11.05.2013 Views

Tempestades de acero

Tempestades de acero

Tempestades de acero

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Ernst Jünger <strong>Tempesta<strong>de</strong>s</strong> <strong>de</strong> <strong>acero</strong><br />

como enseguida pudo notarse. Allí fue don<strong>de</strong> por vez primera vi la <strong>de</strong>strucción planificada, un tipo <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>strucción con el que luego en la vida habría <strong>de</strong> tropezar hasta la saciedad. Esta clase <strong>de</strong> <strong>de</strong>strucción, que<br />

está funestamente vinculada con las concepciones economicistas <strong>de</strong> nuestra época, ocasiona al <strong>de</strong>structor<br />

más daños que beneficios y no reporta ningún honor al soldado.<br />

Entre las sorpresas que habíamos preparado a nuestros sucesores había algunas <strong>de</strong> una refinada<br />

maldad. Así, en las entradas <strong>de</strong> las casas y <strong>de</strong> las galerías habíamos tendido alambres casi invisibles, no<br />

más gruesos que crines <strong>de</strong> caballo; al menor contacto aquellos cables provocaban el estallido <strong>de</strong> cargas<br />

explosivas ocultas. En muchos lugares cavamos en las carreteras agujeros estrechos y metimos en ellos<br />

una granada; todo ello se tapaba con una tabla <strong>de</strong> encina y luego se recubría la tabla con tierra. En la tabla<br />

había un clavo que quedaba casi encima mismo <strong>de</strong> la espoleta <strong>de</strong> la granada. El grosor <strong>de</strong> la tabla había<br />

sido calculado <strong>de</strong> tal manera que sobre ella pudieran pasar sin el menor peligro las tropas <strong>de</strong> infantería<br />

que marchasen a pie; pero tan pronto como el primer camión o la primera pieza <strong>de</strong> artillería rodasen sobre<br />

la tabla, ésta se curvaría y entonces la granada volaría por los aires. Una <strong>de</strong> aquellas invenciones<br />

insidiosas eran las bombas <strong>de</strong> efecto retardado; las enterrábamos en los sótanos <strong>de</strong> edificios que habíamos<br />

<strong>de</strong>jado intactos. Una plancha <strong>de</strong> metal dividía estas bombas en dos mita<strong>de</strong>s. Una <strong>de</strong> ellas estaba llena <strong>de</strong><br />

explosivos; la otra, <strong>de</strong> un ácido. Una vez escondidos aquellos huevos diabólicos, el ácido corroía, en un<br />

trabajo que duraba semanas, la plancha <strong>de</strong> metal y hacía estallar la bomba. Una <strong>de</strong> ellas lanzó por los aires<br />

el edificio <strong>de</strong>l ayuntamiento <strong>de</strong> Bapaume en el preciso momento en que estaban reunidas en él las<br />

principales autorida<strong>de</strong>s para festejar la victoria.<br />

El 13 <strong>de</strong> marzo la Segunda Compañía abandonó la posición y yo la ocupé con mis dos pelotones.<br />

Durante la noche un balazo en la cabeza mató a un soldado que se llamaba Kirchhof. Lo curioso fue que<br />

aquel fatídico proyectil fue el único que el adversario disparó durante muchas horas.<br />

Hice todo lo que en mis manos estuvo para inducir a engaño al enemigo acerca <strong>de</strong> nuestras fuerzas.<br />

Lanzábamos paladas <strong>de</strong> tierra por encima <strong>de</strong>l parapeto unas veces en un sitio y otras veces en otro, y con<br />

nuestra única ametralladora tuve que hacer una serie <strong>de</strong> disparos unas veces <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el ala <strong>de</strong>recha y otras<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la izquierda. A pesar <strong>de</strong> ello nuestro tiro sonaba muy débil cuando cruzaban nuestra posición,<br />

volando a baja altura, aviones enemigos <strong>de</strong> observación, o cuando un <strong>de</strong>stacamento <strong>de</strong> zapadores<br />

atravesaba la retaguardia enemiga. Por ello todas las noches aparecían en diferentes puntos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />

nuestra trinchera patrullas inglesas que se <strong>de</strong>dicaban a manipular las alambradas.<br />

El penúltimo día <strong>de</strong> estancia allí estuve a punto <strong>de</strong> encontrar un final miserable. Un proyectil fallido,<br />

proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> un cañón antiaéreo que disparaba contra los globos cautivos, cayó zumbando <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una<br />

gran altura y vino a explotar en el través en que, <strong>de</strong>sprevenido, me había apoyado. La presión <strong>de</strong>l aire me<br />

arrojó por la abertura <strong>de</strong> una galería que quedaba enfrente; allí me reencontré a mí mismo poco <strong>de</strong>spués,<br />

sumamente <strong>de</strong>sconcertado.<br />

La mañana <strong>de</strong>l día 17 notamos que el ataque era inminente. En la trinchera inglesa <strong>de</strong> primera línea,<br />

una trinchera cubierta <strong>de</strong> cieno y que <strong>de</strong> ordinario estaba <strong>de</strong>sierta, oímos el chapotear <strong>de</strong> muchas botas.<br />

Las risas y los gritos <strong>de</strong> un numeroso <strong>de</strong>stacamento <strong>de</strong>lataban que también por <strong>de</strong>ntro tenían que ir muy<br />

empapados aquellos hombres. Unas figuras humanas oscuras se aproximaron a nuestra alambrada, pero<br />

las alejamos a tiros; una <strong>de</strong> ellas se <strong>de</strong>splomó entre lamentos y quedó allí tendida. En forma <strong>de</strong> erizo<br />

concentré mis pelotones alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sembocadura <strong>de</strong> un ramal <strong>de</strong> aproximación y me esforcé en<br />

iluminar con bengalas el terreno <strong>de</strong> <strong>de</strong>lante, todo ello bajo un fuego <strong>de</strong> artillería y <strong>de</strong> lanzaminas que<br />

empezó <strong>de</strong> repente.<br />

Como las bengalas blancas se nos agotaron pronto, recurrimos a las <strong>de</strong> colores y lanzamos al aire unos<br />

auténticos fuegos artificiales. A las cinco, hora fijada para la evacuación, aún <strong>de</strong>molimos rápidamente con<br />

granadas <strong>de</strong> mano todos los abrigos, excepto aquellos en que habíamos colocado máquinas infernales,<br />

cuya construcción era bastante ingeniosa. Todas las municiones que nos quedaban las habíamos empleado<br />

en fabricar aquellas máquinas. En las últimas horas no me gustaba ya tocar ninguna caja, ninguna puerta,<br />

ningún cubo <strong>de</strong> agua, pues temía saltar <strong>de</strong> repente por los aires.<br />

A la hora fijada se replegaron hacia el Somme las patrullas; algunas estaban ya enredadas en combates<br />

<strong>de</strong> granadas <strong>de</strong> mano con el enemigo. Nosotros fuimos los últimos en cruzar la <strong>de</strong>presión <strong>de</strong>l cauce <strong>de</strong>l<br />

77

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!