Tempestades de acero
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Ernst Jünger <strong>Tempesta<strong>de</strong>s</strong> <strong>de</strong> <strong>acero</strong><br />
Luego el jefe <strong>de</strong> la división pronunció una arenga; <strong>de</strong> ella pudimos todos <strong>de</strong>ducir claramente que el ataque<br />
se <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>naría en los próximos días.<br />
Me gusta recordar la última noche. Estuvimos sentados, bebiendo, en torno a una mesa y, con las<br />
cabezas ardientes, charlamos <strong>de</strong> la inminente guerra <strong>de</strong> movimiento. Llevados por nuestro entusiasmo<br />
gastamos en vino hasta la última moneda que nos quedaba, pues ¿para qué necesitábamos ya dinero? Al<br />
día siguiente estaríamos, o más allá <strong>de</strong> las líneas enemigas, o en un Más Allá todavía mejor. El capitán<br />
tuvo que recordarnos que también la zona <strong>de</strong> la retaguardia quería vivir; sólo así pudo quitarnos <strong>de</strong> la<br />
cabeza la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> estrellar contra las pare<strong>de</strong>s los vasos, las botellas y toda la cristalería.<br />
No nos cabía duda <strong>de</strong> que el gran plan tendría éxito. Por nosotros no quedaría, en todo caso. También<br />
la clase <strong>de</strong> tropa estaba en buena forma. Cuando uno la oía hablar, a su seca manera —la manera propia<br />
<strong>de</strong> los nativos <strong>de</strong> la baja Sajonia—, <strong>de</strong> la inminente «carrera en llano al estilo <strong>de</strong> Hin<strong>de</strong>nburg», sabía que<br />
su actuación sería la <strong>de</strong> siempre: tenaz, fiable, y sin gritos innecesarios.<br />
El 17 <strong>de</strong> marzo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la puesta <strong>de</strong>l sol, <strong>de</strong>jamos aquellos alojamientos, a los que habíamos<br />
tomado cariño, y marchamos a pie hasta Brunemont. Todas las carreteras estaban abarrotadas <strong>de</strong><br />
columnas <strong>de</strong> infantes que avanzaban sin <strong>de</strong>scanso, <strong>de</strong> innumerables cañones, <strong>de</strong> convoyes que nunca<br />
acababan. El or<strong>de</strong>n que allí reinaba era, no obstante, perfecto, y se guiaba por un plan <strong>de</strong> movilización<br />
cuidadosamente elaborado. Pobre <strong>de</strong> la tropa que no se atuviese con exactitud a los itinerarios y a los<br />
horarios marcados; era expulsada a las cunetas <strong>de</strong> la carretera y allí tenía que aguardar horas enteras antes<br />
<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r encontrar un hueco y meterse en él. También nosotros sufrimos un embotellamiento; en él el<br />
caballo <strong>de</strong>l capitán von Brixen quedó ensartado en la vara <strong>de</strong> un carro, acabando así sus días.<br />
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