Tempestades de acero
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Ernst Jünger <strong>Tempesta<strong>de</strong>s</strong> <strong>de</strong> <strong>acero</strong><br />
Envuelta en una espesa nube <strong>de</strong> humo, allí <strong>de</strong>ntro ardía la luz rojiza <strong>de</strong> una vela. Tropecé con una<br />
maraña <strong>de</strong> piernas, pero la milagrosa fórmula «¡El relevo!» hizo que se pusiera en movimiento aquel<br />
cuchitril. De un agujero que tenía forma <strong>de</strong> horno salió una sarta <strong>de</strong> maldiciones; luego aparecieron, por<br />
este or<strong>de</strong>n, una cara sin afeitar, un par <strong>de</strong> hombreras roídas por el car<strong>de</strong>nillo, un viejo uniforme y, por fin,<br />
dos bloques <strong>de</strong> barro; me imaginé que serían botas. Nos sentamos a una frágil mesa que allí había y<br />
liquidamos las formalida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la entrega <strong>de</strong>l sector; en esta operación intentamos birlarnos mutuamente<br />
una docena <strong>de</strong> «raciones <strong>de</strong> hierro» y unas cuantas pistolas <strong>de</strong> señales. Luego mi antecesor se <strong>de</strong>slizó a<br />
rastras, con gran<strong>de</strong>s dificulta<strong>de</strong>s, por el estrecho cuello <strong>de</strong> la galería y salió al aire libre, al tiempo que me<br />
pronosticaba que aquel agujero <strong>de</strong> mierda no resistiría ni siquiera tres días. Dentro <strong>de</strong> él me quedé, nuevo<br />
dueño y señor <strong>de</strong>l Sector A.<br />
A la mañana siguiente inspeccioné la posición, que no ofrecía comodida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> ningún género. Tan<br />
pronto salí <strong>de</strong>l abrigo vinieron a mi encuentro dos <strong>de</strong> los hombres encargados <strong>de</strong> traer el café; sangraban,<br />
pues habían sido alcanzados por una ráfaga <strong>de</strong> shrapnels en el ramal <strong>de</strong> aproximación. Unos cuantos<br />
pasos más allá el fusilero Ahrens me pidió permiso para irse; había sido herido por un tiro <strong>de</strong> rebote.<br />
Delante <strong>de</strong> nosotros teníamos la al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Bucquoy y a nuestras espaldas, Puisieux-au-Mont. Mi<br />
compañía no se hallaba escalonada, sino concentrada toda ella en la primera línea, que era muy estrecha;<br />
por la <strong>de</strong>recha nos separaba <strong>de</strong>l 76° Regimiento <strong>de</strong> Infantería una extensa brecha que nadie ocupaba. El<br />
ala izquierda <strong>de</strong>l sector encomendado a nuestro regimiento incluía una arboleda <strong>de</strong>spedazada, el<br />
Bosquecillo 125. En cumplimiento <strong>de</strong> las ór<strong>de</strong>nes recibidas no se habían excavado galerías. No <strong>de</strong>bíamos<br />
enterrarnos bajo tierra, sino estar preparados en todo momento para acciones ofensivas. Por esta misma<br />
razón no teníamos tampoco alambradas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> las posiciones. Los hombres habitaban, <strong>de</strong> dos en dos,<br />
pequeños agujeros cavados en el suelo y reforzados por lo que se conocía con el nombre <strong>de</strong> «chapas<br />
Sigfrido»; eran unas chapas onduladas, curvadas en forma oval, <strong>de</strong> aproximadamente un metro <strong>de</strong> altura,<br />
con las que revestíamos aquellos estrechos refugios en forma <strong>de</strong> horno.<br />
Como mi abrigo se encontraba situado <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> un sector que no era el mío, lo primero que hice fue<br />
ponerme a buscar un nuevo habitáculo. Una construcción parecida a una choza, que se hallaba en un<br />
tramo <strong>de</strong> trinchera <strong>de</strong>rruido, me pareció apta para vivir en ella, una vez que la puse en condiciones<br />
<strong>de</strong>fensivas acarreando hasta ella toda clase <strong>de</strong> instrumentos <strong>de</strong> matar. Allí en plena naturaleza llevaba con<br />
mis or<strong>de</strong>nanzas una vida <strong>de</strong> eremita, sólo perturbada <strong>de</strong> vez en cuando por los enlaces; hasta aquella<br />
remota caverna llevaban éstos las prolijas complejida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la guerra <strong>de</strong> papel. Uno movía<br />
<strong>de</strong>saprobadoramente la cabeza cuando, entre las explosiones <strong>de</strong> dos granadas, tenía que leer, junto a otros<br />
importantes asuntos, la novedad <strong>de</strong> que al comandante <strong>de</strong> la plaza X se le había escapado un terrier con<br />
manchas negras que atendía por el nombre <strong>de</strong> Zippi, si es que no había <strong>de</strong>dicado ya su atención a<br />
profundizar en la <strong>de</strong>nuncia presentada por la criada Makeben contra el cabo Mayer, al que reclamaba una<br />
pensión alimenticia. Los croquis <strong>de</strong> la posición y los frecuentes partes que había que enviar a horas fijas<br />
procuraban la necesaria distracción.<br />
Pero volvamos a mi abrigo, al que puse el nombre <strong>de</strong> Haus Wahnfried [Villa Wahnfried] * . Lo único<br />
que me tenía preocupado era su cubierta; lo más que <strong>de</strong> ella podía <strong>de</strong>cirse era que su resistencia a las<br />
bombas era relativa, esto es, que resistiría con tal <strong>de</strong> que encima <strong>de</strong> ella no cayese ningún proyectil. Pero<br />
me consolaba pensando que mi situación no era mejor que la <strong>de</strong> mis hombres. Al mediodía Haller me<br />
extendía una manta <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un embudo gigantesco; para convertirlo en un solario habíamos abierto<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la choza hasta él un pasadizo. A veces perturbaban mi sesión <strong>de</strong> bronceado proyectiles que<br />
estallaban en las cercanías o cascos <strong>de</strong> granadas explosivas que caían zumbando <strong>de</strong> lo alto.<br />
Sobre nosotros <strong>de</strong>scargaban bombar<strong>de</strong>os con proyectiles <strong>de</strong> grueso calibre; por las noches se parecían<br />
a las tormentas <strong>de</strong> verano, breves y <strong>de</strong>vastadoras. Mientras aquello ocurría estaba yo tumbado en un<br />
* «La paz en la ilusión», significado <strong>de</strong> Wahnfied, es el nombre que, sin duda irónicamente, pone Jünger a sus refugio.<br />
«Haus Wahnfried» es también el nombre con que Wagner bautizó la villa que se hizo construir en Bayreuth. (N. <strong>de</strong>l T.)<br />
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