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Tempestades de acero

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Ernst Jünger El bosquecillo 125<br />

en la roca gredosa sacó también una botella y una caja <strong>de</strong> puros, <strong>de</strong> modo que pasé con él una hora muy<br />

agradable. Me di cuenta <strong>de</strong> que tenía <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí al hombre <strong>de</strong>l que <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> esta posición. Me aseguró<br />

que sus hombres eran magníficos y que aún no había tenido nunca necesidad <strong>de</strong> aplicarles su divisa: «Si<br />

tú me enseñas el trasero, yo te enseñaré los dientes»; se notaba que era la persona apropiada para tal lugar.<br />

También le pregunté, naturalmente, por el golpe <strong>de</strong> mano que había dado y <strong>de</strong>l que me había enterado<br />

por el sargento aspirante a oficial. Me dijo que pocos días antes, acompañado por su jefe <strong>de</strong> sección, el<br />

alférez Kastner, y por su or<strong>de</strong>nanza, había llegado a rastras hasta la trinchera inglesa y se había<br />

introducido en ella. Para llevar a cabo esta operación había elegido la hora <strong>de</strong>l mediodía — esto es cosa<br />

que sólo se compren<strong>de</strong> si se conoce la tierra <strong>de</strong> nadie sembrada <strong>de</strong> embudos y la seguridad <strong>de</strong> los<br />

centinelas; los cuales, aturdidos a esa hora por el tremendo calor, se apoyan en el parapeto y tienen ante<br />

sus ojos otras cosas muy diferentes que el campo muerto, vibrante, que ante ellos se extien<strong>de</strong>, solitario y<br />

siempre igual, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace semanas. La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> aprovechar alguna vez esa hora <strong>de</strong> somnolencia general<br />

para infiltrarse en la trinchera enemiga se le ocurre a cualquiera; es una i<strong>de</strong>a tan audaz como simple, y por<br />

ello se realiza pocas veces.<br />

Aquella aproximación a la pieza <strong>de</strong> caza, realizada a plena luz <strong>de</strong>l mediodía, había tenido éxito; sin que<br />

nadie los viera, habían penetrado en la trinchera inglesa y allí se escondieron en una bifurcación cubierta<br />

<strong>de</strong> maleza. Pronto había pasado a su lado un hombre que caminaba solo y que probablemente era un<br />

centinela que se dirigía al relevo. Pero en el preciso momento en que se disponían a lanzarse sobre él para<br />

reducirlo, dio la vuelta con ojos inquisitivos —tal vez alertado por un pequeño ruido o por un oscuro<br />

presentimiento—, los <strong>de</strong>scubrió y, en una acción rapidísima, arrojó contra ellos una granada <strong>de</strong> mano.<br />

Vorbeck, ciertamente, le partió enseguida el alma <strong>de</strong> un pistoletazo; pero el ruido causado por la granada<br />

<strong>de</strong> mano al estallar provocó en la maraña <strong>de</strong> las trincheras tal <strong>de</strong>sasosiego que aquello parecía un avispero<br />

alborotado. Si no querían que los mataran, tenían que intentar aprovechar el instante <strong>de</strong>l primer<br />

<strong>de</strong>sconcierto para alcanzar <strong>de</strong> nuevo, corriendo a toda velocidad, la propia línea, situada en la lin<strong>de</strong> <strong>de</strong>l<br />

bosque.<br />

Es fácil imaginar la sorpresa: tres seres humanos que <strong>de</strong> repente aparecen al <strong>de</strong>scubierto en un llano<br />

cuyo único habitante es la Muerte. Eso es caza mayor. A la mencionada sorpresa se <strong>de</strong>bió indudablemente<br />

el que no fueran abatidos en pocos segundos. En esta ocasión consiguieron replegarse sanos y salvos<br />

antes <strong>de</strong> que las <strong>de</strong>tonaciones <strong>de</strong> los fusiles hicieran entrar en acción también a las ametralladoras.<br />

Kastner fue el único que sufrió un percance; en el momento en que saltaba <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la trinchera <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la<br />

parte <strong>de</strong> arriba, una bala le hizo un <strong>de</strong>sgarrón en la guerrera y le rebanó la tetilla izquierda. El afectado<br />

por aquel tiro tan extraño estaba sentado con nosotros a la mesa; era un hombre flaco, profesor <strong>de</strong> letras, y<br />

explicó aquello con el mismo tono seco con que seguramente acostumbra a explicar, en tiempos <strong>de</strong> paz,<br />

los textos <strong>de</strong> Livio a sus alumnos <strong>de</strong> bachillerato.<br />

La gente narra estas aventuras muy bien, y a menudo las he oído contar con mucha emoción; pero he<br />

observado que hay una cosa que nunca es expresada con palabras suficientemente claras en el relato: el<br />

instante en que uno, estando emboscado, divisa al ser humano a corta distancia. El estremecimiento que le<br />

recorre a uno el cuerpo en ese momento es algo que no se pue<strong>de</strong> comparar con ninguna otra sensación.<br />

Sin duda ya nuestros antepasados más remotos, que aún luchaban contra animales gigantescos, tuvieron el<br />

sentimiento <strong>de</strong> que el ser humano es un adversario diferente <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más; el encuentro con él significa<br />

una prueba durísima también para nosotros, que estamos habituados a vivir semanas enteras en medio <strong>de</strong><br />

los horrores <strong>de</strong> la guerra. Aquí es también don<strong>de</strong> siempre se manifestará por vez primera el <strong>de</strong>clive <strong>de</strong> la<br />

combatividad: durante largo tiempo la tropa podrá seguir estando en condiciones <strong>de</strong> luchar con la ayuda<br />

<strong>de</strong> las máquinas, pero ya no será capaz <strong>de</strong> soportar la colisión directa entre un hombre y otro hombre. El<br />

combate no es ganado por la máquina, sino con la ayuda <strong>de</strong> la máquina — y ésta es una gran diferencia.<br />

Satisfecho <strong>de</strong> mi paseo, durante el cual apenas fui molestado por el fuego, regresé a nuestra línea<br />

principal <strong>de</strong> resistencia, recorriendo el Camino <strong>de</strong> Puisieux. Si es necesario, acudiré <strong>de</strong> buena gana en<br />

auxilio <strong>de</strong> los hombres <strong>de</strong> allí <strong>de</strong>lante.<br />

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