Tempestades de acero
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Ernst Jünger <strong>Tempesta<strong>de</strong>s</strong> <strong>de</strong> <strong>acero</strong><br />
Junto al bosque <strong>de</strong> Saint-Pierre-Vaast<br />
Estuve catorce días en el hospital y otros tantos <strong>de</strong> permiso en casa; luego me reincorporé a mi<br />
regimiento, que <strong>de</strong>fendía una posición junto a Deuxnouds, muy cerca <strong>de</strong> la Gran<strong>de</strong> Tranchée, bien<br />
conocida por nosotros. Después <strong>de</strong> mi llegada, el regimiento permaneció allí únicamente dos días; dos<br />
días también estuvo en Hattonchâtel, un vetusto villorrio perdido entre montes. Luego partimos una vez<br />
más, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la estación <strong>de</strong> Mars-la-Tour, en dirección a la zona <strong>de</strong>l Somme.<br />
Nos <strong>de</strong>scargaron <strong>de</strong> los vagones en Bohain y nos acantonaron en Brancourt. Esta zona, cerca <strong>de</strong> la cual<br />
pasaríamos más tar<strong>de</strong> con frecuencia, está habitada por labradores, pero en casi todas las casas hay un<br />
telar.<br />
Me alojé en el domicilio <strong>de</strong> un matrimonio que tenía una hija muy guapa. Compartíamos las dos<br />
habitaciones <strong>de</strong> que se componía aquella pequeña casa, <strong>de</strong> manera que por las noches me veía obligado a<br />
atravesar el dormitorio familiar.<br />
Ya el primer día me rogó el marido que le redactase una <strong>de</strong>nuncia dirigida al comandante <strong>de</strong> la plaza.<br />
Según él, un vecino le había agarrado <strong>de</strong>l cuello, golpeado y amenazado <strong>de</strong> muerte, mientras le gritaba:<br />
—Deman<strong>de</strong> pardon!<br />
Una mañana, al ir a salir <strong>de</strong> mi habitación para dirigirme al servicio, la hija se apoyó contra la puerta,<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la parte <strong>de</strong> fuera, y no me <strong>de</strong>jaba abrirla. Pensé que sería una <strong>de</strong> sus bromas y también yo empujé<br />
con fuerza <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi lado. Bajo la presión ejercida por los dos, la puerta se salió <strong>de</strong> sus goznes, <strong>de</strong> modo<br />
que, con ella en medio, comenzamos a dar vueltas por la habitación. De pronto cayó al suelo aquel muro<br />
<strong>de</strong> separación y la bella apareció como su madre la echó al mundo, con gran embarazo <strong>de</strong> nosotros dos y<br />
gran diversión <strong>de</strong> su madre.<br />
Jamás he oído a nadie insultar con la soltura <strong>de</strong> lengua con que lo hizo esta rosa <strong>de</strong> Brancourt en una<br />
ocasión en que una vecina suya la acusó <strong>de</strong> haber estado <strong>de</strong> pupila en cierta calle <strong>de</strong> San Quintín:<br />
—Ah, cette pelure, cette pomme <strong>de</strong> terre pourrie, jetée sur un fumier, c'est la crême <strong>de</strong> la crême<br />
pourrie.<br />
Así farfullaba aquella mujer mientras correteaba por la habitación con las manos extendidas como<br />
garras, sin po<strong>de</strong>r encontrar ninguna víctima para su furia.<br />
La vida que en aquel villorrio se hacía era propia <strong>de</strong> lansquenetes. Una noche quise visitar a un<br />
camarada que se alojaba en la casa <strong>de</strong> esa vecina que acabo <strong>de</strong> mencionar; era una ruda belleza flamenca<br />
y se llamaba Madame Louise. Atravesé directamente el jardín y por un ventanuco pu<strong>de</strong> ver a Madame<br />
Louise sentada a la mesa; todavía a aquellas horas estaba regalándose con el contenido <strong>de</strong> una gran<br />
cafetera. De repente se abrió la puerta y entró en la habitación el beneficiario <strong>de</strong> aquel agradable<br />
alojamiento; caminaba como un sonámbulo y no llevaba puestas, lo que me <strong>de</strong>jó asombrado, más ropas<br />
que las que suelen éstos llevar. Sin <strong>de</strong>cir palabra agarró la cafetera y vertió en su boca, por el pico, y con<br />
buena puntería, un gran trago <strong>de</strong> café. Hecho lo cual volvió a salir, sin tampoco esta vez pronunciar<br />
palabra. Me di cuenta <strong>de</strong> que lo único que allí podía hacer era perturbar un idilio, <strong>de</strong> modo que me alejé<br />
en silencio.<br />
Reinaba en aquella zona una libertad <strong>de</strong> costumbres que contrastaba <strong>de</strong> modo extraño con su carácter<br />
campesino. Ello se hallaba relacionado sin duda con la actividad tejedora <strong>de</strong> sus habitantes, pues en<br />
ciuda<strong>de</strong>s y paisajes en que impera el huso se encontrará siempre un espíritu completamente distinto que<br />
en aquellos en que la gente trabaja, por ejemplo, en fraguas.<br />
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