de</strong> cortina. En el primer marco <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> la galería está clavada una <strong>de</strong>lgada<br />

tablilla: «Jefe <strong>de</strong> la compañía». Abajo se distingue un débil resplandor.<br />

—¡Eh!<br />

—¿Qué pasa, el relevo?<br />

—¡El relevo!<br />

Ruidos confusos resuenan en la parte <strong>de</strong> abajo. Desciendo contorsionándome; me siguen Schüd<strong>de</strong>kopf<br />

y los enlaces, que han <strong>de</strong>jado fuera su equipaje.<br />

Abajo encontramos la estampa habitual: una mesa diminuta, unos asientos —cajas llenas <strong>de</strong> granadas<br />

<strong>de</strong> mano—, un hornillo <strong>de</strong> latón y tres camastros con somier <strong>de</strong> tela metálica empotrados en la pared.<br />

Entre dos ma<strong>de</strong>ros <strong>de</strong>l revestimiento <strong>de</strong> la galería está clavada en el barro una bayoneta, en cuyo puño<br />

brilla la luz temblorosa <strong>de</strong> una vela; <strong>de</strong> un alambre cuelgan las pistolas <strong>de</strong> señales y un buen número <strong>de</strong><br />

granadas <strong>de</strong> mano. En un hueco se encuentra el teléfono, sellado; sólo está permitido usarlo cuando hay<br />

que informar <strong>de</strong> un ataque enemigo. Este es uno <strong>de</strong> los muchos agujeros don<strong>de</strong> habita <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace años,<br />

como si fuera su casa, la juventud <strong>de</strong> los pueblos, una <strong>de</strong> las muchas fortalezas-viviendas llenas <strong>de</strong> humo<br />

que con bastante frecuencia se han convertido en ataú<strong>de</strong>s.<br />

Mi pre<strong>de</strong>cesor, un sargento en funciones <strong>de</strong> alférez, se sienta a la mesa; está ya preparado, lleva<br />

apretado el cinturón y tiene puesto el casco en la cabeza. Un saludo breve y también yo me siento a su<br />

lado para hacerme cargo <strong>de</strong>l sector; sé muy bien que la gente <strong>de</strong>sea abandonar lo antes posible la trinchera<br />

cuando ha pasado una larga temporada en la posición. Me hace entrega <strong>de</strong>l memorando <strong>de</strong> instrucciones<br />

sobre el sector, también me pasa las fotografías aéreas y un mapa <strong>de</strong> la posición; los enlaces realizan<br />

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