Tempestades de acero
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Ernst Jünger <strong>Tempesta<strong>de</strong>s</strong> <strong>de</strong> <strong>acero</strong><br />
fortuna nos había guiado. Los proyectiles enemigos se estrellaban contra la arena <strong>de</strong> aquella especie <strong>de</strong><br />
trinchera, los oficiales daban gritos, los soldados, nerviosos, danzaban <strong>de</strong> un lado para otro. Un suboficial<br />
médico <strong>de</strong> la Sexta Compañía me arrancó la guerrera y me aconsejó que me tendiera en el suelo, pues<br />
corría peligro <strong>de</strong> <strong>de</strong> sangrarme en pocos minutos.<br />
Me enrollaron en una lona <strong>de</strong> tienda <strong>de</strong> campaña y me llevaron a rastras por las afueras <strong>de</strong> Favreuil.<br />
Algunos hombres <strong>de</strong> mi compañía y <strong>de</strong> la sexta me acompañaban. La al<strong>de</strong>a estaba ya abarrotada <strong>de</strong><br />
ingleses y en consecuencia fue inevitable que pronto disparasen contra nosotros a quemarropa. Los<br />
proyectiles se estrellaban con estruendo contra los cuerpos. Un balazo en la cabeza tiró al suelo al<br />
enfermero <strong>de</strong> la Sexta Compañía que agarraba la extremidad posterior <strong>de</strong> la lona <strong>de</strong> tienda <strong>de</strong><br />
campaña en que yo iba envuelto; caí al suelo con él.<br />
El pequeño grupo se tiró a tierra, aplastándose contra el terreno; luego se arrastró hasta la próxima<br />
<strong>de</strong>presión, mientras a su alre<strong>de</strong>dor explotaban como latigazos los proyectiles.<br />
Envuelto en la lona, quedé solo en el campo; casi con indiferencia aguardaba la bala certera<br />
que tendría que poner fin a aquella odisea.<br />
Mas ni siquiera en aquella ocasión <strong>de</strong>sesperada quedé abandonado; era observado por mis<br />
acompañantes, quienes pronto realizaron nuevos esfuerzos para salvarme. Junto a mí resonó la voz <strong>de</strong>l<br />
cabo Hengstmann, un hombre alto y rubio, oriundo <strong>de</strong> la baja Sajonia.<br />
—Mi alférez, voy a cargarlo sobre mis espaldas; ¡o nos abrimos paso, o quedaremos aquí tendidos!<br />
Por <strong>de</strong>sgracia no conseguimos abrirnos paso; eran <strong>de</strong>masiados los fusiles que estaban al acecho en las<br />
afueras <strong>de</strong> la al<strong>de</strong>a. Hengstmann comenzó su carrera; yo ro<strong>de</strong>aba su cuello con mis brazos. Enseguida se<br />
inició un tiroteo; las <strong>de</strong>tonaciones sonaban como en un polígono <strong>de</strong> tiro cuando se dispara contra un<br />
blanco situado a cien metros <strong>de</strong> distancia. A los pocos pasos un fino gorjeo metálico anunció una bala<br />
certera; Hengstmann cayó suavemente a tierra <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> mí. Se <strong>de</strong>rrumbó en silencio, pero sentí<br />
que la Muerte se apo<strong>de</strong>raba <strong>de</strong> él antes <strong>de</strong> que hubiese tocado el suelo. Me <strong>de</strong>sasí <strong>de</strong> sus brazos, que aún<br />
me agarraban con fuerza, y vi que una bala le había atravesado el casco <strong>de</strong> <strong>acero</strong> y las sienes. Aquel<br />
valiente era hijo <strong>de</strong> un maestro <strong>de</strong> escuela y había nacido en Letter, cerca <strong>de</strong> Hannover. Tan pronto<br />
como me fue posible caminar busqué a sus padres y les conté lo ocurrido.<br />
Aquel ejemplo funesto no <strong>de</strong>salentó a otro <strong>de</strong> nuestros hombres que vino en mi ayuda e intentó<br />
<strong>de</strong> nuevo salvarme. Era el sargento médico Strichalsky. Me colocó sobre sus hombros y me llevó sano y<br />
salvo hasta el ángulo muerto <strong>de</strong> la próxima elevación <strong>de</strong>l terreno, mientras una violenta lluvia <strong>de</strong><br />
disparos nos ro<strong>de</strong>aba con sus silbidos.<br />
Estaba oscureciendo. Mis camaradas buscaron la lona <strong>de</strong> tienda <strong>de</strong> campaña <strong>de</strong> un muerto y me<br />
llevaron a través <strong>de</strong>l solitario terreno; sobre él se alzaban, cerca y lejos <strong>de</strong> nosotros, las llamaradas<br />
producidas por unas estrellas <strong>de</strong> rayos puntiagudos. Entonces conocí la horrible sensación que se<br />
experimenta cuando hay que luchar para intentar inspirar aire. El humo <strong>de</strong>l cigarrillo que cerca <strong>de</strong> mí<br />
fumaba un soldado estuvo a punto <strong>de</strong> asfixiarme.<br />
Llegamos finalmente a un puesto <strong>de</strong> socorro; en él ejecutaba sus tareas el doctor Key, amigo mío.<br />
Me preparó una <strong>de</strong>liciosa agua <strong>de</strong> limón y me puso una inyección <strong>de</strong> morfina; con ella me sumió en<br />
un sueño reparador.<br />
Al día siguiente el salvaje viaje en automóvil hasta el hospital <strong>de</strong> sangre supuso una última y dura<br />
prueba para mi capacidad vital. Luego pasé a manos <strong>de</strong> las enfermeras y proseguí la lectura <strong>de</strong>l<br />
Tristram Shandy en la misma página en que la había interrumpido la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> ataque.<br />
El cariño <strong>de</strong> los amigos me hizo más lleva<strong>de</strong>ras esas recaídas que son típicas <strong>de</strong> las heridas <strong>de</strong> bala<br />
en el pulmón. Vinieron a visitarme soldados y oficiales <strong>de</strong> la división. Cuantos participaron en el asalto<br />
a Sapignies, o bien habían muerto, o bien estaban prisioneros <strong>de</strong> los ingleses, como Kius. Cuando<br />
ya caían sobre Cambrai las primeras granadas <strong>de</strong>l adversario, que iba ganando terreno lentamente,<br />
recibí una amable carta <strong>de</strong>l matrimonio Plancot; también me enviaron un envase <strong>de</strong> leche, que se<br />
quitaron <strong>de</strong> la boca, y el único melón producido por su huerto. Les aguardaban días amargos.<br />
Tampoco mi or<strong>de</strong>nanza fue una excepción en la larga lista <strong>de</strong> sus pre<strong>de</strong>cesores; permaneció a mi<br />
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