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Tempestades de acero

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Ernst Jünger El bosquecillo 125<br />

El Bosquecillo 125<br />

Una crónica <strong>de</strong> las luchas <strong>de</strong> trincheras en 1918<br />

Primera línea<br />

Siempre que me dispongo a escribir las primeras palabras en otro <strong>de</strong> estos <strong>de</strong>lgados cua<strong>de</strong>rnos tan<br />

cómodos <strong>de</strong> llevar en el guardamapas se me ocurre pensar si llegaré a <strong>de</strong>slizar mi lápiz también por la<br />

última página. Tengo ya <strong>de</strong>positado en mi casa un buen número <strong>de</strong> ellos, llenos <strong>de</strong> apuntes sobre lo<br />

ocurrido en cada jornada, así como <strong>de</strong> breves consi<strong>de</strong>raciones y croquis trazados con rapi<strong>de</strong>z; me ilusiona<br />

pensar que más a<strong>de</strong>lante, en tiempos <strong>de</strong> paz, podré hojearlos con calma y, al hacerlo, recordar: así fue<br />

como pasaste tus días durante aquellos años tan especiales.<br />

Hay páginas en que la letra es calmosa, cuidada y está escrita con tinta; enseguida sé: en ese momento<br />

te hallabas cómodamente sentado <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una <strong>de</strong> aquellas pequeñas casas <strong>de</strong> campesino, <strong>de</strong> Flan<strong>de</strong>s o<br />

<strong>de</strong>l norte <strong>de</strong> Francia, o bien te encontrabas en una posición completamente tranquila, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> tu abrigo,<br />

fumando la pipa, y lo único que te molestaba era, a lo sumo, el zumbido lejano <strong>de</strong>l último avión que<br />

realizaba su ronda vespertina. Pero luego aparecen, en otras páginas, trazos torpes, <strong>de</strong>smañados, escritos a<br />

lápiz; sin duda fueron garrapateados, a la luz temblorosa <strong>de</strong> una vela, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la abarrotada estrechez <strong>de</strong><br />

quién sabe qué agujero infernal, en los momentos previos a un ataque o durante las horas interminables <strong>de</strong><br />

un intenso bombar<strong>de</strong>o enemigo. Hay, en fin, frases breves, formadas con nerviosas palabras sueltas,<br />

ilegibles cual las oscilaciones <strong>de</strong> un sismógrafo que registra un terremoto; una mano apresurada ha<br />

alargado los finales <strong>de</strong> las palabras — esto fue anotado con rapi<strong>de</strong>z <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un ataque, mientras te<br />

hallabas <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un embudo o <strong>de</strong> un tramo <strong>de</strong> trinchera sobre los que continuaba pasando con vuelo<br />

rasante el enjambre <strong>de</strong> avispones mortales que eran las ráfagas <strong>de</strong> tiro preciso Habrá <strong>de</strong> ser hermoso, sin<br />

duda, hojear estos recuerdos en una hora tranquila —una <strong>de</strong> esas horas que en este momento soy incapaz<br />

<strong>de</strong> imaginar siquiera—, cuando la única preocupación que me agobie sea la <strong>de</strong> cómo pasar las últimas<br />

horas <strong>de</strong>l día, tras haber estado hojeando estos cua<strong>de</strong>rnos. Aunque no sea más que por esta razón, <strong>de</strong>seo<br />

seguir viviendo. La gente que permanece allá en la patria nos mira a veces como si fuéramos unos tipos<br />

tan valerosos que consi<strong>de</strong>rásemos que nuestra vida no vale un comino; pero he vivido entre guerreros el<br />

tiempo suficiente para saber que el hombre sin miedo no existe. A<strong>de</strong>más, si el miedo no existiera,<br />

carecería <strong>de</strong> sentido el valor; el miedo es la sombra oscura contra cuyo trasfondo aparece más multicolor<br />

y atrayente el riesgo.<br />

Pero hay todavía otra razón que hace que me cause pavor la sola i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que una bala mortal vaya a<br />

hacer blanco en mi cuerpo —y esa i<strong>de</strong>a nos asalta aquí con frecuencia en las horas <strong>de</strong>dicadas a la<br />

reflexión. Vivimos tan hondamente sumidos en la guerra que se nos ha vuelto <strong>de</strong>l todo inimaginable la<br />

paz. Esta guerra es como una selva virgen que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace años nos tiene sometidos, cada vez con mayor<br />

fuerza, a su oscuro hechizo, <strong>de</strong> manera que empezamos a dudar que más allá <strong>de</strong> sus lin<strong>de</strong>s exista algo. Si<br />

en este momento muriese, sería como si me arrancasen <strong>de</strong> una partida emocionante en la que se juegan<br />

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