Tempestades de acero
Tempestades de acero
Tempestades de acero
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Ernst Jünger <strong>Tempesta<strong>de</strong>s</strong> <strong>de</strong> <strong>acero</strong><br />
Guillemont<br />
El 23 <strong>de</strong> agosto <strong>de</strong> 1916 nos cargaron en camiones y nos llevaron hasta Le Mesnil. Aunque sabíamos<br />
ya que íbamos a entrar en combate en la al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Guillemont, foco legendario <strong>de</strong> la Batalla <strong>de</strong>l Somme,<br />
nuestra moral era excelente. De un auto a otro volaban las bromas en medio <strong>de</strong> risotadas generales.<br />
Durante una <strong>de</strong> las paradas el conductor <strong>de</strong> un camión, al accionar la manivela para poner en marcha el<br />
motor, se machacó uno <strong>de</strong> sus pulgares, que quedó partido en dos pedazos. A mí, que siempre he sido<br />
muy sensible a estas cosas, estuvo a punto <strong>de</strong> ponerme enfermo la visión <strong>de</strong> aquella herida. Menciono este<br />
curioso <strong>de</strong>talle porque en los días siguientes fui capaz <strong>de</strong> soportar el espectáculo <strong>de</strong> graves mutilaciones.<br />
Es un ejemplo <strong>de</strong> que, en la vida, el sentido <strong>de</strong> la totalidad es lo que <strong>de</strong>termina las impresiones<br />
particulares.<br />
Una vez que se hizo <strong>de</strong> noche, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Le Mesnil marchamos a pie hasta Sailly-Saillisel. Allí el batallón<br />
<strong>de</strong>positó las mochilas en un gran prado y preparó el equipo <strong>de</strong> asalto.<br />
Delante <strong>de</strong> nosotros rodaba y tronaba un fuego <strong>de</strong> artillería <strong>de</strong> una intensidad insospechada; millares <strong>de</strong><br />
relámpagos que cruzaban el aire envolvían en un mar <strong>de</strong> fuego el horizonte hacia el oeste. Continuamente<br />
regresaban, arrastrándose, los heridos; tenían pálido y <strong>de</strong>macrado el rostro. Las piezas <strong>de</strong> artillería o las<br />
columnas <strong>de</strong> municiones que a su lado pasaban en medio <strong>de</strong> un gran estruendo los empujaban a menudo<br />
contra la cuneta <strong>de</strong> la carretera.<br />
Se me presentó un enlace perteneciente a un regimiento wurttemburgués; iba a guiar a mi sección hasta<br />
el famoso pueblo <strong>de</strong> Combles, don<strong>de</strong> nos quedaríamos provisionalmente como reserva. El fue el primer<br />
soldado alemán que yo vi con casco <strong>de</strong> <strong>acero</strong> y enseguida se me apareció como el habitante <strong>de</strong> un mundo<br />
extraño, dotado <strong>de</strong> mayor dureza. Sentado a su lado en la cuneta <strong>de</strong> la carretera, le interrogué<br />
ansiosamente por lo que ocurría en la posición. Lo que escuché fue un relato monótono; hablaba <strong>de</strong><br />
hombres que durante días enteros permanecían encogidos en los embudos abiertos por las granadas, sin<br />
contacto con nadie y sin ramales <strong>de</strong> aproximación, así corno <strong>de</strong> ataques incesantes, campos llenos <strong>de</strong><br />
cadáveres, sed que enloquecía a la gente, heridos que langui<strong>de</strong>cían y cosas similares. Su rostro inmóvil,<br />
enmarcado en los bor<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>acero</strong> <strong>de</strong>l casco, su voz monótona, acompañada por el ruido <strong>de</strong>l frente,<br />
producían en nosotros la misma impresión que si perteneciesen a un fantasma. Pocos días habían bastado<br />
para imprimir en aquel mensajero que iba a conducirnos al reino <strong>de</strong> las llamas un sello que parecía<br />
hacerlo diferente <strong>de</strong> nosotros, <strong>de</strong> un modo que no es posible <strong>de</strong>cir.<br />
—Quien cae, en el suelo se queda. Nadie pue<strong>de</strong> prestarle ayuda. Nadie sabe si volverá vivo <strong>de</strong> allí.<br />
Todos los días ataca el enemigo, pero no consigue abrirse paso. Todos saben que es cuestión <strong>de</strong> vida o<br />
muerte.<br />
Una gran indiferencia era lo único que subsistía en aquella voz; el fuego la había templado. Con<br />
hombres como aquél se podía marchar al combate.<br />
Por una ancha carretera que, a la luz <strong>de</strong> la luna, se extendía sobre el oscuro terreno como una cinta<br />
blanquecina, echamos a andar hacia el tronar <strong>de</strong> los cañones; su <strong>de</strong>vorador rugido aumentaba a cada paso.<br />
¡Dejad toda esperanza! Lo que otorgaba un aspecto especialmente sombrío a aquel paisaje era la<br />
circunstancia <strong>de</strong> que las carreteras que lo atravesaban quedasen al <strong>de</strong>scubierto, a la luz <strong>de</strong> la luna, como<br />
venas <strong>de</strong> color blanco, y el que en ellas no fuera visible ningún ser viviente. Era como si caminásemos por<br />
los sen<strong>de</strong>ros, vagamente alumbrados, <strong>de</strong> un cementerio a media noche.<br />
Pronto empezaron a caer las primeras granadas a <strong>de</strong>recha y a izquierda <strong>de</strong>l camino que seguíamos. Las<br />
conversaciones bajaron <strong>de</strong> tono y acabaron enmu<strong>de</strong>ciendo por completo. Todos escuchaban atentamente<br />
el prolongado aullido que emitían los proyectiles al acercarse; escuchaban con aquella extraña tensión que<br />
56