Tempestades de acero
Tempestades de acero
Tempestades de acero
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Ernst Jünger <strong>Tempesta<strong>de</strong>s</strong> <strong>de</strong> <strong>acero</strong><br />
Tenía una i<strong>de</strong>a bastante nebulosa <strong>de</strong>l lugar por don<strong>de</strong> quedaba el Camino <strong>de</strong>l Dragón y por ello, al<br />
<strong>de</strong>spedirme, solicité que me dieran un plano, pero pretextaron que no podían prescindir <strong>de</strong> él. Me reservé<br />
mi opinión y salí al aire fresco <strong>de</strong> fuera. Uno no es objeto <strong>de</strong> mimos cuando se encuentra sometido al<br />
mando <strong>de</strong> otros.<br />
Yo y mis hombres, que portaban un pesado equipo, estuvimos errando largo tiempo por la posición,<br />
hasta que al fin alguien <strong>de</strong>scubrió, en una pequeña trinchera que se <strong>de</strong>sviaba hacia <strong>de</strong>lante y que estaba<br />
bloqueada con caballos <strong>de</strong> Frisia, un letrero en el que, medio borradas, estaban escritas estas palabras:<br />
«Camino <strong>de</strong>l Dragón». Penetré en ella y a los pocos pasos oí una algarabía <strong>de</strong> voces extranjeras.<br />
Retrocedí en silencio. Había tropezado con la punta <strong>de</strong> la cuña <strong>de</strong> ataque <strong>de</strong> los ingleses; por <strong>de</strong>sconcierto<br />
o por <strong>de</strong>scuido, era evi<strong>de</strong>nte que se comportaban con poca pru<strong>de</strong>ncia. Con un pelotón <strong>de</strong> mis hombres<br />
bloqueé inmediatamente aquella trinchera.<br />
Muy cerca <strong>de</strong>l Camino <strong>de</strong>l Dragón había un agujero gigantesco; era, al parecer, una trampa para<br />
tanques. Dentro <strong>de</strong> él reuní a la totalidad <strong>de</strong> mi compañía para explicarle cuál iba a ser nuestra misión en<br />
el combate y para distribuir las secciones para el ataque. En varias ocasiones fueron interrumpidas mis<br />
palabras por granadas <strong>de</strong> calibre ligero. En un <strong>de</strong>terminado momento se hundió en la pared posterior <strong>de</strong>l<br />
agujero una granada que no estalló. Yo estaba arriba, en el bor<strong>de</strong>, y, cada vez que explotaba una granada,<br />
veía cómo abajo los cascos <strong>de</strong> <strong>acero</strong>, iluminados por la luz <strong>de</strong> la luna, hacían una reverencia unánime y<br />
profunda.<br />
Por miedo a que una granada certera causase una catástrofe reenvié la primera y la segunda sección <strong>de</strong><br />
mi compañía a la posición y me instalé con la tercera en aquel agujero. Los soldados <strong>de</strong> una sección que<br />
el día anterior, al mediodía, habían sido bien zurrados en el Camino <strong>de</strong>l Dragón, intentaron acoquinar a<br />
mis hombres contándoles que a cincuenta pasos <strong>de</strong> allí había una ametralladora inglesa que, cual<br />
obstáculo infranqueable, cerraba el camino. Al enterarnos <strong>de</strong> esto <strong>de</strong>cidimos que, tan pronto topásemos<br />
con la primera resistencia, saltaríamos a campo abierto a ambos lados <strong>de</strong> la trinchera y atacaríamos <strong>de</strong><br />
manera concéntrica con granadas <strong>de</strong> mano.<br />
Aquellas horas interminablemente largas las pasé acurrucado en un agujero, pegado al alférez Hopf. A<br />
las seis <strong>de</strong> la mañana me puse en pie y di las últimas instrucciones. Me encontraba en ese estado <strong>de</strong> ánimo<br />
peculiar que prece<strong>de</strong> siempre a los ataques. Uno tiene una sensación <strong>de</strong> vacío en el estómago, charla con<br />
los jefes <strong>de</strong> pelotón, procura hacer chistes, corretea <strong>de</strong> un lado para otro como antes <strong>de</strong> un <strong>de</strong>sfile ante el<br />
mando supremo; en suma, intenta estar ocupado lo máximo posible para escapar <strong>de</strong>l pensamiento<br />
taladrante. Un hombre me ofreció un vaso <strong>de</strong> café que había calentado con un poco <strong>de</strong> alcohol sólido;<br />
como por arte <strong>de</strong> magia, aquel café me llenó <strong>de</strong> vida y confianza.<br />
A las siete en punto iniciamos la marcha en el or<strong>de</strong>n preestablecido; parecíamos una larga serpiente.<br />
Encontramos <strong>de</strong>socupado el Camino <strong>de</strong>l Dragón; un gran número <strong>de</strong> cargadores vacíos <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> una<br />
barricada revelaba que el enemigo había retirado <strong>de</strong> allí aquella ametralladora tristemente famosa. Esto<br />
nos animó. Por medio <strong>de</strong> un piquete <strong>de</strong> seguridad echamos un cerrojo a una trinchera que se <strong>de</strong>sviaba<br />
hacia la <strong>de</strong>recha y que estaba muy bien organizada y luego nos metimos por un camino en hondonada. Su<br />
profundidad iba haciéndose cada vez menor y al final, en el momento en que comenzaba a amanecer, nos<br />
encontramos en campo abierto. Dimos media vuelta y penetramos en la trinchera <strong>de</strong> la <strong>de</strong>recha. El ataque<br />
fracasado había <strong>de</strong>jado sus huellas allí. El suelo estaba cubierto <strong>de</strong> material bélico y cadáveres ingleses.<br />
Aquélla era la Posición Sigfrido. De repente el alférez Hoppenrath, jefe <strong>de</strong> las tropas <strong>de</strong> choque, le quitó<br />
<strong>de</strong> las manos el fusil a un soldado y disparó. Había topado con un centinela inglés; éste emprendió la<br />
huida <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber lanzado contra nosotros unas cuantas granadas <strong>de</strong> mano. Seguimos avanzando,<br />
pero, un poco más a<strong>de</strong>lante, volvimos a encontrar resistencia. Des<strong>de</strong> ambos lados volaron por el aire las<br />
granadas <strong>de</strong> mano, que reventaban con explosiones múltiples. Las unida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> choque iniciaron el ataque.<br />
A través <strong>de</strong> una ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> manos pasaban <strong>de</strong> hombre a hombre los proyectiles; tiradores escogidos se<br />
apostaron <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los traveses para disparar certeramente contra los grana<strong>de</strong>ros enemigos; los jefes <strong>de</strong><br />
sección avizoraban el terreno a cuerpo <strong>de</strong>scubierto para <strong>de</strong>scubrir a tiempo un contraataque y los<br />
sirvientes <strong>de</strong> las ametralladoras ligeras emplazaron sus armas en los sitios más favorables. Nos abrimos<br />
paso, trinchera a<strong>de</strong>lante, con granadas <strong>de</strong> mano y la barrimos a lo largo con disparos <strong>de</strong> fusil. Toda una<br />
123 123