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Tempestades de acero

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Ernst Jünger <strong>Tempesta<strong>de</strong>s</strong> <strong>de</strong> <strong>acero</strong><br />

Retorné al puesto <strong>de</strong> mando <strong>de</strong>l jefe <strong>de</strong> la compañía y allí aguardé la llegada <strong>de</strong> la Segunda Compañía;<br />

apareció a las cuatro <strong>de</strong> la madrugada, en el momento en que se <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>naba un violento ataque<br />

artillero por sorpresa. Me hice cargo <strong>de</strong> mi sección y la conduje al sitio que se le había asignado. Era una<br />

construcción <strong>de</strong> hormigón y se hallaba cubierta por las ruinas <strong>de</strong> un edificio enteramente <strong>de</strong>struido; estaba<br />

en medio <strong>de</strong> un gigantesco campo <strong>de</strong> embudos <strong>de</strong> una <strong>de</strong>solación horripilante.<br />

A las seis <strong>de</strong> la mañana se disipó la espesa niebla típica <strong>de</strong> Flan<strong>de</strong>s y pudimos echar una ojeada a<br />

aquellos alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> espanto. Inmediatamente <strong>de</strong>spués apareció una escuadrilla <strong>de</strong> aviones enemigos;<br />

volaba casi a ras <strong>de</strong>l suelo y estuvo examinando con <strong>de</strong>tenimiento aquel pisoteado terreno en tanto emitía<br />

señales con una sirena y en los agujeros abiertos por las granadas procuraban escon<strong>de</strong>rse los infantes<br />

extraviados.<br />

Media hora <strong>de</strong>spués se inició un ataque artillero por sorpresa. Los proyectiles rugían alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l<br />

lugar don<strong>de</strong> estábamos refugiados, que parecía una isla en medio <strong>de</strong> un mar azotado por un tifón. El<br />

bosque <strong>de</strong> proyectiles que estallaban en torno a nosotros se fue haciendo cada vez mas espeso, hasta<br />

acabar convirtiéndose en un muro que giraba formando remolinos. Estábamos allí acurrucados unos junto<br />

a otros y a cada momento aguardábamos el proyectil certero que nos haría pedazos, el proyectil que nos<br />

barrería, sin <strong>de</strong>jar rastro, a nosotros y a los fortines <strong>de</strong> hormigón, y transformaría en un <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong><br />

embudos el lugar en que nos hallábamos.<br />

Todo el día estuvimos sometidos a aquellas violentas trombas <strong>de</strong> fuego; en los largos intervalos entre<br />

una y otra nos preparábamos para la siguiente.<br />

Un extenuado enlace apareció a última hora <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> y me trajo una or<strong>de</strong>n por la que me enteré <strong>de</strong><br />

que las compañías primera, tercera y cuarta iban a efectuar un contraataque a las diez horas y cincuenta<br />

minutos <strong>de</strong> aquella noche, y la segunda <strong>de</strong>bía aguardar a que llegase su relevo y luego avanzar <strong>de</strong>splegada<br />

hacia la primera línea. Quise acumular fuerzas para po<strong>de</strong>r enfrentarme a las horas que nos aguardaban y<br />

me tendí a <strong>de</strong>scansar; no sospechaba que en aquel momento mi hermano Fritz, al que yo suponía en<br />

Hannover, se lanzaba al ataque con un pelotón <strong>de</strong> la Tercera Compañía y atravesaba a corta distancia <strong>de</strong><br />

mi cabaña aquel huracán <strong>de</strong> fuego.<br />

Largo tiempo perturbaron mi sueño los lamentos <strong>de</strong> un herido <strong>de</strong>jado en nuestro refugio por dos<br />

soldados sajones que se habían extraviado en el campo <strong>de</strong> embudos; completamente agotados, aquellos<br />

dos soldados se habían quedado dormidos. Cuando a la mañana siguiente se <strong>de</strong>spertaron encontraron<br />

muerto a su camarada. Lo llevaron al agujero <strong>de</strong> granada más próximo, lo cubrieron con unas cuantas<br />

paladas <strong>de</strong> tierra y se fueron <strong>de</strong> allí; tras ellos <strong>de</strong>jaban una más entre las innumerables sepulturas solitarias<br />

y <strong>de</strong>sconocidas <strong>de</strong> esta guerra.<br />

Hasta las once <strong>de</strong> la mañana no me <strong>de</strong>sperté <strong>de</strong> mi profundo sueño; entonces me lavé en mi casco <strong>de</strong><br />

<strong>acero</strong> y envié un hombre al jefe <strong>de</strong> la compañía para que recogiese las ór<strong>de</strong>nes. Me quedé estupefacto al<br />

enterarme <strong>de</strong> que, se había marchado sin ni siquiera notificarnos su partida. En la guerra ocurren cosas<br />

como ésta; vemos negligencias que la gente que actúa en los campos <strong>de</strong> maniobras no osaría ni siquiera<br />

imaginar.<br />

Mientras continuaba sentado en mi camastro, lanzando maldiciones y reflexionando sobre lo que <strong>de</strong>bía<br />

hacer, apareció un enlace <strong>de</strong>l batallón y me trajo la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> que tomase inmediatamente el mando <strong>de</strong> la<br />

Octava Compañía.<br />

Me enteré <strong>de</strong> que el contraataque efectuado la noche anterior por el Primer Batallón había fracasado y<br />

que había habido numerosas bajas; lo que <strong>de</strong> aquel batallón quedaba se <strong>de</strong>fendía <strong>de</strong>ntro, y también a<br />

<strong>de</strong>recha e izquierda, <strong>de</strong> un bosquecillo que teníamos <strong>de</strong>lante, el bosque <strong>de</strong> Dobschütz. A la Octava<br />

Compañía se le había confiado la misión <strong>de</strong> ir a reforzar a aquellos hombres, para lo cual <strong>de</strong>bía penetrar<br />

<strong>de</strong>splegada en el bosquecillo; pero, en el terreno intermedio, un fuego <strong>de</strong> barrera la había <strong>de</strong>sperdigado,<br />

ocasionándole numerosas bajas. Como también estaba herido su jefe, el teniente Büdingen, yo tenía que<br />

conducir otra vez hacia <strong>de</strong>lante la citada compañía.<br />

Me <strong>de</strong>spedí <strong>de</strong> mi sección, a la que <strong>de</strong>jaba huérfana, y luego me puse en camino con el enlace;<br />

teníamos que atravesar un páramo en el que caían shrapnels en gran número. Íbamos corriendo<br />

agachados; una voz <strong>de</strong>sesperada <strong>de</strong>tuvo por un momento nuestra carrera. Des<strong>de</strong> lejos nos hacía señas con<br />

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