11.05.2013 Views

Tempestades de acero

Tempestades de acero

Tempestades de acero

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Ernst Jünger <strong>Tempesta<strong>de</strong>s</strong> <strong>de</strong> <strong>acero</strong><br />

trinchera. Tuve una gran alegría al oír por algún sitio la aflautada voz <strong>de</strong>l pequeño Hambrock, que<br />

también, lo mismo que yo, estaba poniendo en or<strong>de</strong>n la trinchera.<br />

Una vez que el fuego <strong>de</strong>creció volví malhumorado a mi galería. Allí acrecentó mi mal humor la<br />

llamada telefónica que recibí <strong>de</strong> un puesto <strong>de</strong> mando:<br />

—Maldita sea, ¿qué es lo que pasa? ¿Por qué no ha cogido antes el teléfono?<br />

El bombar<strong>de</strong>o continuó <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno. Esta vez los ingleses machacaron lenta, pero<br />

sistemáticamente, nuestra posición con granadas <strong>de</strong> grueso calibre. Aquello acabó aburriéndome; por un<br />

pasillo subterráneo fui a hacer una visita al pequeño Hambrock, vi lo que tenía <strong>de</strong> beber y jugué con él<br />

una partida <strong>de</strong> cartas. En una ocasión nos interrumpió una explosión gigantesca; por la puerta y por la<br />

chimenea <strong>de</strong> la estufa caían rodando gran<strong>de</strong>s trozos <strong>de</strong> tierra. El acceso a la galería había sido hundido; el<br />

revestimiento <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s, doblado y partido como un caja <strong>de</strong> cerillas. Por la chimenea <strong>de</strong><br />

ventilación entraba un sofocante olor a almendras amargas — ¿es que aquellos tipos nos estarían<br />

bombar<strong>de</strong>ando con ácido cianhídrico? Bueno, ¡que aproveche! En un <strong>de</strong>terminado momento tuve<br />

necesidad imperiosa <strong>de</strong> ir a un lugar excusado; hube <strong>de</strong> realizar aquella operación en cuatro tiempos, pues<br />

los proyectiles <strong>de</strong> grueso calibre me interrumpían continuamente. Poco <strong>de</strong>spués entró corriendo mi<br />

or<strong>de</strong>nanza a <strong>de</strong>cirnos que un disparo certero había reducido a virutas la letrina. Esto movió a Hambrock a<br />

hacer un admirativo comentario sobre mi buena suerte. Respondí:<br />

—Si me llego a quedar más tiempo fuera, ahora tendría acaso tantas pecas como usted.<br />

El fuego cesó al atar<strong>de</strong>cer. Recorrí entonces la trinchera; lo hice en aquel estado <strong>de</strong> ánimo que siempre<br />

se apo<strong>de</strong>raba <strong>de</strong> mí tras un intenso bombar<strong>de</strong>o y que sólo cabe comparar con la sensación <strong>de</strong> alivio que se<br />

experimenta <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una tempestad. El aspecto <strong>de</strong> la trinchera era <strong>de</strong>solador; gran<strong>de</strong>s trechos <strong>de</strong> ella<br />

habían quedado aplanados, cinco accesos a galerías estaban hundidos. Varios hombres habían sido<br />

heridos; los visité y los encontré relativamente bien. Cubierto con su lona <strong>de</strong> tienda <strong>de</strong> campaña, un<br />

muerto yacía en el piso <strong>de</strong> la trinchera. Un alargado casco <strong>de</strong> metralla le había arrancado la ca<strong>de</strong>ra,<br />

aunque se encontraba muy abajo en la escalera <strong>de</strong> la galería.<br />

Al atar<strong>de</strong>cer nos relevaron.<br />

El 13 <strong>de</strong> marzo el coronel von Oppen me confió la misión <strong>de</strong> <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r con una patrulla compuesta <strong>de</strong><br />

dos pelotones el sector ocupado por nuestra compañía, hasta que se hubiera replegado a la otra orilla <strong>de</strong>l<br />

río Somme la totalidad <strong>de</strong>l regimiento. Cada uno <strong>de</strong> los cuatro sectores <strong>de</strong> la primera línea iba a ser<br />

guardado por una patrulla igual a la mía; su mando había sido encomendado a oficiales. Empezando por<br />

la <strong>de</strong>recha, aquellos sectores los mandábamos respectivamente los alféreces Reinhardt, Fischer, Lorek y<br />

yo.<br />

Las al<strong>de</strong>as que habíamos atravesado a nuestra llegada parecían ahora gran<strong>de</strong>s manicomios. Compañías<br />

enteras se <strong>de</strong>dicaban a <strong>de</strong>rribar y romper pare<strong>de</strong>s o a subirse a los tejados y machacar las tejas. Talaban<br />

árboles, rompían cristales; nubes <strong>de</strong> humo y polvo se alzaban alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> enormes montones <strong>de</strong><br />

escombros. Soldados vestidos con trajes <strong>de</strong> caballero o <strong>de</strong> señora abandonados por los habitantes, y<br />

tocados con sombreros <strong>de</strong> copa, corrían como locos <strong>de</strong> un lado para otro. Con la perspicacia peculiar <strong>de</strong><br />

los <strong>de</strong>structores sabían encontrar las vigas maestras <strong>de</strong> las casas; ataban a ellas cuerdas y luego tiraban,<br />

con gritos acompasados, hasta que el edificio se <strong>de</strong>rrumbaba con estruendo. Otros blandían gran<strong>de</strong>s<br />

martillos y machacaban todo lo que se les ponía por <strong>de</strong>lante, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una maceta colocada en el alféizar <strong>de</strong><br />

una ventana a la artística construcción <strong>de</strong> vidrio <strong>de</strong> un inverna<strong>de</strong>ro.<br />

Hasta la Posición Sigfrido todas las al<strong>de</strong>as eran un montón <strong>de</strong> ruinas; todos los árboles estaban talados;<br />

todas las carreteras, minadas; todos los pozos, envenenados; todos los cursos <strong>de</strong> agua, represados con<br />

diques; todos los sótanos, volados con explosivos o convertidos en lugares peligrosos merced a las<br />

bombas allí escondidas; todas las vías férreas, <strong>de</strong>smontadas; todos los cables telefónicos, arrancados; todo<br />

lo que podía ar<strong>de</strong>r, quemado. En suma, transformamos en un yermo la tierra que aguardaría al enemigo<br />

cuando éste avanzase.<br />

Lo que allí se veía recordaba, como he dicho, un manicomio; y como éstos, producía un efecto mitad<br />

cómico y mitad repugnante. Aquellas <strong>de</strong>strucciones fueron funestas también para la disciplina <strong>de</strong> la tropa,<br />

76

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!