11.05.2013 Views

Tempestades de acero

Tempestades de acero

Tempestades de acero

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Ernst Jünger El bosquecillo 125<br />

perdición. El tiempo <strong>de</strong> combustión <strong>de</strong> las granadas inglesas es muy corto; por ello no pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>jarlas<br />

caer al suelo mientras van corriendo y cubrirse <strong>de</strong> ese modo las espaldas; si lo hicieran, se expondrían a sí<br />

mismos a un peligro. Esto es una ventaja para nosotros, que nos vemos obligados, en cambio, a retener en<br />

la mano durante algunos segundos nuestras armas arrojadizas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberlas cebado, con el fin <strong>de</strong><br />

que el impacto coincida con la explosión y no le que<strong>de</strong> al adversario tiempo <strong>de</strong> esquivarla. El lanzamiento<br />

<strong>de</strong> más peligro es aquel en que el proyectil explota mientras aún va volando y lo hace por encima <strong>de</strong>l<br />

suelo a la altura <strong>de</strong> un hombre. A eso lo llamamos «lanzar shrapnels»; es un extraño espectáculo ver<br />

cómo, en medio <strong>de</strong> la excitación <strong>de</strong>l combate, balancea un hombre su granada <strong>de</strong> mano como si fuera una<br />

batuta y calcula con precisión el tiempo necesario para que su eficacia sea completa y mortal.<br />

Detrás <strong>de</strong> casi todos los traveses junto a los que pasamos dando saltos, nuestros ojos —que están más<br />

atentos al aire que al suelo— ven <strong>de</strong> refilón un muerto cuya sangre brota <strong>de</strong> numerosas heridas abiertas<br />

por los <strong>de</strong>lgados y agudos cascos <strong>de</strong> metralla. No es una muerte dolorosa; es un choque violento que<br />

arrebata a la vez la consciencia y la vida. Al saltar por encima <strong>de</strong> un muerto al que uno jamás ha visto<br />

vivo nota una sensación especial; es como si tuviera ante sus ojos el esperado resultado <strong>de</strong> un cálculo<br />

inteligente y le diese su última aprobación. Uno no ha arrojado en vano la muerte en la oscuridad como si<br />

arrojase un afilado anzuelo.<br />

.También <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> nosotros se trabaja con ahínco. Unas sacudidas sordas revelan que allí hay otros<br />

hombres que arrojan cargas explosivas <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> las galerías <strong>de</strong> las que nosotros no hemos podido<br />

ocuparnos; así no surgirán sorpresas a nuestra espalda. En ese aspecto hemos escarmentado en propia<br />

carne. A intervalos regulares nuestros hombres disparan <strong>de</strong>s<strong>de</strong> atrás, por encima <strong>de</strong> nuestras cabezas,<br />

bengalas luminosas, con el fin <strong>de</strong> que podamos ver; los tiradores <strong>de</strong> granadas <strong>de</strong> fusil hacen fuego por<br />

encima <strong>de</strong> nosotros. De hombre a hombre van pasando las granadas <strong>de</strong> mano; <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los traveses son<br />

emplazadas las ametralladoras. A veces ocurre que <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los hombres <strong>de</strong> atrás se apo<strong>de</strong>ra un acceso<br />

<strong>de</strong> furia; entonces aparece en medio <strong>de</strong> los grana<strong>de</strong>ros —que dan saltos hacia atrás y hacia a<strong>de</strong>lante—,<br />

toma el mando y él solo consigue limpiar unos cuantos traveses. Uno <strong>de</strong> esos hombres grita: «¡Sitio para<br />

el papaíto!», como si estuviera en una romería y se dispusiera a arrojarse en medio <strong>de</strong>l tumulto.<br />

Largo tiempo dura esta encarnizada cacería. Es posible que en la realidad sean sólo unos pocos<br />

minutos, pero se hallan tan henchidos <strong>de</strong> acontecimientos que no es posible calcular su duración, como en<br />

un sueño que transcurre con la rapi<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l rayo. En el fondo ocurre siempre lo mismo; cada través plantea<br />

idéntico problema y esto produce una monotonía llena <strong>de</strong> tensión, como en un juego sencillo pero terrible.<br />

Acaba por romperse el contacto con el adversario, al cual hemos ido empujando sin <strong>de</strong>jarle respiro.<br />

Esta nueva situación encierra para nosotros un peligro mayor que la lucha misma; en ésta teníamos sobre<br />

los fugitivos la ventaja <strong>de</strong>l tiempo que ellos necesitaban para darse la vuelta y <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse; éramos<br />

superiores a ellos por la sensación <strong>de</strong> seguridad que anima siempre al perseguidor. Ahora el hilo se ha<br />

roto y nos vemos forzados a avanzar a tientas y con mucha precaución, como en un edificio a oscuras. Se<br />

extinguen las bengalas luminosas, se hace el silencio, y sólo en ese momento oímos que la artillería está<br />

realizando un intenso trabajo. La gran masa <strong>de</strong> fuego queda muy lejos todavía, pues en los Estados<br />

Mayores ignoran aún quién es el dueño <strong>de</strong> estas trincheras. En el otro lado las noticias serán tan confusas<br />

como en el nuestro. Lo único que saben es que la infantería se ha enzarzado en un combate cuerpo a<br />

cuerpo. Por otros ruidos que oímos nos damos cuenta <strong>de</strong> que no somos los únicos en haber agarrado al<br />

adversario por el cuello. También en otras partes <strong>de</strong>l campo <strong>de</strong> batalla resuenan las crepitaciones <strong>de</strong>lgadas<br />

y agudas <strong>de</strong> los fusiles, que se mezclan con los sordos estampidos <strong>de</strong> las granadas <strong>de</strong> mano; estos últimos<br />

quedan ahogados en la estrechez <strong>de</strong> las trincheras. Delante y <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> nosotros se alzan los gritos <strong>de</strong> los<br />

heridos; es un lamento monótono, parecido a un acompasado canto ascen<strong>de</strong>nte y <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>nte, como una<br />

invocación dirigida a un Po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>sconocido.<br />

Con la pistola en la mano hemos ido avanzando a tientas por una serie <strong>de</strong> traveses; al final<br />

encontramos cerrada la trinchera por una nueva barricada levantada a toda prisa. Delante <strong>de</strong> esa barricada<br />

se repite el mismo juego <strong>de</strong> antes. Pero aquí somos nosotros los que nos encontramos en situación <strong>de</strong><br />

inferioridad; el adversario nos recibe con tal diluvio <strong>de</strong> granadas <strong>de</strong> mano y granadas <strong>de</strong> fusil que el fuego<br />

danza <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nuestros ojos y nos vemos obligados a retroce<strong>de</strong>r precipitadamente. Los hombres que<br />

marchan en primer lugar, al dar la vuelta, se abalanzan sobre quienes los siguen y provocan con ello un<br />

64

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!