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Tempestades de acero

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Ernst Jünger El bosquecillo 125<br />

Pierre-Vaast, la enorme floresta <strong>de</strong> Houtholst allá arriba en Flan<strong>de</strong>s, que quedó reducida a escombros en<br />

pocos días; pero en ninguno <strong>de</strong> ellos me pareció que la <strong>de</strong>strucción fuese tan horrenda como aquí. Al que<br />

más se parece el Bosquecillo 125 es al bosque <strong>de</strong> Trônes, cuyos <strong>de</strong>spedazados troncos se alzaban <strong>de</strong>lante<br />

<strong>de</strong> nosotros, allá en el fondo, durante los días <strong>de</strong> Guillemont. Acaso la impresión que este aislado<br />

bosquecillo produce se <strong>de</strong>ba a que se <strong>de</strong>staca con niti<strong>de</strong>z <strong>de</strong> una llanura en la que no hay árboles; el fuego<br />

<strong>de</strong> los alre<strong>de</strong>dores se ve obligado a concentrarse sobre él. Por esta razón sería tal vez acertado <strong>de</strong>jarlo ahí<br />

sin guarnición ninguna, y, si hubiera peligro <strong>de</strong> un ataque, duplicar entonces el fuego enemigo con el<br />

propio, <strong>de</strong> manera que ningún ser vivo pudiera mantenerse en él. O bien cabría volar primero todas las<br />

obras <strong>de</strong> <strong>de</strong>fensa que en él existan y obturarlo luego mediante una campana <strong>de</strong> gases letales <strong>de</strong> escasa<br />

movilidad. Pues estos lugares son trampas para los seres humanos y en ellos <strong>de</strong>saparecen, una tras otra,<br />

las guarniciones sin <strong>de</strong>jar rastro. En estos casos lo normal es evacuarlos; aquí no se ha actuado así —<br />

habrá sus razones. La posición <strong>de</strong>l Bosquecillo 125 está <strong>de</strong>fendida por una compañía que tiene<br />

encomendada una misión difícil, pero claramente <strong>de</strong>limitada.<br />

Estuve contemplando un rato el Bosquecillo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el lugar en que <strong>de</strong>semboca en él el Camino <strong>de</strong><br />

Puisieux; luego penetré en su interior por un ramal ciego y pronto topé con un suboficial <strong>de</strong> servicio en<br />

las trincheras. Este me previno contra aquellos lugares que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el lado enemigo pue<strong>de</strong>n ser divisados a<br />

corta distancia; caminar por ellos equivale a una muerte segura. Hace poco, mientras me hallaba<br />

realizando una visita a otra compañía, estuve en un tris <strong>de</strong> que me mataran <strong>de</strong> esa manera, que es bastante<br />

enojosa; me senté sobre una barricada que quedaba a menos <strong>de</strong> cuarenta metros <strong>de</strong> un centinela enemigo.<br />

Con este prece<strong>de</strong>nte, me alegré mucho <strong>de</strong> encontrar a aquel espíritu previsor y le rogué que me guiase en<br />

mi recorrido por aquellos parajes. Aquel hombre era un sargento aspirante a oficial que había llegado <strong>de</strong><br />

la patria pocas semanas antes; por este motivo me sirvió <strong>de</strong> guía con mucho celo, lo que me resultó<br />

extraordinariamente útil.<br />

El Bosquecillo tiene la forma aproximada <strong>de</strong> un cuadrilátero, al que se agregan algunos pequeños<br />

salientes. Casi exactamente en el punto <strong>de</strong> intersección <strong>de</strong> las diagonales <strong>de</strong> ese cuadrilátero ha sido<br />

construida en la greda una enorme galería subterránea. De ella salen en forma radial varios caminos y<br />

zanjas que <strong>de</strong>sembocan en la primera línea. Esta ro<strong>de</strong>a al Bosquecillo por tres <strong>de</strong> sus lados <strong>de</strong> modo que<br />

éste ocupa un resalte que se <strong>de</strong>staca nítidamente <strong>de</strong>l frente. Durante el día los centinelas están apostados<br />

en la primera línea, la cual no es a menudo otra cosa que una simple zanja <strong>de</strong>rruida y que en muchos<br />

trechos resulta casi irreconocible. Por la noche los centinelas se a<strong>de</strong>lantan hasta el campo <strong>de</strong> embudos;<br />

con gran pru<strong>de</strong>ncia es preciso realizar este movimiento, que nos ha costado ya numerosas bajas, pues<br />

también los ingleses se instalan a esa misma hora en embudos <strong>de</strong>sperdigados y difíciles <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir.<br />

Asimismo se han hecho ya prisioneros por ambas partes. La situación <strong>de</strong> estos hombres enviados a<br />

lugares inseguros es, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, muy poco agradable; pero, al menos, ellos no pue<strong>de</strong>n ser alcanzados<br />

por los bombar<strong>de</strong>os nocturnos que a cada hora se abaten sobre el Bosquecillo. En las primeras horas <strong>de</strong>l<br />

día los hombres se ven obligados a observar con toda exactitud el tiempo que hace, pues si hay alguna<br />

claridad, aunque sea mínima, no regresan vivos. El sargento aspirante a oficial me contó que, a pesar <strong>de</strong><br />

todos estos obstáculos, el jefe <strong>de</strong> la compañía que <strong>de</strong>fien<strong>de</strong> el Bosquecillo, el alférez Vorbeck, logró hace<br />

poco la hazaña <strong>de</strong> infiltrarse a plena luz <strong>de</strong>l día, acompañado <strong>de</strong> algunos hombres, en la trinchera inglesa<br />

y coger prisionero a un centinela.<br />

Quise también conocer personalmente al bravo jefe que capitanea esta posición y que se ha<br />

incorporado hace poco a nuestro regimiento, mientras yo convalecía <strong>de</strong> mi última herida; para ello di la<br />

vuelta y por una zanja <strong>de</strong> escasa profundidad me encaminé hacia la gran galería subterránea; el camino<br />

tuvimos que hacerlo en parte a rastras y en parte agachados. Si no existiera la mencionada galería, sería<br />

impensable mantener en el Bosquecillo una guarnición. Cuatro entradas muy alejadas entre sí, y ro<strong>de</strong>adas,<br />

como si fueran conejeras, por la tierra extraída <strong>de</strong>l interior, dan acceso a la galería. Los pasillos que en<br />

ella penetran <strong>de</strong>scien<strong>de</strong>n en una pendiente tan suave que sus constructores, sin duda muertos hace ya<br />

mucho tiempo, pudieron renunciar a cavar escalones en ellos. Lo que hicieron fue fijar con clavos en el<br />

suelo <strong>de</strong>lgados listones <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra: así los moradores, sin exponerse a resbalones, pue<strong>de</strong>n salir a saltos<br />

hasta la superficie como si ascendiesen por la escalera <strong>de</strong> un gallinero; aquí todo <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> unos pocos<br />

segundos.<br />

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