11.05.2013 Views

Tempestades de acero

Tempestades de acero

Tempestades de acero

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Ernst Jünger <strong>Tempesta<strong>de</strong>s</strong> <strong>de</strong> <strong>acero</strong><br />

en la trinchera inglesa nos hizo compren<strong>de</strong>r que se nos habían cruzado en el camino hombres nuestros.<br />

Seguimos arrastrándonos con lentitud hacia <strong>de</strong>lante.<br />

De repente la mano crispada <strong>de</strong>l sargento aspirante a oficial me agarró el brazo.<br />

—Atención a la <strong>de</strong>recha, muy cerca. ¡No hacer ruido, no hacer ruido!<br />

Inmediatamente <strong>de</strong>spués oí por nuestra <strong>de</strong>recha, a diez pasos, numerosos crujidos en la hierba. Nos<br />

habíamos <strong>de</strong>sviado <strong>de</strong> la dirección que llevábamos y habíamos ido arrastrándonos a lo largo <strong>de</strong> la<br />

alambrada inglesa. Era probable que el enemigo nos hubiera oído y viniese ahora <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su trinchera a<br />

explorar el terreno.<br />

Instantes como éstos en una patrulla nocturna son inolvidables. Ojos y oídos se tensan al máximo; el<br />

cada vez más cercano crujido <strong>de</strong> unos pies extraños que caminan sobre la alta hierba adquiere una<br />

intensidad amenazadora y fatídica; la respiración se hace entrecortada y uno ha <strong>de</strong> esforzarse en reprimir<br />

las dolorosas contracciones <strong>de</strong>l ja<strong>de</strong>o; el seguro <strong>de</strong> la pistola salta hacia atrás con un leve chasquido y ese<br />

sonido atraviesa los nervios como un cuchillo; los dientes rechinan al mor<strong>de</strong>r la mecha <strong>de</strong> la granada <strong>de</strong><br />

mano. Breve y mortífero será el choque. Uno tiembla entre dos sensaciones dolorosas: la acrecentada<br />

excitación <strong>de</strong>l cazador y la angustia <strong>de</strong> la pieza <strong>de</strong> caza. Uno es un mundo para sí, empapado <strong>de</strong> la<br />

atmósfera oscura y terrible que sobre el yermo terreno gravita.<br />

Muy cerca <strong>de</strong> don<strong>de</strong> estábamos fueron apareciendo varias figuras borrosas; traídos por el aire, sus<br />

cuchicheos llegaban hasta nosotros. Volvimos la cabeza hacia aquellas figuras; oí cómo el bávaro<br />

Parthenfel<strong>de</strong>r mordía la hoja <strong>de</strong> su puñal.<br />

Aquellas figuras dieron todavía unos pasos más hacia nosotros, pero luego se pusieron a trabajar en la<br />

alambrada; no habían notado nuestra presencia. Muy lentamente comenzamos a arrastrarnos hacia atrás,<br />

sin per<strong>de</strong>rlas <strong>de</strong> vista un solo momento. La Muerte, que se había alzado, expectante al máximo, entre los<br />

dos bandos, se alejó <strong>de</strong> allí malhumorada. Pasado algún tiempo nos levantamos y continuamos caminando<br />

<strong>de</strong> pie hasta que llegamos sanos y salvos a nuestro sector.<br />

El buen resultado <strong>de</strong> esta incursión nos llenó <strong>de</strong> entusiasmo y nos hizo concebir la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> coger a un<br />

prisionero; <strong>de</strong>cidimos volver a salir a la noche siguiente. Para prepararme, la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> aquel día me eché a<br />

<strong>de</strong>scansar un rato; apenas lo había hecho me sobresaltó un estampido, semejante a un trueno, que se oyó<br />

cerca <strong>de</strong> mi abrigo. Los ingleses nos enviaban minas esféricas. Aunque al ser disparadas producían escaso<br />

ruido, eran <strong>de</strong> tal peso que los cascos <strong>de</strong> su metralla arrancaban limpiamente los postes, gruesos como<br />

troncos, <strong>de</strong>l revestimiento <strong>de</strong> la trinchera. Lanzando maldiciones me bajé <strong>de</strong> mi coucher y me dirigí a la<br />

trinchera. Una vez fuera, al ver cómo iniciaba su trayectoria curva una <strong>de</strong> aquellas bolas negras provistas<br />

<strong>de</strong> un mango, me abalancé hacia la galería más próxima gritando:<br />

—¡Una mina por la izquierda!<br />

Durante las semanas siguientes el enemigo nos obsequió tan abundantemente con minas <strong>de</strong> todos los<br />

tamaños y <strong>de</strong> todos los tipos que acabamos adquiriendo la costumbre <strong>de</strong> llevar un ojo puesto en el aire y<br />

el otro en la boca <strong>de</strong> la galería más próxima, siempre que caminábamos por la trinchera.<br />

Por la noche volví, pues, a <strong>de</strong>slizarme sigilosamente entre las trincheras con mis tres acompañantes.<br />

Fuimos arrastrándonos sobre los codos y sobre las puntas <strong>de</strong> los pies, como si fuéramos focas, hasta llegar<br />

muy cerca <strong>de</strong> la alambrada inglesa. Allí nos escondimos <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> unas solitarias matas <strong>de</strong> hierba. Poco<br />

<strong>de</strong>spués aparecieron unos ingleses que arrastraban un rollo <strong>de</strong> alambre <strong>de</strong> espinos. Se pararon<br />

exactamente <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros, <strong>de</strong>jaron el rollo en el suelo y se pusieron a cortar el alambre con una<br />

cizaya; mientras lo hacían cuchicheaban entre ellos. Reptando nos juntamos y sostuvimos en voz muy<br />

baja esta apresurada conversación:<br />

—Ahora, una granada en medio <strong>de</strong> don<strong>de</strong> están, ¡y a por ellos!<br />

—Pero, hombre, ¡si son cuatro!<br />

—¡Estás cagao <strong>de</strong> miedo!<br />

—¡No digas tonterías!<br />

—¡Más bajo, más bajo!<br />

45

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!