Tempestades de acero
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Ernst Jünger El bosquecillo 125<br />
los gritos estri<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> los heridos cuando una explosión especialmente cercana y violenta sacu<strong>de</strong> esta<br />
caverna y la hace balancearse como una nave en peligro.<br />
Aquí <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la tierra, a la luz <strong>de</strong> las velas que una y otra vez apaga la onda expansiva <strong>de</strong> las<br />
explosiones, la salvaje embestida <strong>de</strong> éstas, que afuera hace estragos, encuentra su reflejo en las personas.<br />
El hervi<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> figuras grises, a través <strong>de</strong>l cual se abren paso con gran dificultad los enlaces, recuerda los<br />
cuadros <strong>de</strong> Breughel; los hombres tienen abatida la moral, como si se hubiera dictado una sentencia <strong>de</strong><br />
muerte. La gran proximidad <strong>de</strong>l Peligro se expresa en los caracteres: al flemático se le ve encogido,<br />
mirando absorto <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sí; al sanguíneo, dispuesto en todo momento a entregarse al pánico o a<br />
provocarlo; al colérico se le oye lanzar maldiciones a cada nueva explosión; y al melancólico, lamentar su<br />
suerte. Los marcos <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra que refuerzan la parte alta <strong>de</strong> la galería están ya doblados hacia <strong>de</strong>ntro<br />
como cajas <strong>de</strong> cerillas; cada nueva sacudida hace que por entre los ma<strong>de</strong>ros se <strong>de</strong>slicen arena y pedazos<br />
<strong>de</strong> tierra y que los que se hallan en pie en los escalones <strong>de</strong> arriba intenten empujar hacia abajo a la<br />
apretujada muchedumbre; cuando esto ocurre, la gente pisotea a los heridos y alcanza su mayor<br />
intensidad el alboroto. A empellones va penetrando <strong>de</strong> fuera a<strong>de</strong>ntro el Espanto, sin encontrar ninguna<br />
resistencia. Lo que ante todo causa un efecto <strong>de</strong>smoralizador es una clase especial <strong>de</strong> proyectiles que<br />
explotan en las cercanías; lo que nos aterroriza no es tanto su <strong>de</strong>tonación súbita como la presión <strong>de</strong>l gas y<br />
los golpes ensor<strong>de</strong>cedores.<br />
De nada valen las exhortaciones en lugares don<strong>de</strong> se halla reunida, como ocurre en esta galería, una<br />
muchedumbre <strong>de</strong> seres humanos nerviosos hasta el paroxismo; para llegar hasta abajo me veo obligado,<br />
pues, a utilizar el mismo método que emplean los enlaces: sin preocuparme ni <strong>de</strong> las maldiciones ni <strong>de</strong> los<br />
gritos, paso por encima <strong>de</strong> la cabezas y los cuerpos dando trompicones, y con los movimientos <strong>de</strong> un<br />
nadador me voy abriendo paso hacia la parte <strong>de</strong> abajo. La aglomeración no es tan brutal en el lugar en que<br />
se encuentra el comandante; está sentado y pue<strong>de</strong> a cada momento encomendar a alguien una <strong>de</strong>terminada<br />
misión <strong>de</strong> lucha. Hay enlaces <strong>de</strong> combate y jefes <strong>de</strong> patrulla que intentan dar sus informes; otros aguardan<br />
respuestas. En distintos rincones <strong>de</strong> esta caverna, en la que el polvo, los vapores y las nubes <strong>de</strong> humo <strong>de</strong><br />
los cigarros reducen la luz <strong>de</strong> las velas a unas bolitas temblorosas, intentan realizar sus tareas el oficial<br />
ayudante <strong>de</strong>l regimiento, el jefe <strong>de</strong> la compañía <strong>de</strong> ametralladoras, el oficial <strong>de</strong> enlace <strong>de</strong> la artillería y el<br />
oficial <strong>de</strong>l servicio <strong>de</strong> transmisiones.<br />
El jefe <strong>de</strong> las tropas combatientes está sentado a una mesa diminuta; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace veinticuatro horas no<br />
ha tenido un solo instante <strong>de</strong> reposo, y sin duda tampoco va a tenerlo pronto. En el rostro se le nota que la<br />
permanencia en este agujero infernal consume sus energías. Aun prescindiendo <strong>de</strong>l ruido <strong>de</strong>l bombar<strong>de</strong>o,<br />
que sólo <strong>de</strong> un modo sordo y confuso, pero amenazador, como el oleaje <strong>de</strong> un mar invisible, llega hasta<br />
aquí <strong>de</strong>ntro; y prescindiendo también <strong>de</strong> las sacudidas, que hacen que oscile la tierra y tiemblen los<br />
ma<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> la construcción; y asimismo <strong>de</strong> los gritos <strong>de</strong> la masa apretujada en los estrechos pasillos; aun<br />
prescindiendo <strong>de</strong> todo eso, al jefe <strong>de</strong> las tropas combatientes lo mantienen nervioso los contradictorios<br />
informes que le traen tanto los enlaces como los heridos que regresan <strong>de</strong> la zona avanzada, los cuales se<br />
encuentran todavía sometidos a la sugestión <strong>de</strong>l combate y <strong>de</strong>scriben con colores chillones, cada uno a su<br />
modo, un cuadro diferente. Hace ya mucho tiempo que quedaron <strong>de</strong>struidos los medios <strong>de</strong> comunicación;<br />
los hilos <strong>de</strong>l teléfono están cortados; los aparatos <strong>de</strong> señales, <strong>de</strong>strozados; las palomas mensajeras,<br />
agotadas. Y <strong>de</strong> este modo, encerrados como están en anillos <strong>de</strong> fuego, todos los otros sentimientos se<br />
hallan dominados por los <strong>de</strong> la inseguridad y la incertidumbre. La permanencia <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> cavernas mal<br />
ventiladas —una permanencia que limita la percepción sensible a los informes aportados por cerebros<br />
sobreexcitados— imprime cada vez más al mando el sello <strong>de</strong> un trabajo que es preciso realizar en<br />
circunstancias muy <strong>de</strong>sfavorables, con cálculos basados en probabilida<strong>de</strong>s e indicios.<br />
Me presento al comandante, que me pone al corriente <strong>de</strong> la situación; es poco halagüeña. El adversario<br />
se ha infiltrado en el regimiento vecino situado a nuestra izquierda. La noticia ha llegado hasta el puesto<br />
<strong>de</strong> mando <strong>de</strong> ese regimiento y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí ha venido hasta aquí. Eso tiene que haber ocurrido, por tanto,<br />
hace ya más <strong>de</strong> dos horas. También nuestro sector ha sido hundido; su guarnición se ha hecho fuerte en<br />
los ramales <strong>de</strong> comunicación situados inmediatamente <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la línea principal <strong>de</strong> resistencia y ha<br />
levantado allí barricadas; se están produciendo combates con granadas <strong>de</strong> mano. Las únicas tropas <strong>de</strong><br />
refuerzo que quedan son las <strong>de</strong> mi compañía, la cual hace ya mucho tiempo que no cuenta ni siquiera con<br />
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