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Tempestades de acero

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Ernst Jünger El bosquecillo 125<br />

igual; lo único que cambia es la cifra <strong>de</strong> los muertos, que lentamente va aumentando, luego nos llega una<br />

or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l jefe <strong>de</strong> las tropas combatientes. Dice que es preciso recuperar el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>lantero <strong>de</strong> la zona<br />

avanzada hasta la línea principal <strong>de</strong> resistencia; el batallón que hasta ahora se encontraba en período <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>scanso vendrá a ocupar esa posición; nosotros po<strong>de</strong>mos evacuar la Trinchera <strong>de</strong>l Seto y replegarnos<br />

hasta el terraplén <strong>de</strong>l ferrocarril, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>beremos ocupar una posición <strong>de</strong> contención. Es tiempo <strong>de</strong><br />

hacerlo, pues <strong>de</strong> nuevo vuelven a caer cerca <strong>de</strong> nosotros las primeras granadas.<br />

La situación está totalmente aclarada y la gran maquinaria es puesta en movimiento para una nueva<br />

jornada <strong>de</strong> trabajo.<br />

Sauchy<br />

Antes <strong>de</strong> que vinieran a relevarnos hicimos frente una vez más al Bosquecillo. Avanzando por la<br />

Trinchera <strong>de</strong> la Hondonada, y sin que se realizara previamente una preparación artillera, intentamos<br />

ro<strong>de</strong>arlo, pero el adversario nos rechazó. Más tar<strong>de</strong>, tras un intenso bombar<strong>de</strong>o previo, entramos en<br />

acción en la Trinchera <strong>de</strong>l Seto y en el Camino <strong>de</strong> Puisieux; se trataba <strong>de</strong> realizar, junto con la compañía<br />

<strong>de</strong> asalto, un ataque frontal contra el Bosquecillo. Tampoco esta vez nos acompañó la suerte. El<br />

<strong>de</strong>stacamento que avanzaba por el Camino <strong>de</strong> Puisieux fue <strong>de</strong>tenido con cargas explosivas, y nosotros, los<br />

que nos hallábamos en la Trinchera <strong>de</strong>l Seto, sufrimos primero numerosas bajas causadas por nuestra<br />

propia artillería, y luego, mientras avanzábamos, nos vimos súbitamente ro<strong>de</strong>ados por una compañía <strong>de</strong><br />

neozelan<strong>de</strong>ses; surgida <strong>de</strong> la tierra como por ensalmo, esa compañía apareció en terreno <strong>de</strong>scubierto y nos<br />

batió tan intensamente con granadas <strong>de</strong> mano que sólo unos pocos escaparon con vida <strong>de</strong> esa carnicería.<br />

Más tar<strong>de</strong> estuvimos <strong>de</strong>fendiendo durante dos días un ignoto tramo <strong>de</strong> trinchera, en el que al final había<br />

más cadáveres que supervivientes, hasta que vinieron a relevarnos tropas <strong>de</strong>l 164° Regimiento. No queda<br />

tiempo para <strong>de</strong>scribir con <strong>de</strong>tenimiento estos hechos y sería, a<strong>de</strong>más, una interminable repetición <strong>de</strong> lo<br />

mismo. Ya ahora empiezan a difuminarse en la memoria los <strong>de</strong>talles aislados.<br />

Pero esta vez sí hemos sido relevados. En Achiet, don<strong>de</strong> nos apeamos <strong>de</strong> los vehículos la primera vez<br />

que llegamos a esta zona, nos estaban ya aguardando los camiones. Pronto nos vimos recorriendo el<br />

mismo trayecto <strong>de</strong> entonces, un trayecto que atraviesa <strong>de</strong>solados campos <strong>de</strong> batalla y pasa junto a al<strong>de</strong>as<br />

<strong>de</strong>struidas y cruces plantadas en tumbas solitarias. Nos espera un futuro incierto, pues numerosas<br />

experiencias nos han enseñado que cuando nos <strong>de</strong>stinan a la reserva es que nos enfrentamos a una gran<br />

batalla. Y cuanto más po<strong>de</strong>rosa es la unidad a la que nos adscriben como reserva, tanto más breve suele<br />

ser el período <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso, ya que al aumentar la amplitud <strong>de</strong>l frente aumenta también el número <strong>de</strong> los<br />

puntos críticos. Tampoco es ésta una época tranquila; lo atestiguan los truenos <strong>de</strong> la ofensiva enemiga que<br />

se nos viene encima y cuyos ecos resuenan a nuestras espaldas.<br />

Allí <strong>de</strong>trás, don<strong>de</strong> los relámpagos cruzan incesantemente el aire, <strong>de</strong>jamos también el Bosquecillo 125;<br />

sus últimos restos son machacados ahora por el fuego <strong>de</strong> nuestra propia artillería. El recuerdo <strong>de</strong> las pocas<br />

semanas que allí hemos pasado se fundirá muy pronto con las impresiones <strong>de</strong> nuevas vivencias<br />

sangrientas que van yuxtaponiéndose a intervalos cada vez más breves, como las imágenes <strong>de</strong> un sueño<br />

<strong>de</strong> fuego.<br />

Lo que allí ha sucedido carece <strong>de</strong> importancia si se lo compara con los gran<strong>de</strong>s acontecimientos <strong>de</strong> esta<br />

época, mas para nosotros y para nuestro <strong>de</strong>stino ha tenido un peso enorme. Incluso hemos perdido esa<br />

posición; sin embargo, en este aspecto nadie pue<strong>de</strong> dirigirnos el menor reproche. Lo que se podía hacer se<br />

hizo.<br />

El horizonte <strong>de</strong> los embudos y <strong>de</strong> las trincheras es —un horizonte estrecho. Su alcance no es mayor<br />

que el <strong>de</strong> una granada <strong>de</strong> mano; lo que uno ve allí se le queda bien grabado. Contra ese fondo horrible se<br />

yergue el combatiente, el hombre sencillo, anónimo, sobre el cual gravitan el peso y el <strong>de</strong>stino <strong>de</strong>l mundo.<br />

En los bor<strong>de</strong>s <strong>de</strong> fuego situados más allá <strong>de</strong> todo límite procrea ese hombre — en la noche solitaria<br />

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