11.05.2013 Views

Tempestades de acero

Tempestades de acero

Tempestades de acero

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Ernst Jünger <strong>Tempesta<strong>de</strong>s</strong> <strong>de</strong> <strong>acero</strong><br />

En la sección que quedaba a nuestra izquierda el sargento Hock, el infeliz cazador <strong>de</strong> ratas <strong>de</strong> Monchy,<br />

quiso disparar una bengala blanca, pero se equivocó, y al cielo ascendió, siseando, una señal roja, una<br />

señal <strong>de</strong> tiro <strong>de</strong> barrera, que fue repetida a continuación <strong>de</strong>s<strong>de</strong> todos los lados. En un santiamén entró en<br />

acción nuestra artillería con tal violencia que daba gusto. Aullando bajaban <strong>de</strong> los aires, muy juntas,,<br />

granadas <strong>de</strong> mortero; reventaban en el terreno que quedaba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros y <strong>de</strong>spedían cascos <strong>de</strong><br />

metralla y chispas. Una mezcla <strong>de</strong> polvo, gases sofocantes y vahos <strong>de</strong> los cadáveres lanzados al aire salía<br />

hirviendo <strong>de</strong> los embudos.<br />

Tras esta orgía <strong>de</strong> exterminio fue calmándose el fuego y volvió otra vez a su nivel habitual. El<br />

movimiento nervioso <strong>de</strong> un solo hombre había puesto en marcha la po<strong>de</strong>rosa maquinaria bélica.<br />

Hock era y siguió siendo un hombre <strong>de</strong> mala suerte; aquella misma noche, al cargar su pistola, se<br />

disparó en la caña <strong>de</strong> su bota un proyectil <strong>de</strong> iluminación y fue preciso evacuarlo con graves quemaduras.<br />

Al día siguiente llovió mucho. No nos vino mal, pues, una vez que hubo <strong>de</strong>saparecido el polvo, la<br />

sensación <strong>de</strong> sequedad en la garganta no resultaba ya tan atormentadora. La lluvia ahuyentó también a los<br />

gran<strong>de</strong>s moscardones <strong>de</strong> color azulado que se habían concentrado en los lugares soleados, formando<br />

gigantescas masas compactas parecidas a cojines <strong>de</strong> terciopelo oscuro. Yo me pasé casi todo el día<br />

sentado en el suelo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mi madriguera; fumaba y, a pesar <strong>de</strong> lo que me ro<strong>de</strong>aba, comía con buen<br />

apetito.<br />

A la mañana siguiente una bala <strong>de</strong> fusil, que nunca se supo <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> llegó, le atravesó el pecho al<br />

fusilero Knicke, un hombre <strong>de</strong> mi sección. La bala le rozó también la columna vertebral, <strong>de</strong> modo que no<br />

podía mover las piernas. Cuando fui a verlo, estaba tendido, muy sereno, en un agujero, como alguien que<br />

ya ha arreglado sus cuentas con la Muerte. Al atar<strong>de</strong>cer fue evacuado. Se lo llevaron a rastras,<br />

atravesando el fuego <strong>de</strong> la artillería; en esta ocasión se rompió a<strong>de</strong>más una pierna, cuando quienes lo<br />

portaban se vieron obligados a ponerse a cubierto. Murió en el hospital <strong>de</strong> sangre.<br />

Por la mañana me llamó un hombre <strong>de</strong> mi sección y me hizo mirar con mis prismáticos, por encima <strong>de</strong><br />

la arrancada pierna <strong>de</strong> un inglés, hacia la estación <strong>de</strong> Guillemont. Por un ramal <strong>de</strong> aproximación poco<br />

profundo iban avanzando apresuradamente centenares <strong>de</strong> ingleses. El débil fuego <strong>de</strong> fusilería que <strong>de</strong><br />

inmediato or<strong>de</strong>né dirigir contra ellos no les causó ninguna preocupación especial. Aquel espectáculo era<br />

indicativo <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sigualdad <strong>de</strong> medios con que luchábamos. Si nosotros hubiéramos osado hacer aquello,<br />

nuestros <strong>de</strong>stacamentos habrían sido abatidos en pocos minutos por los disparos. Mientras que no era<br />

posible ver un solo globo cautivo en nuestro lado, en el otro había más <strong>de</strong> treinta juntos; formaban un<br />

gran racimo <strong>de</strong> color amarillo brillante y observaban con ojos <strong>de</strong> Argos cualquier movimiento que en<br />

nuestro aplastado terreno se realizase, para dirigir inmediatamente hacia él un diluvio <strong>de</strong> hierro.<br />

Al atar<strong>de</strong>cer, en el momento en que estaba dando la consigna a los centinelas, un gran casco <strong>de</strong><br />

metralla se estrelló contra mi estómago con un ronroneo; por suerte se hallaba ya casi al final <strong>de</strong> su<br />

trayectoria y cayó al suelo tras chocar violentamente con la hebilla <strong>de</strong> mi cinturón. Aquello me sorprendió<br />

tanto que sólo las preocupadas voces <strong>de</strong> mis acompañantes, que me tendían sus cantimploras, me hicieron<br />

caer en la cuenta <strong>de</strong>l peligro que había corrido.<br />

Delante <strong>de</strong> la zona <strong>de</strong>fendida por la primera sección aparecieron al anochecer dos ingleses; pertenecían<br />

a los grupos encargados <strong>de</strong> llevar el rancho a las trincheras y se habían extraviado. Se acercaban muy<br />

tranquilos; uno llevaba en la mano una redonda perola <strong>de</strong> comida y el otro una alargada olla llena <strong>de</strong> té.<br />

Fueron abatidos a disparos hechos casi a quemarropa; uno cayó con la parte <strong>de</strong>lantera <strong>de</strong> su cuerpo <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong>l camino en hondonada, mientras que sus piernas permanecieron <strong>de</strong>tenidas en el talud. En aquel inferno<br />

era casi imposible coger prisioneros; a<strong>de</strong>más, ¿cómo hacerlos atravesar la zona <strong>de</strong>l fuego <strong>de</strong> barrera?<br />

Sobre la una <strong>de</strong> la madrugada Schmidt me <strong>de</strong>spertó violentamente <strong>de</strong> un sueño agitado. Me levanté<br />

nervioso y agarré el fusil. Había llegado nuestro relevo. Hicimos entrega <strong>de</strong> lo que se podía entregar y<br />

<strong>de</strong>jamos a nuestras espaldas lo más rápidamente posible aquel lugar <strong>de</strong>l diablo. Acabábamos <strong>de</strong> llegar al<br />

ramal <strong>de</strong> aproximación poco profundo cuando estalló en medio <strong>de</strong> nosotros la primera salva <strong>de</strong> shrapnels.<br />

Un balín le atravesó la muñeca al hombre que me precedía; la sangre brotaba a chorros <strong>de</strong> la herida.<br />

Comenzó a tambalearse y quiso quedarse tendido a un lado. Lo agarré por el brazo, lo levanté, a pesar <strong>de</strong><br />

sus quejidos, y no lo solté hasta que lo entregué en el puesto <strong>de</strong> socorro, situado junto a la galería ocupada<br />

61

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!