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Tempestades de acero

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Ernst Jünger El bosquecillo 125<br />

puestas enormes.<br />

Precisamente ahora parece que hemos entrado en una nueva y curiosa fase <strong>de</strong> la guerra. A nuestras<br />

espaldas quedan las luchas formidables <strong>de</strong> la primavera pasada; la batalla <strong>de</strong> material alcanzó entonces<br />

una cima que muy difícilmente será superada. A aquellas fatigas ha seguido una extenuación que<br />

contrasta <strong>de</strong> un modo extraño con las masas enormes <strong>de</strong> material que se utilizan, cuyos horrores dominan<br />

el campo <strong>de</strong> batalla con una monotonía cada vez mayor. Se dice que han aparecido síntomas <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>scomposición en los lugares <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso <strong>de</strong> los soldados y también entre las tropas que vuelven <strong>de</strong> la<br />

patria o <strong>de</strong>l frente oriental; eso es algo que no pue<strong>de</strong> extrañar a quien conozca por experiencia propia la<br />

conexión existente entre la voluntad <strong>de</strong> atacar y la salud, entre la agilidad corporal y la perspectiva <strong>de</strong> un<br />

<strong>de</strong>senlace feliz.<br />

El regimiento al que pertenezco está compuesto casi exclusivamente <strong>de</strong> hombres jóvenes, miembros<br />

todos ellos <strong>de</strong> una misma etnia <strong>de</strong> nuestro pueblo; la tenaz pesa<strong>de</strong>z <strong>de</strong> sus movimientos parece hecha a<br />

propósito para resistir hasta el último momento en la batalla <strong>de</strong> material. La <strong>de</strong>scomposición se manifiesta<br />

aquí <strong>de</strong> otra forma. Los hombres siguen luchando con la misma fiabilidad (le antes, pero ya no aguardan<br />

nada, incluso diría que carecen <strong>de</strong> esperanzas, y si luchan es por puro <strong>de</strong>ber. Lo que principalmente<br />

resalta es aquello que la guerra tiene <strong>de</strong> oficio. Cabe observar una cierta laxitud en el modo <strong>de</strong> hablar y <strong>de</strong><br />

comportarse <strong>de</strong> los hombres, una laxitud que se extien<strong>de</strong> incluso al estilo con que mueren. Un grupo <strong>de</strong><br />

viejos guerreros <strong>de</strong> las trincheras acurrucado ¡unto a un través soleado, charlando con frases breves en las<br />

que se resumen las vivencias comunes tenidas durante largos años, un grupo como ése forma una unidad<br />

tan prieta que más tar<strong>de</strong> será difícil formarse una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l espíritu que la animaba.<br />

Tal es el ambiente en que vivo. La posición que hoy vamos a ocupar parece tranquila, si nos guiamos<br />

por nuestras exigencias, que son muy mo<strong>de</strong>stas. Tal vez en este paisaje remoto nos conceda el Dios <strong>de</strong> las<br />

Batallas una época veraniega sosegada y alegre.<br />

Anteayer me sentía todavía como un hombre <strong>de</strong> gran ciudad; hoy vuelvo a habitar una madriguera y<br />

tengo encima <strong>de</strong> mi cabeza medio metro <strong>de</strong> barro. Cuando ayer regresé <strong>de</strong> permiso encontré a mi batallón<br />

en uno <strong>de</strong> esos villorrios <strong>de</strong>l norte <strong>de</strong> Francia <strong>de</strong>jados <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> Dios, uno <strong>de</strong> esos villorrios <strong>de</strong> los<br />

cuales se ha adueñado la <strong>de</strong>solación <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace cuatro años y cuyos nombres nos persiguen <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace<br />

ese mismo lapso <strong>de</strong> tiempo, ya sea porque nos vemos obligados a vivir en ellos, ya sea porque tenemos<br />

que combatir por ellos. En ninguna otra zona <strong>de</strong>l mundo ha corrido tanta sangre como entre Arras,<br />

Bapaume y Cambrai. Cuando llegué, mi batallón estaba aguardando a que lo cargasen en camiones. Dos<br />

horas me bastaron para presentarme al mando, hacerme cargo <strong>de</strong> mi compañía y cambiarme <strong>de</strong> ropa. Tan<br />

pronto sentí en mi cuerpo la vieja y cómoda guerrera <strong>de</strong> campaña, cien veces remendada a pesar <strong>de</strong> su<br />

revestimiento <strong>de</strong> cuero, olvidé casi <strong>de</strong>l todo la añoranza <strong>de</strong> ese país legendario don<strong>de</strong> las camas tienen<br />

sábanas blancas. Pronto estuvo también preparado mi equipaje; mi or<strong>de</strong>nanza, August Schüd<strong>de</strong>kopf, un<br />

hombre a carta cabal, <strong>de</strong> pocas palabras, nacido en los páramos <strong>de</strong> Luneburgo, y al que el Destino me ha<br />

respetado más tiempo que a sus pre<strong>de</strong>cesores, se ha adaptado por completo a mis hábitos. Sabe cuáles son<br />

los objetos que ha <strong>de</strong> meter ahora en la mochila y cuáles otros ha brán <strong>de</strong> ser llevados mañana hasta la<br />

primera línea por los hombres encargados <strong>de</strong>l rancho; me prepara la pistola, el casco <strong>de</strong> <strong>acero</strong>, el bastón,<br />

la máscara antigás, y al final me hace esta única pregunta:<br />

—¿Qué libros hay que llevarse esta vez?<br />

La guerra <strong>de</strong> posiciones es ciertamente la modalidad más aburrida y penosa <strong>de</strong> la lucha, pero uno<br />

pue<strong>de</strong> permitirse, al menos, algunos lujos en lo que respecta al equipaje.<br />

Estoy contento con mi or<strong>de</strong>nanza actual; su pre<strong>de</strong>cesor era un charlatán que antes <strong>de</strong> la guerra<br />

había sido camarero y que casi lograba <strong>de</strong>sesperarme; cuando quería comer algo, era capaz <strong>de</strong><br />

recitarme primero toda una lista <strong>de</strong> platos, aunque sabía muy bien que lo único que había era pan y<br />

mermelada. Si dos hombres han <strong>de</strong> convivir por largo tiempo en la estrechez <strong>de</strong> un abrigo, es preciso<br />

que haya entre ellos un buen entendimiento. La constante proximidad <strong>de</strong> un ser humano al que<br />

<strong>de</strong>testamos en secreto pue<strong>de</strong> llegar a resultar insoportable, aun cuando apenas crucemos una palabra<br />

con él.<br />

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