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Tempestades de acero

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Ernst Jünger <strong>Tempesta<strong>de</strong>s</strong> <strong>de</strong> <strong>acero</strong><br />

la Granja <strong>de</strong> Frégicourt, un cerrojo que obturaba aquel paisaje, renunciaba <strong>de</strong> buena gana a todo equipaje<br />

superfluo.<br />

Cuando llegué a mi alojamiento, mis hombres, que habían vuelto <strong>de</strong> una similar correría exploratoria<br />

por los huertos, habían preparado una sopa con los siguientes ingredientes: carne en conserva, patatas,<br />

guisantes, zanahorias, alcachofas y verduras <strong>de</strong> todas clases. Era tan espesa aquella sopa que apenas se<br />

podía mover la cuchara <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ella. Mientras comíamos cayó una granada en el edificio en que nos<br />

encontrábamos y tres en las proximida<strong>de</strong>s, pero aquello no nos causó mayores molestias. El exceso <strong>de</strong><br />

impresiones nos había embotado ya <strong>de</strong>masiado. Aquella casa había sido indudablemente escenario <strong>de</strong><br />

acontecimientos sangrientos, pues sobre un montón <strong>de</strong> escombros hacinados en la habitación central se<br />

alzaba una cruz <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra toscamente labrada en la que estaban escritos varios nombres. Al día siguiente<br />

me traje <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong>l coleccionista <strong>de</strong> porcelanas un tomo <strong>de</strong> los suplementos ilustrados <strong>de</strong>l Petit<br />

Journal, luego me senté en una habitación que aún permanecía intacta, encendí en la chimenea una<br />

pequeña hoguera con trozos <strong>de</strong> muebles, y comencé a leer. Con frecuencia me veía obligado a mover <strong>de</strong><br />

un lado a otro la cabeza, pues habían caído en mis manos números <strong>de</strong> la época <strong>de</strong>l asunto <strong>de</strong> Fachoda. *<br />

Mientras leía, las cuatro explosiones <strong>de</strong> siempre ro<strong>de</strong>aban con su estruendo nuestra casa a intervalos<br />

regulares. Sobre las siete <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> había doblado la última página. Entonces me dirigí al vestíbulo<br />

situado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la entrada <strong>de</strong>l sótano; allí estaban mis hombres preparando la cena en un pequeño<br />

hornillo.<br />

Acababa <strong>de</strong> llegar junto a ellos cuando se oyó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> la casa un estampido seco; en el<br />

mismo momento noté un violento golpe contra mi pierna izquierda. Gritando el ancestral grito <strong>de</strong> los<br />

guerreros: «¡Me han dado!», bajé dando saltos, con mi pipa en la boca, las escaleras <strong>de</strong>l sótano.<br />

Rápidamente se encendió una luz y se examinó el caso. Primero pedí, como hacía siempre en tales<br />

ocasiones, que me dijesen lo que tenía, en tanto yo miraba al techo, pues a uno no le gusta ver esas cosas<br />

con sus propios ojos. En mi polaina <strong>de</strong> vendas se abría un agujero <strong>de</strong> bor<strong>de</strong>s <strong>de</strong>ntados, <strong>de</strong>l que caía al<br />

suelo un hilillo <strong>de</strong> sangre; en el lado opuesto se alzaba la redonda hinchazón <strong>de</strong> un balín <strong>de</strong> shrapnel, que<br />

había quedado <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la piel.<br />

El diagnóstico era sencillo, por tanto — un típico «balazo <strong>de</strong> permiso en casa»: ni <strong>de</strong>masiado leve ni<br />

<strong>de</strong>masiado grave. En todo caso, aquella era la última ocasión <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarse «hacer un arañazo», si no se<br />

quería per<strong>de</strong>r el tren para Alemania. Había en el balín que me hirió algo parecido a un rebuscamiento.<br />

Aquel shrapnel había estallado en el suelo, al otro lado <strong>de</strong> la tapia que ro<strong>de</strong>aba nuestro patio; una granada<br />

anterior había abierto en aquella tapia un agujero redondo, semejante a una ventana; <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> aquel<br />

agujero se encontraba una planta <strong>de</strong> a<strong>de</strong>lfas. Por tanto, mi balín había atravesado volando, primero el<br />

agujero abierto por la granada, <strong>de</strong>spués las hojas <strong>de</strong> la a<strong>de</strong>lfa, más tar<strong>de</strong> había cruzado el patio y la puerta<br />

<strong>de</strong> la casa, y en el pasillo había ido a buscar precisamente mi pierna, entre las muchas otras piernas que<br />

allí estaban juntas.<br />

Mis camaradas me colocaron primero un vendaje provisional y luego me llevaron, cruzando la<br />

bombar<strong>de</strong>ada calle, a las catacumbas; allí me tendieron enseguida sobre la mesa <strong>de</strong> operaciones. Mientras<br />

el alférez Wetje, que se apresuró a venir, me sostenía la cabeza, nuestro coronel médico me extrajo con un<br />

bisturí y unas tijeras el balín <strong>de</strong>l shrapnel; me felicitó, pues el plomo había pasado rozando la tibia y el<br />

peroné, pero no había causado la menor lesión en ninguno <strong>de</strong> los huesos.<br />

—Habent sua fata libelli et balli —dijo aquel hombre, que en sus años <strong>de</strong> universidad había sido<br />

miembro <strong>de</strong> una corporación estudiantil, mientras me confiaba a un enfermero para que me vendase.<br />

Hasta que se hizo <strong>de</strong> noche permanecí tendido sobre una camilla en un nicho <strong>de</strong> las catacumbas.<br />

Durante ese tiempo tuve la alegría <strong>de</strong> ver que muchos <strong>de</strong> mis hombres venían a <strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> mí. Malos<br />

días los aguardaban. También mi estimado coronel von Oppen acudió a hacerme una breve visita.<br />

Al atar<strong>de</strong>cer fui llevado con otros heridos hasta la salida <strong>de</strong>l pueblo y allí me cargaron en un carroambulancia.<br />

El conductor partió a toda velocidad, sin prestar la menor atención a los gritos <strong>de</strong> los<br />

*<br />

Región <strong>de</strong>l Africa oriental, en la que los ingleses tuvieron graves enfrentamientos con los franceses por motivos<br />

coloniales. El «asunto <strong>de</strong> Fachoda» ocurrió en 1898. (N. <strong>de</strong>l T.)<br />

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